El esfuerzo de (la todavía) Gran Bretaña en la Primera Guerra fue en una, incomparable, mayor escala que la de los Estados Unidos o Canadá, e incluso considerable en los actuales estándares. Los gastos totales del gobierno en los años de la guerra ascendieron a 9.500 millones de libras, lo que, a juzgar por las estimaciones del ingreso nacional para 1913 y 1924, posiblemente fue un tercio del ingreso nacional total del período.
Los gastos totales del gobierno en su apogeo, en el año fiscal de 1918, excedieron el ingreso nacional completo de 1913. Es que entonces se hizo menos uso de los impuestos que en la Segunda Guerra, y la proporción de desembolsos totales, cubiertos por impuestos, era menor en Gran Bretaña que en los Estados Unidos o Canadá. En los cinco años fiscales desde el 1 de abril de 1914 hasta el 31 de marzo de 1919, el 25 por ciento de los recursos financieros del gobierno se derivaron de los impuestos. La expansión monetaria y los préstamos del público fueron las principales formas de financiamiento de la guerra, y Lombard Street estuvo muy involucrada en ambos. Lombard Street, en Londres, es una calle notable por sus conexiones con las industrias mercantil, bancaria y de seguros de la ciudad, que se remonta a la época medieval.
La suspensión británica de la convertibilidad del oro -en septiembre de 1931- fue uno de los eventos más sorprendentes y significativos en la historia del sistema financiero mundial.
Mientras que Londres había sido tradicionalmente el centro del patrón oro internacional, en la década de 1930 Gran Bretaña llevó al mundo a la era de los tipos de cambios ajustables.
Explicaciones previas han mantenido que la configuración de las instituciones nacionales y los grupos de interés determinaron la respuesta de Gran Bretaña a las cambiantes condiciones internacionales. Hubo, sin embargo, una amplia voluntad política interna, y apoyo internacional, para salvar el patrón de oro.
Gran Bretaña se vio obligada a suspender la convertibilidad debido a que las principales autoridades tenían ideas equivocadas sobre cómo salvar el patrón oro. Incluso después de que el Gobierno Nacional equilibró el presupuesto, en los términos dictados por los financieros internacionales, el ataque a la libra continuó.
Obsesionado por el déficit presupuestario, el Banco de Inglaterra pasó por alto la sobrevaluación del 30% de la libra esterlina y no realizó los aumentos de tasas de interés necesarios.
Cuando el Primer Ministro James Ramsey MacDonald consultó a John Mainard Keynes, en el punto álgido de la crisis, Keynes evitó deliberadamente exponer el error del Banco, precisamente, porque esperaba forzar una suspensión.
James Ramsay MacDonald fue el primer laborista que asumió como Primer Ministro y pronto se convirtió en un anatema para su propio partido cuando, después de un muy corto período en el cargo (en 1924) y luego uno más largo (a partir de 1929), respondió a la depresión económica mundial, de principios de 1930, abandonando su propio Partido Laborista para formar un gobierno «nacional» extraído de los miembros de los principales partidos políticos.
Hoy, diferentes economistas, culpan a Keynes por no exponer a los bancos. De cualquier manera si tuviéramos que recurrir a un sólo economista, para entender los problemas que enfrenta la economía, no hay dudas de que el economista sería John Maynard Keynes. Su diagnóstico de recesiones y depresiones sigue siendo la base de la macroeconomía moderna. Sus ideas contribuyen en gran medida a explicar los desafíos que enfrentamos ahora.
NUEVA YORK CENTRO MUNDIAL DE VALORES
En el lapso comprendido entre el comienzo de la Primera Guerra y la Gran Depresión - Nueva York se estableció como un fuerte competidor en el mercado monetario internacional. Durante la guerra, la libra esterlina perdió su posición como el único, y más aceptable, medio de pago para las importaciones estadounidenses, y los efectos en dólares crecieron en volumen e importancia. Las transferencias telegráficas redujeron el volumen de libras esterlinas. Los balances, bastante confusos y embarazosos de los Dominios y los neutrales, se acumulaban en Londres. Controles de guerra sobre Londres -y otros valores de las bolsas europeas- hicieron de Nueva York el principal centro de comercio de valores que reemplazó a Londres como la fuente principal de créditos del mundo.
