Cercado y asediado incluso por el fuego amigo del establishment, Mauricio Macri se ha convertido en un escudo demasiado endeble a la hora de "proteger" al país del populismo. ¿Cuánto más resistirá las picaduras del escorpión financiero sobre el lomo? Y si no resiste, ¿qué se viene? Las internas de Cambiemos, los planes del kirchnerismo y el intento de reflotar a Lavagna.
Un día, Villa 31 ataca Patio Bullrich y arrasa con todo. Como en un TEG entre clases sociales, ceden las barreras arquitectónicas, quedan cortas las políticas de contención y se viene abajo el símbolo de la coexistencia de dos mundos en aparente armonía. La venganza de los pobres es el temor que asalta, en las torres altas de Retiro, a los que tienen el privilegio de ver el río a toda hora.
Nadie cree que pueda pasar otra vez y está prohibido decirlo pero es Macri el que pone en riesgo las ganancias de los mercados. La corrida al dólar, la devaluación del 55% por ciento en un semestre, el auxilio del Fondo, la recesión y los reclamos del círculo rojo. Toda una escena que el gobierno y los que se contentan con el mensaje oficial no habían previsto.
La crítica al presidente, la alusión a su dificultad para comprender la calle y la añoranza de un peronismo que brinde garantías corren paralelas a las penurias de las mayorías que ven fagocitado su poder adquisitivo, pierden esperanzas y temen por el futuro, que es hoy y es mañana.
Son los círculos de poder los que buscan con urgencia una variante ante el presente de Macri, pese a que exhibe el respaldo de las potencias, favorece la concentración de la riqueza, privilegia sectores empresarios y designa como principal obstáculo a los sindicatos y a los trabajadores. ¿Cuál es la alternativa al ajuste de Cambiemos entre los que tienen chances de gobernar? ¿Cuáles van a ser los actores sociales que la van a sostener? ¿Es posible pensar algo distinto para el largo plazo?
el fracaso de los ceos
En la mirada de economistas que acompañan a Cambiemos, Macri tuvo un objetivo ambicioso en lo económico y en lo político cuando asumió el poder. Creer que le alcanzaba con pisar la alfombra de la Casa Rosada para que llovieran inversiones y despuntara el crecimiento genuino y, al mismo tiempo, disputar la base social del peronismo en el Gran Buenos Aires. Son los dos pecados originales de un gobierno que no hace autocrítica. Detrás de esa meta audaz, el presidente invirtió durante los dos primeros años más de lo que aconsejaban.
Treinta meses después, con la confianza ultrajada y el optimismo herido de muerte, el presidente repite como un eco cansado los mismos tres objetivos del 10 de diciembre de 2015: bajar el déficit, contener la inflación y estabilizar el tipo de cambio. Si Sturzenegger mantuvo la tasa en niveles altísimos sin necesidad, hoy se dice que Caputo la sostiene porque bajarla es imposible por ahora. Mientras tanto, se reedita la bicicleta financiera, solo rinde especular y pedir un préstamo para invertir es un drama para las pymes. Todo en un desfiladero con alto endeudamiento y falta de dólares para compensar el gigantesco déficit de cuenta corriente.
Pese a todo, el gobierno avanza con el mandamiento del ajuste y ve un escenario positivo, otra vez, al final del túnel con cosecha récord después de una sequía de las más fuertes, rebote de algunos sectores exportadores por la devaluación, menos dólares que salen por turismo y por importaciones, y más inversión extranjera directa. También lo veía, y eso es lo que ya no convence, antes de la corrida que arrancó a fines de abril.
pechuguita con calabaza
Carlos Melconian podría haber sido ministro de Economía de Macri pero su perfil atentaba contra el arranque de Cambiemos. Más ortodoxo y sincero de lo que recomendaban el ala política y el manual de Jaime Durán Barba, Melconian proponía hacer el mal todo junto y mirar el modelo de ajuste que ejecutó Emmanuel Macron en Francia. En público y en privado, el economista de Valentín Alsina es el detractor público que más lastima la propaganda entusiasta de Marcos Peña. Sus charlas ante empresarios tienen récord de visitas en YouTube y suelen trazar un panorama apocalíptico que tiene coincidencias en el diagnóstico con los planteos del kirchnerismo y la izquierda. Melconian dice que se perdieron dos años y que su amigo Macri solo puede ofrecer un menú hospitalario para los argentinos: pechuguita con calabaza hasta las elecciones y deuda permanente porque la plata del Fondo no alcanza.
