El deterioro de
la situación social y económica lleva a
la derecha hacia una crisis política
imposible de apaciguar. La única alternativa que tienen es dividir el
campo popular. Necesitan generar brechas, contradicciones ínfimas y/o desunión
entre el 70 por ciento de la sociedad que caracteriza estos tres años de
gobierno como un fracaso, una gran estafa o simplemente como la expoliación
exitosa de quienes han venido a empobrecer a los sectores más desfavorecidos a
costa de su enriquecimiento.
En apenas cuatro
meses se inicia al campaña electoral y el campo popular va a ser bombardeado
con zancadillas mediáticas y operaciones de inteligencia dispuestas a
implosionar el frente patriótico nacional imprescindible para frenar la
ofensiva neoliberal que asola nuestro país y América Latina. Es verdad que
existen muchxs compañerxs que durante estos años han sido débiles y en muchos
ocasiones se han dejado melonear por los cantos de sirenas del pragmatismo biempensante.
Cada uno se pondrá el sayo que le toca. Incluso habrá otros –según las
diferentes perspectivas-- que han sido funcionales a las estrategias del
macrismo diagnosticando que se trataba de una nueva derecha, republicana, respetuosa
del estado de derecho. Seguramente, cada uno tendrá su lista de resquemores
atrasados (o presentes), debidamente guardados, bajo siete llaves, en el
bolsillo interno de alguna indumentaria imperecedera, cerca del corazón. Pero
el dolor posible, el sufrimiento de los más vulnerables, en el caso hipotético que
tenga continuidad este programa de destrucción del mercado interno, es tan desbastador,
que debiéramos guardarnos ese inventario para posteriores momentos. No es lo
mismo discutir desde el poder que desde los márgenes (o las prisiones) a lo que
pretenden desplazar a quienes resisten este tiempo abyecto.
La Alianza
Cambiemos sabe que la única forma de ganar las elecciones del 2019 es quebrar
el voto del campo popular que –en términos socioeconómicos—supone dos terceras
parte del electorado. Los medios acólitos al hegemonismo financiero, respaldado
por impúdicos sobres millonarios (denominados pauta o dinero negro),
contribuirán con esmero y desesperación, ya sea por convicción o por miedo:
empiezan a ver que finalice el jolgorio farsesco de los globos y el hechizo
hueco y ficticio. Inventarán enemistades, propenderán a las peleas entre los
referentes del campo popular, inventaran y ampliaran inquinas, sembrarán de
zancadillas a todos los que en forma sistemática van convergiendo hacia ese
frente defensor de la integridad nacional.
Los actores
políticos que juegan del lado del pueblo tendrán que estar atentos a estas
operaciones. Y la militancia popular a no reproducirlos, priorizarlos ni
extender su agenda como sustituta de los grandes temas que asolan a los
desocupados, los discapacitados, los jubilados, los portadores de la Asignación
Universal por Hijo y los jóvenes que empiezan a ser reprimidos en nombre de una
doctrina de persecución interna impulsada por Patricia Bullrich.
Van a ponerle
micrófonos para lograr que se enfrenten quienes cuestionan al macrismo. Van a
redactar kilómetros de tinta radioactiva contando secretos de odios entre
compañerxs. Van a modificar los dichos en las entrevistas para retransmitirlas
como ejes centrales de posicionamientos políticos. Van, en síntesis, a buscar
por todos los medios que lleguemos enojados, exhaustos, partidos: actores
colectivos incapaces de trasmitir esperanza dadas las rivalidades internas del
campo popular. Habrá que ser lúcidos para no hacerles el trabajo fácil. Habrá
que estar concentrados para no regalarles “la paz interna” que pretenden
instituir como parte del relato fetichizado de una dominación con siervos
obedientes.
El armado
yuxtapuesto de pedazos requiere de persistencia, objetivos claros y paciencia.
El entramado debe priorizar al enemigo por sobre las rencillas estériles del
narcicismo y el vedetismo: no es el momento para cuestionar abiertamente
compañerxs porque no logran acompasar el tranco colectivo del gran frente
nacional. Tampoco es el momento de mostrar cocardas de lealtad bien merecidas para diferenciarse de los
rezagados. Es la hora de señalar a quienes le están arruinando al vida a
nuestrxs hermanxs. De no dejarse obnubilar por escaramuzas de cartel ni hacerle
el juego a quienes pretenden construir una imagen de permanentes conflictos al
interior de quienes nos queremos deshacer de este presente de oprobio.
Hay demasiadas familias destrozadas que nunca nos perdonarán que no seamos lúcidos y consecuentes. Hay tentáculos imperiales estudiando cada paso para evitar que cualquier cosa cercana a la soberanía o a la integración latinoamericana sea conjurado, destripado y/o imposibilitado. Las generaciones no nos perdonarán tanta imbecilidad. Y nuestros antepasados, que lucharon contra estos mismo sátrapas --de una y mil formas--, tampoco.
Pintura: La libertad guiando al pueblo (Eugène Delacroix)