La Orden Ejecutiva 6102 (en inglés, Executive Order 6102) fue firmada el 5 de abril de 1933 por el presidente de EE.UU. Franklin Delano Roosevelt, que prohibía la acumulación privada de oro amonedado, en bruto o en certificados, por parte de los ciudadanos estadounidenses. La Orden obligaba a todos los ciudadanos a entregar a la Reserva Federal (una institución «privada» creada 23 de diciembre de 1913) todo el oro del que dispusieran, ya sea oro en monedas, en bruto o en certificados; a cambio recibirían 20,67 dólares por cada onza troy (31,1 gramos) entregada. Los infractores de esta norma sufrirían multas de hasta 10.000 dólares o diez años de prisión, o ambas penas en simultáneo. La fecha máxima de entrega era el 1 de Mayo de 1933. (La onza troy (ozt) es una unidad de medida imperial británica. Actualmente se emplea principalmente para medir el peso -y por ende el valor- de los metales preciosos. Una onza troy equivale a 31,1034768 gramos. Hay 32,1507466 onzas troy en un kilogramo de metal precios).
Esta orden ejecutiva excluía específicamente a joyeros, artistas, dentistas, y otros individuos que utilizaran cantidades de oro en su trabajo permanente. La cantidad máxima del metal que podía conservar un ciudadano estadounidense era de 100 dólares en monedas de oro, un equivalente aproximado de cinco onzas troy del metal. Gracias a este decreto, el gobierno federal dispuso de grandes cantidades de oro y pudo elevar el precio, del metal, para transacciones al extranjero, hasta el nivel de 35 dólares la onza troy.
Esta modificación quedó oficializada en 1934, y los Estados Unidos (que aún utilizaban el patrón oro) elevaron el valor de intercambio del dólar por oro en 35 dólares por onza troy, lo cual explica la urgencia del gobierno de Roosevelt en disponer de todo el oro físico que pudiera encontrarse en territorio de EEUU -y canjearlo obligatoriamente por dólares- como medio de estabilizar la moneda tras la Gran Depresión, producto de la caída de Wall Street en 1929. Cabe recordar que conforme a las normas del patrón oro, el dólar estadounidense se mantenía convertible en esos años (es decir, el dinero fiduciario era intercambiable por oro físico).
Este precio de 35 dólares por onza troy de oro continuó vigente hasta que en 1971 el presidente Richard Nixon declaró el fin de la convertibilidad del dólar en oro - EE.UU. cesaba «temporalmente» sus canjes de dólares por oro, para transacciones en el extranjero. La medida «temporal» quedó derogada definitivamente en 1974 mediante una nueva ley promulgada por el presidente Gerald Ford, permitiendo a los particulares poseer oro en cantidades indeterminadas, ya sea en monedas, en bruto o en certificados.
Bretton Woods: El colapso del sistema de tipo de cambio fijo y «la otra historia» que pocos recuerdan -
El Acuerdo de Bretton Woods es el sistema histórico de gestión monetaria y cambiaria establecido en 1944. Fue desarrollado en la Conferencia Monetaria y Financiera de las Naciones Unidas celebrada en Bretton Woods, New Hampshire, desde el 1 de julio hasta el 22 de julio de 1944 - Pocos meses después y por cable inalámbrico THE NEW YORK TIMES recibe la noticia:
«Lord Keynes muere de ataque al corazón - LONDRES, 21 de abril 1946 - John Maynard Lord Keynes, distinguido economista, cuyo trabajo para restaurar la estructura económica de un mundo dos veces destrozado por la guerra le trajo influencia mundial, murió hoy de un ataque al corazón en su casa en Firle, Sussex. Tenía 63 años de edad. Agotado por la tensión de la Conferencia Monetaria Internacional en Savannah, Georgia, regresó a Gran Bretaña hace quince días, cansado y enfermo».
Después de la Segunda Guerra los dólares estadounidenses se convirtieron en moneda de reserva del mundo. Se acordó que cada dólar fuera respaldado por una cantidad fija de oro y cualquier país que tuviera dólares, siempre tenía la opción de canjearlos por oro físico. La idea fue crear una mayor confianza y estabilidad en el comercio internacional, lo que se logró durante casi veinte años, colocando a los Estados Unidos en una posición particularmente ventajosa; no muy diferente a un banco comercial que opera un sistema de reserva fraccionaria.
Sin embargo, desde el momento de plena convertibilidad de las transacciones en cuenta corriente en 1959, el crecimiento constante de los activos en dólares líquidos oficiales y privados en manos de extranjeros más la reducción oficial de la tenencias de oro, especialmente en los Estados Unidos, convencieron a los legisladores de que, salvo alguna alteración, el sistema estaba en una trayectoria hacia el colapso. Nadie realmente decidió terminar con el patrón oro mundial en 1971. Hubieran querido conservarlo. Por lo que parece, estaba funcionando bien. Las dos décadas anteriores habían sido de prosperidad y abundancia, no solo para los EE.UU., también para países de todo el mundo, incluidos los mercados emergentes.
