• 21 de noviembre de 2024, 6:51
Inicio | Opinión

La clase de los desclasados

Por Eduardo de la Serna*

Hace muchos años, un profeta, que además era cura, Rafael Tello, propuso “un seminario para vagos”. Sostenía que un seminario, como lugar para la formación de los que iban a ser curas, no era para los pobres. Y que, si alguno entraba y “sobrevivía”, quedaba totalmente “desclasado”; es decir, tendría introyectada una mentalidad, un modo de hablar (y vestir, y sentir) que no era el propio. Esto le motivó durísimas sanciones del entonces arzobispo que entendía que “el Viejo” (como siempre fue llamado Tello) estaba haciendo una iglesia paralela. Dejo de lado, ahora, el tema, pero creo que el hecho, en sí, no sólo no ha cambiado, sino que se ha reforzado, aunque haya excepciones que justifiquen la regla, como fue, por ejemplo, el caso de San Miguel de Sucumbíos (Ecuador). Me consta de seminarios que prohíben el uso de jeans y zapatillas (o alpargatas, por ejemplo). Eso termina en el hecho de que hay lugares, ¡y también me consta!, donde ser cura es una clase social. Es un ascenso. Y me consta, también, de curas que provienen de ambientes populares y tienen actitudes que contrastan notablemente con su origen en su vestimenta, su lenguaje, sus gestos y su mirar al mundo “por encima de su hombro”; aunque hay excepciones, por cierto.

Y quiero detenerme en un caso fuera de lo clerical, totalmente actual, ¡y nacional. Es sabido, en Argentina, el origen muy humilde de Carlos Tévez. Su origen se remonta al mal llamado “Fuerte Apache” (de ahí el sobrenombre ‘Apache’ que algunos le han dado a Carlos). Su increíble talento futbolístico hizo que alguien lo viera desde chico y pusiera en él los ojos. Y fichó para Boca. Y es siempre sabido que, en muchos barrios populares, que un hijo sea futbolista profesional es literalmente “la salvación”. El entonces presidente de Boca se ocupó que cambiara de domicilio, que mejorara su aspecto y que firmara contratos suculentos. Tevez (y familia) “se salvó”. Para más, siendo un jugador excelso, y bien comprometido con el juego, eso lo llevó a ventas en el exterior, lo que aumentó notablemente su cuenta bancaria, siendo la última un breve paso por China donde, sin duda, “el colchón” se engrosó bastante. Pero…

Pero quizás por ser persona “de pueblo” (otro apodo: “el jugador del pueblo”) es agradecido con quienes lo ayudaron (sic). Fue notable, por ejemplo, que invitara a Mauricio Macri a la fiesta de bodas (se casó en San Isidro, y la fiesta fue en Carmelo, Uruguay), o que, siguiendo su consejo, se asociara con él al dudosísimo negocio de los parques eólicos. Lo que quizás no haya asumido, es que, si él pudo jugar y obtener jugosos contratos futbolísticos, fue gracias a su formidable talento, y que el entonces presidente del club se benefició mucho de ello (como, en realidad, se benefició de todo lo que tocaba, y no por ser Midas, precisamente, sino por la enorme capacidad de negocios dudosos que lo ha caracterizado siempre). Si Tévez “triunfó” en el fútbol, fue por ser el jugador que es, no por el “padrino” que tuvo.

Y acá el desclasamiento. No sería extraño que, siguiendo el consejo de su mentor, pero ya con toda la responsabilidad personal, Carlos Tévez, el ex jugador del pueblo, acaba de presentar un amparo judicial para no pagar el aporte a las “grandes fortunas” (es decir, a quienes tienen más de $ 200.000.000, algo que solamente 13.000 personas en todo el país pueden ostentar). Al mismo tiempo, el mismo amparo fue presentado, por ejemplo, por los máximos accionistas del Grupo Clarín. Es a esto a lo que se suele llamar desclasamiento.

Pero no deja de ser notable la comparación entre Carlos Tévez y Diego Maradona, uno que nunca olvidó ni renegó de su pasado en Villa Fiorito, que siempre hizo suya la causa de los negados y rechazados, de las víctimas de la historia. Y aunque nadie diría que Maradona era pobre (y los buitres que lo rodearon lo confirman) es indiscutible que siempre estuvo del lado de los que beneficiaban a los pobres. Y precisamente por eso Diego era aborrecido por tantos… porque estaba donde tantos añoraban llegar, pero nunca olvidó sus raíces. Es triste notar, desclasamiento mediante, que alguien crea ahora pertenecer a otra clase, a la que no pertenece, que es un par de aquellas y aquellos que jamás lo invitarían a su casa, y que, por tener dinero, se desentiende insolidariamente, de los que – como él hace muchos años – no saben cómo enfrentar ya no el futuro, sino el mismo presente. A lo mejor, las marcas que le dejó la infancia, no sean nada en comparación con las que le deja en el corazón y el cerebro la amnesia de su pasado, lo efímero de su presente y el probable olvido en su futuro. Por eso Diego era un grande, y quizás no sea tarde para aprenderlo.

*Teólogo. Miembro del Grupo de Curas en Opción por los Pobres.

Fuente: Liliana López Foresi

Opinión