En otra frecuencia, también dentro del ancho río del oficialismo, naufragan Jesús Rodríguez y los economistas de referencia que giran en torno al radicalismo. De perfil bajo hacia afuera pero persistente militancia hacia adentro, Jesús repite que el capital aborrece la incertidumbre. El fugaz ex ministro de Economía de Alfonsín está entre los que sostienen que la previsibilidad que promociona el presidente necesita un acuerdo político más allá de las fotos porque incluso la mejor política económica -que no es la actual- resulta ineficaz si no tiene soporte político.
Los radicales consultan de manera más o menos esporádica a Eduardo Levy Yeyati, Pablo Gerchunoff y Alfonso Prat Gay. Desde la Fundación Alem, le acercaron hace tiempo a Dujovne una serie de propuestas que tienen poco éxito porque el execonomista jefe del Banco Galicia prefiere escuchar a la tribu que integran Miguel Bein -exasesor de Scioli que siempre cae parado-, Miguel Angel Broda, Juan Carlos De Pablo, Daniel Artana y Miguel Kiguel. Gente de convicciones inalterables, son parte de la gran familia que todavía corre por derecha al oficialismo.
Recortar el gasto, tener disciplina fiscal, reglas claras para el mercado, sacar impuestos distorsivos, el catecismo que comparte Macri pero que no garantiza crecimiento sostenido, ni desarrollo, ni mucho menos derrame.
pragmatismo desechado
En el vértigo de un poder que se sacude más de lo previsto, nadie piensa en el largo plazo y solo se disponen medidas aisladas para mitigar en la economía real el impacto de la devaluación violenta y las tasas voladoras. Mientras los mercados no están seguros de que el camino de Macri se consolide, el radicalismo ejercita su memoria traumática: ve que la incertidumbre es resultado de lo estructural y que el péndulo en la economía sobrevive. Pero para la mesa chica PRO, el populismo respira a través de los radicales.
Dicen en el gobierno que los mercados no votan pero garantizan supervivencia y por eso hay que tenerlos contentos. En apenas dos años, el macrismo les llenó la cara de papeles de la deuda argentina a bancos y fondos de inversión que abrazan una sola religión: tomar ganancias a partir de las circunstancias que favorece la administración amarilla. Como en la fábula del escorpión y la rana, tienen que cruzar juntos el río del populismo pero el instinto los lleva a picar a un Macri más ineficiente de lo que esperaban. Ese malentendido entre el hijo de Franco y el llamado círculo rojo pone en riesgo el intento más ambicioso de las elites empresarias por imponer un rumbo político, económico y cultural a través de la vía del voto.
Entre las correcciones que se promocionan como pragmáticas en busca de achicar el déficit fiscal, hay de todo: desde suspender las retenciones hasta impulsar una reforma previsional más virulenta que la de diciembre pasado. Un conflicto conel campo es algo que no está en el ADN de Macri, menos aún con un gabinete que está loteado y cada lobby tiene su ministro asignado. Los bancos con Nicolás Dujovne y Caputo, el agronegocio con Etchevehere, la industria con Dante Sica, las petroleras ahora con Javier Iguacel, el transporte con Guillermo Dietrich y siguen las firmas.
Quizás las retenciones que postulan Levy Yeyati y Gerchunoff en público y Dujovne en privado puedan retornar el año que viene cuando despunte la cosecha récord que espera el macrismo. A Mauricio le va a costar horrores pero no hay margen para ajustar 300.000 millones con palabras optimistas.
Bastante más conflictivo sería subir la edad jubilatoria y cambiar otra vez la fórmula para los haberes en busca de hacer el sistema previsional “sustentable”, en línea con lo que sugiere el Fondo. En el oficialismo no lo dicen pero consideran que el problema fiscal solo se resuelve con una reforma de magnitud que incluya la eliminación de regímenes especiales y provinciales pero no se limite a eso. Copiar el modelo de los países europeos como España y Alemania que las aprobaron en los últimos años.
En una variante que reconcilia a Mario Quintana con Melconian, sostienen que la reparación histórica debería haber ido de la mano de la reforma previsional. Lo que se hizo en cambio fue borrar con el codo, después de las elecciones, lo que se escribió antes con la mano. ¿Puede el gobierno estar tan jugado -y desesperado- como para privilegiar al agropower y diseñar un nuevo hachazo a las jubilaciones y asignaciones, después de lo que pasó en diciembre? Puede.
las tesis de cristina
Con modelos económicos y discursos opuestos, el macrismo gobernante y el último kirchnerismo tuvieron una serie de elementos en común que pueden verse con claridad a partir de 2014. Fuga de capitales, devaluación, suba de tasas de interés, paritarias a la baja en los años no electorales, aumentos en transporte y combustibles. El sendero que le tocó afrontar a Axel Kicillof fue de lo más ingrato para la heterodoxia, con pago a Repsol, al Ciadi, al Club de París y colocación de deuda como el Bonar 24.