El colapso del sistema de tipos de cambio fijos de Bretton Woods fue, en general, uno de los eventos económicos más importantes y predecibles. El retrovisor, por supuesto, agudiza la percepción de la inevitabilidad de los eventos y hace grandes profetas de aquellos miembros, del espectro de analistas, que acertaron en sus predicciones.
Pero los lineamientos generales al menos de los eventos clave -1967 a 1971- estaban previstos. Las advertencias proporcionaron la brújula a los responsables de la formulación de políticas que implementaron cambios serios en la provisión de liquidez y la administración de los controles de capital, en un vano intento de preservar el sistema.
El apogeo de Bretton Woods, durante el cual el sistema realmente funcionó, como se preveía en plena convertibilidad, duró sólo desde 1959 hasta 1968. Asociado con el crecimiento constante en la producción y el comercio mundial, estos nueve años y la década anterior -de movimiento hacia la convertibilidad de la moneda- son considerados algo así como un ciclo dorado. El contraste con la debacle de seis años del estándar de oro entre guerras.
Nunca hubo una gran conferencia internacional en la que se decidió la transición a un sistema de moneda flotante. No hubo tratados, agendas o planes. La realidad es que el sistema de Bretton Woods colapsó porque Estados Unidos intentó una política keynesiana de «dinero fácil» que resultó, inevitablemente, contraria al mecanismo de ajuste automático adecuado, tipo caja de conversión, del sistema estándar de oro.
A finales de 1960 se hizo muy evidente que el volumen de dólares, circulando en todo el mundo, era muy superior a la cantidad de oro disponible en las bóvedas de seguridad de EE.UU. - Lo que siguió -después de una serie de sustos financieros, y de crisis- fue un pánico bancario (bank run en inglés) contra las reservas de oro de EE.UU. liderado por los franceses. La salida de las reservas de oro desde «Fort Knox» alcanzó proporciones tan alarmantes que Richard Nixon anunció, el 15 de agosto de 1971, el cierre de la «ventana de oro» y «se suponía» que era una 'medida temporal'.
Milton Friedman fué el que advirtió: «Nada es tan permanente como un programa gubernamental temporal» - Y así fue. El dólar, sin respaldo, se convirtió en una moneda fiat y muy pronto comenzó a devaluarse frente a otras monedas. (El dinero fiduciario, aunque no tenga el respaldo oro está respaldado en la confianza de una sociedad, es decir, no se basa en el valor de metales preciosos sino en la creencia general de que ese dinero tiene valor. También se conoce como papel moneda o dinero inconvertible y fue sustituido hace 48 años por dinero fiat, del latín 'fiat', que significa «que así sea». Tiene ese nombre porque existe por decreto, por orden de la autoridad que gobierna. El dinero fiat vale como moneda de intercambio en el comercio).
En 1973 Richard Nixon envió a Henry Kissinger -que tenía una idea para salvar el valor del dólar- en una misión a Arabia Saudita para una serie de conversaciones secretas de alto nivel. Un año más tarde se llegó a un acuerdo y -de la noche a la mañana- surge un nuevo sistema que le permitió a los Estados Unidos operar, sin restricciones, las máquinas de impresión de la moneda de reserva mundial «sin siquiera una pretensión de convertibilidad del dólar a oro». Esto le dió al dólar un lugar especial entre las monedas del mundo y, en esencia, el dólar se convirtió en una moneda respaldada por petróleo.
En 1975, todos los miembros de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo) acordaron vender su petróleo sólo en dólares estadounidenses. Cada nación importadora de petróleo en el mundo comenzó a ahorrar sus excedentes en dólares estadounidenses con el fin de poder comprar petróleo; con la alta demanda de dólares se fortaleció la moneda.
Las décadas de 1970 y 1980 se caracterizan por recesiones en Estados Unidos, Europa y América Latina, y por el crecimiento de producción sostenido por algunos países del sureste asiático. Tres crisis marcaron estas décadas: la del dólar, la de los precios del petróleo y la de la deuda externa. Las dos primeras provocaron una espiral inflacionaria en las economías desarrolladas y la última dejó a las economías de América Latina en una posición muy endeble para enfrentar los retos que impondría la economía mundial de finales del siglo xx.
Fué otra 'década perdida' por la hiperinflación. En 1990 se produjeron nuevos desastres monetarios, nuevamente la hiperinflación en Europa oriental y Asia central, una implosión monetaria en México en 1995 y otra ronda de colapso de la moneda en toda Asia en 1998.
En la última década, las monedas han vuelto a disminuir en valor en todo el mundo. Los últimos 40 años han sido décadas de caos sin fin. Grandes extensiones del globo envueltas en crisis, colapso e hiperinflación, no todas al mismo tiempo, pero nadie escapó ileso.