Un gráfico de la consultora Elypsis en base a datos del Indec muestra que, desde hace por lo menos cinco años, la caída del poder adquisitivo golpea a empleados del sector público más que a nadie, seguidos por los asalariados registrados del sector privado y los trabajadores no registrados. En ese lapso, los que menos perdieron fueron los jubilados y pensionados, justamente el sector que la ortodoxia tiene entre ceja y ceja. El trabajo coincide con las cifras que aporta el Observatorio de Derecho Social de la CTA Autónoma. En el primer trimestre de 2018, la caída del salario real de los trabajadores registrados fue del 0,6% en el sector privado y del 0,8% en el sector público. Este retroceso puso fin a tres trimestres consecutivos de alza y preanuncia un año de paritarias a la baja. Además, el Salario Mínimo, Vital y Móvil en el primer trimestre de 2018 cayó un 6,3% interanual, está en los niveles más bajos desde 2005 y retrocede 17,4% en comparación con el máximo registrado en 2012.
El equipo más cercano a Cristina Kirchner, que contrasta el presente con un pasado idealizado y exento de contradicciones, deja por ahora que Macri oficie como su jefe de campaña. La crítica al modelo en curso es de fondo y se afianza mucho más atinada de lo que preveían el oficialismo y sus satélites. Si la consigna “vamos a volver” se convierte en realidad, el escenario asoma más complicado de lo que le tocó a la expresidenta, con la soja a mitad del precio que supo tener, los factores de poder en contra como nunca y la deuda otra vez como problema insoslayable.
Roberto Feletti está entre los que piensan que lo primero que hace falta es recuperar la regulación del sector externo para cortar el déficit de cuenta corriente, aunque sin reeditar de manera lineal la experiencia del llamado cepo. En el marco de una restricción de dólares que llegó para quedarse, el exviceministro de Economía y actual secretario de Hacienda de La Matanza considera que hace falta garantizar a las empresas el acceso al mercado de cambios y una salida para facilitar el flujo de ingresos pero, al mismo tiempo, remarca que las exportaciones deben volver a liquidarse al Banco Central y hay que diferenciar el dólar con un tipo de cambio doble para frenar la sangría del atesoramiento permanente. “No es lo mismo el que compra dólares para traer maquinaria o un insumo vital que el que se va a Miami”, dice. El escenario que prevé Feletti es el de un escaso flujo de inversiones y un limitado acceso a los mercados para tomar deuda porque lo rentable hoy es invertir en Estados Unidos, con una cuenta de capital prácticamente nula porque las divisas van a ingresar por exportaciones y quizás por acuerdos estatales con China, Rusia, Estados Unidos o México.
Para el exdiputado, el desequilibrio fiscal es más fácil de manejar si se diseña una política tributaria progresiva -que el kirchnerismo no activó, salvo en el caso de retenciones- y se logra una nueva expansión del mercado interno. En ese punto está quizás lo más importante o novedoso. Feletti sostiene que esa expansión del mercado interno no puede colocar a los consumidores argentinos en la frontera del consumo global porque aumentan las importaciones de forma insostenible. “Si cada vez que se produce una expansión del empleo y el salario, queremos estar en la frontera del complejo electrónico, si tenés una paritaria del 30% y te das vuelta y te comprás el Iphone, es una frustración. Hay que propiciar un mercado interno que no sea excesivamente demandante de divisas. Nosotros debimos haber volcado el ahorro interno a viviendas porque la expansión de la construcción es menos demandante de dólares”, afirma.
Ortodoxos inquebrantables como Ricardo López Murphy retrucan que el problema es la ausencia de ahorro interno y exhiben como prueba irrefutable el sistema financiero más chico de Latinoamérica. En rigor el ahorro está, pero es en dólares y no va a los bancos. Penurias de una economía con patrón bimonetario: sueldos en pesos, casas en dólares.
De acuerdo a ese kirchnerismo que vuelve a sentirse recambio, la ecuación para un modelo viable necesita que la ratio entre las exportaciones y el PBI sea de 3 a 1. Para crecer el 5% anual hace falta aumentar las exportaciones en un 15% anual, algo que solo es posible cuando la economía está sobreajustada. Todo lo contrario al segundo mandato de Cristina Kirchner cuando, sostiene Feletti, se estimulaba la demanda pero no había crecimiento. Desafío 2019: encender la bomba del consumo pero sin dólares porque se termina chocando con un estrangulamiento externo.
volver a lavagna
La crisis del macrismo complica incluso las previsiones del peronismo no kirchnerista. Por eso, vuelve a circular el nombre salvador de Roberto Lavagna, la imagen de un período virtuoso que aprovechó la devaluación furiosa de Jorge Remes Lenicov, renegoció la deuda junto a Néstor Kirchner y favoreció el crecimiento con superávits gemelos que son la envidia del expresidente de Boca. El peronismo no abunda en los ejes de un programa alternativo pero sigue mirando con nostalgia el modelo de Duhalde-Lavagna-Kirchner con tipo de cambio alto con retenciones. Algo como lo que propone el eje radical y que según Gerchunoff fue ideado por Adalberto Krieger Vasena durante la dictadura de Onganía.
No luce más que como una salida en la emergencia para suavizar los efectos regresivos de la devaluación, anclar el precio de los alimentos y conseguir recursos fiscales en medio de la crisis. ¿Eso alcanza como patrón de crecimiento o tiene una duración acotada? Gerchunoff piensa que la presión social a favor de un tipo de cambio bajo conspira contra la solución Krieger en el mediano plazo. No solo porque la clase media profesional viajaba una vez cada cinco años y ahora viaja cada cuatro meses sino porque -coincidencia con Feletti- los sectores de menores ingresos también buscan acceder a consumos importados.
Entre los economistas que trabajan con Miguel Ángel Pichetto y Sergio Massa están los que ubican a los años de Kirchner y Lavagna como norte, con una apuesta fuerte al mercado interno, más aún en un contexto donde la crisis es global. Miguel Peirano y Javier Alvaredo no lo dicen pero ven que suenan las alarmas que anticipaba el kirchnerismo apenas soltó el poder. Desde el PJ advierten que la economía es un paciente que está internado con pronóstico reservado. No saben cómo evoluciona ni cuándo lo derivan, pero lo que más perturba son los intereses de la deuda.
La relación entre la deuda y el PBI está en el 60% según Daniel Marx y en el 87% según la Fundación Germán Abdala, si se computa la que se debe con tenedores privados, organismos de crédito y deuda con el Banco Central. Según analizan en el peronismo, son números similares a los de mediados de 2001. Los intereses de la deuda crecen a una velocidad que el ajuste no compensa y se proyectan montos estimados en 15.000 millones de dólares por año. Demasiado para un PBI estimado en 600.000 millones de dólares. Esa es la pesada herencia de la que se hablará en el futuro si el experimento de Cambiemos en el poder se desvanece.
Entre los economistas de la más diversa orientación, no son pocos los que creen que el préstamo condicionado del Fondo no va alcanzar para que Macri termine su mandato, que la plata se va a usar antes de tiempo, que habrá que pedir un waiver y que será necesario salir una vez más a tomar deuda en un contexto adverso. El mercado internacional está cerrado para todos los emergentes y crece la posibilidad de que el macrismo llegue enredado en la crisis a las elecciones. Por eso, nadie sabe qué tan deteriorado va estar el escenario económico y social cuando venga otro gobierno.
el desacuerdo
Los que admiten la dificultad para encontrar programas alternativos y patrones de desarrollo viable son minoría. Uno es el economista y profesor de Política Económica de la UBA, Horacio Rovelli, que ensaya una respuesta a por qué aún no se pide a gritos la renuncia de Macri. “Para que el cuadro sea terminal, tiene que perfilarse una solución política que todavía no está a la vista y no lo está, en el fondo, porque no hay acuerdo sobre lo que habría que hacer. Y tampoco hay certeza de que haciendo lo mejor posible para encarar la crisis social se pueda eludir la crisis económica”.
Según Rovelli, que fue director de Políticas Macroeconómicas del ministerio de Economía, parte del equipo de Guillermo Moreno y hoy trabaja con Fernanda Vallejos, hace falta una conducción firme y clara capaz de generar una alternativa con respaldo popular y que, al mismo tiempo, sea vista como funcional por los grandes capitales que operan en el país y, en su mayoría, son extranjeros. “Semejante alineamiento de planetas no es fácil que ocurra y menos por sí solo”, escribió en la página de Radio Gráfica.
La puja distributiva es lo que Gerchunoff llama el empate conflictivo entre la modernización inviable y el populismo reincidente. Más allá de diferencias y preferencias, tanto la salida del kirchnerismo como los años del macrismo marcan los límites de esos dos ensayos. Solo una crisis como la de 2001 fue capaz de poner a andar un modelo compartido por casi todos durante cinco o seis años. Una paradoja más entre tantas: en la alianza gobernante y en el archipiélago opositor son mayoría los que dicen que un estallido no le conviene a nadie. Pero la escena avanza en ese TEG de clases sociales, como si la única salida fuera un fuego arrasador. Que obligue a pensar todo de nuevo.
Foto: Luciano Denver