El colapso del patrón oro de Bretton Woods provocó un enorme trauma. Una pieza central de la Civilización Occidental se derrumbó y nada se hizo para detenerlo. El resultado de este trauma, es que muchos economistas no han intentado probar otro sistema mundial estándar de oro que está basado en una función de ajuste de suministro automático y, obviamente, no puede tener el objetivo de tasas de interés keynesiana y, al mismo tiempo, políticas de «dinero fácil». Sería exagerado decir que el oro tiene un valor perfectamente inalterable, sin embargo, estuvo lo suficientemente cerca de este ideal y no generó grandes problemas.
ESTADOS UNIDOS DERROCHÓ SU CAPITAL EN ORO
Eisenhower inició en 1951 su campaña presidencial. Buscó especialmente dar seguridades a los ciudadanos estadounidenses. Centró su campaña en tres temas principales: poner fin al estado de corrupción que, según él, reinaba en la clase política; poner fin a la Guerra de Corea; y acabar con la subversión que suponía, en su opinión, el comunismo.
Hace cincuenta y siete años el saliente presidente de EE.UU., Dwight «Ike» Eisenhower, ofreció lo que algunos consideran la despedida presidencial más recordada de la historia estadounidense, sólo superada por la del primer mandatario y padre fundador, George Washington.
En su discurso televisado del 17 de enero de 1961, Eisenhower habló a los estadounidenses del novedoso concepto del «complejo militar-industrial» conformado por las Fuerzas Armadas y los fabricantes de armamentos y advirtió de su creciente ingerencia en el manejo de las políticas públicas del país:
«Debemos cuidarnos de la adquisición de influencia injustificada, tanto solicitada como no solicitada, del complejo militar industrial», dijo Eisenhower en la frase del discurso que pasaría a la historia y que eventualmente se convertiría en bandera de pacifistas.
En el siglo XXI el crecimiento del aparato de seguridad nacional, motivado en la última década por los atentados extremistas del 11 de septiembre de 2001, parece corroborar los peores temores expresados por el general-presidente. Los líderes estadounidenses de finales de la década de 1960 y principios de 1970 estrellaron el balance económico mundial. Es hora de enfrentar este desastre histórico, de entender los errores de ese momento y cómo podrían evitarse en el futuro.
NO FUÉ John Maynard Keynes - Muchos adjudican a Keynes la creación del 'Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial'. Es todo lo contrario, en Bretton Woods -y en nombre del gobierno británico- Keynes presentó un plan para evitar la retroalimentación mundial de las futuras depresiones. Su idea básica, requería de la cooperación internacional, creando un órgano internacional de compensaciones monetarias, el nombre que utilizó Keynes fue: «The International Clearing Union». Un organismo que emitiría una moneda internacional -demominada «el bancor»- asociada a las más fuertes divisas nacionales y el oro. Los países con excedentes, en sus balanzas de pagos, financiarían a los deficitarios. El plan evitaría la guerra de las devaluaciones y el proteccionismo para corregir los déficits de divisas. Evitaría la inflación y la deflación y los países se comprometían a sostener balanzas de pagos equilibradas. El incumplimiento obligaría a pagar intereses. EE.UU. que era, y actualmente es, «el mayor acreedor del mundo» se negó a emplear su superávit en favor de tales objetivos. Propuso, en cambio, el «Plan White» que dio origen al «Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial», cuyas orientaciones han sido restrictivas y exigentes con los países deudores y más débiles.
Hoy, China, Rusia y Alemania tienen un espíritu más amplio y tal vez, más inclusivo.
Alemania le reclamo a EE.UU. el oro que tenía depositado en «Fort Knox», recobrando 300 toneladas métricas (330,7 toneladas), como parte de un plan para repatriar las barras del metal mantenidas, en el extranjero, durante la Guerra Fría.
Desde 2005 Rusia ha triplicado sus reservas de oro a 1.247,58 toneladas. Mientras tanto China se ubica justo después de Rusia, con 1.054,1 toneladas. Sin embargo, la mayoría de los analistas aseguran que la cifra real es mucho más elevada, ya que desde hace años Pekín mantiene sus compras del metal en secreto. Kazajistán, Kirguistán, Bielorrusia –miembros de la Unión Aduanera con Rusia– y también Serbia y Grecia son otros compradores activos del oro y los Países Bajos están repatriando las reservas que guardaban en el extranjero.
* Periodista y Lic. en Ciencias Económicas argentina radicada en Sydney
AQUí: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=87857
https://www.forbes.com/2011/07/07/bretton-woods-collapse.html#231074f56792
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John Paul Koning: «How the Fed Helped Pay for World War I»
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