• 24 de abril de 2024, 17:36
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Globos de prueba

Por Carlos Caramello


"Ellos mandan hoy...  porque tú obedeces".

Albert Camus

El 18 de diciembre de 1975, un desconocido brigadier de apellido Capellini se sublevaba contra el gobierno de María Estela Martínez de Perón tomando la Base Aérea de Morón. Sus reclamos: la renuncia de la entonces presidenta y la del Brigadier General Héctor Fautario, comandante en jefe de la Aeronáutica, al que, “en un confuso episodio” lograba encontrar, detener y confinar -claro, sin custodia alguna- en el Taller Regional Quilmes. Fautario, que había sido “encerrado” en una habitación sin llave y con la puerta abierta, logra “escapar” y llega al edificio Alas donde denuncia la asonada. 

Pruebas al canto, Capellini estaba más solo que Robinson Crusoe sin Viernes. El pretendido golpe exhibía, por momentos, aires de vodevil. Algo olía a podrido en torno a los sublevados. El insurrecto, sin embargo, resistía a los pedidos y las amenazas; se ponía caprichoso y, entonces, la mismísima Fuerza Aérea (que, al parecer, lo había alentado en su acción insurgente), bombardea la pista de la base… y listo. El brigadier se entrega. Cae el telón.

Aquel malogrado “fragote” podría haber sido motivo de risa si, tres meses después, no se hubiese consumado el golpe más sangriento, brutal y genocida de toda la historia Argentina. 

Capellini, entregado por sus propios compañeros de armas, engañado por vaya a saber qué poderes locales y extranjeros, abandonado en el medio del desierto con un paquete de papas fritas pero sin caramañola fue, a todas luces, un globo de ensayo. Los golpistas lo lanzaron para medir la reacción del Pueblo (la dirigencia política no interesaba demasiado porque sabían que era lábil y reticente. Y en muchos casos, cobarde). Pero un estallido social hubiese sido un dique difícil de sortear… porque aún no pensaban en la masacre. Después; bueno, después vino lo que vino. Nuestro presente también reconoce vínculos con aquella tragedia. 

Mesa de arena

Jujuy fue la “mesa de arena” de Juntos por el Cambio. El “banco de pruebas” de las políticas de persecución, encarcelamiento y ruina de los “enemigos”. Gerardo Morales, un radical autoritario y prepotente, arregló con el presidente Macri para testear lo que empezó siendo una táctica y se convirtió en estrategia: acaso la única que tuvieron para vaciar al país, endeudarnos por 100 años, fugar más de 80.000 millones de dólares, entre otras iniquidades. 

La víctima originaria, el chivo expiatorio, se llamó Milagro Sala. Detenida con una causa inventada. Como Amado Boudou. Como Julio De Vido. Como Orlando Baratta. Como Juan Pablo Schiavi. Como… como… como… La lista asusta. El globo de ensayo se soltó en la Quebrada y el resultado los animó a avanzar. 

Avanzaron. Pucha si avanzaron: a sangre y fuego; a mentiras propaladas por medios cómplices; a acciones deleznables de los servicios secretos; a corrupción sin máscara de los tribunales federales. 

Hubo un solo puente roto: la marea militante que acompañó a Cristina Kirchner a Comodoro Py, el 13 de abril de 2016, bajo el cielo plomizo, flotando en un coro que decía: “Ohhhh, vamos a volver, a volver, a volver, vamos a volver”. 

El pueblo en la calle

Bueno, con Cristina no. Pero, el resto… creyeron que podían todo. Pero no. Otro detente resultó la movilización de cientos de miles de argentinos contra un dictamen de mayo de 2017 en el que la Corte Suprema le concedió el beneficio del 2 x 1 a un represor: ayuda para uno suele convertirse en changüí para todos y entonces, los argentinos, que si algo entendieron es el Nunca Más (o al menos eso es lo que pareciera), tomaron las calles de todas las ciudades importantes de la Argentina y le pusieron coto a la decisión (no Don Alfredo, no hablo de usted).

Meses más tarde, la misma la Corte Suprema de Justicia de la Nación, con los mismos integrantes, dio marcha atrás y se pronunció en contra del dictamen que favorecía a los genocidas. Lo notable fue que Horacio Rosatti, el actual presidente del máximo tribunal (lo que no significa que sea el mejor tribunal) y, en un primer momento “promotor” del 2x1, lo rechazó luego por “inadmisible”. 

Evidentemente las marchas llevadas a cabo en el país habían servido para que Rosatti, cual el León Melquíades, huyese “hacia la izquierda”. Claro que, sin costo alguno porque simplemente se basó en la fórmula llamada “280”, ese artículo del Código Procesal Civil que permite rechazar un planteo sin dar argumentos tan utilizado por los cortesanos mayores.

Monarquía judicial

“En cualquier país serio (como les gusta decir a esos argentinos que siempre votan a la derecha pero se consideran apolíticos) esto no ocurriría”. Un juez ingresado a la Corte por la banderola y con semejante ejercicio del prevaricato especulativo, duraría menos en su cargo que López Murphy en el Ministerio de Economía. 

Pero no. Rosatti no sólo continuó como juez sino que, años más tarde, y a través de una maniobra que “técnicamente no es delito” -como hubiese definido Laura Alonso en la Oficina Anticorrupción-, alcanzó la presidencia de la Corte. Se tuvo que votar a sí mismo pero… esas son nimiedades.

Y luego, ya apoltronado en el majestuoso sitial de los presidentes cortesanos, no conforme con el poder (ni con la guita) que manejaba, con otra jugada dudosa (que el VAR judicial dejó pasar haciendo siga-siga), se encaramó a la presidencia del Consejo de la Magistratura, ese instituto de la Constitución Reformada en 1994 que, más allá de las buenas intenciones de don Raúl Alfonsín, terminó siendo un laberinto del que ni siquiera se sale por arriba.

Ahora bien: ¿Qué significa esta suerte de golpe de Estado blandengue? Nada más y nada menos que un nuevo globo de ensayo. Porque la Derecha no tiene ganas de más dilaciones; no confía en los candidatos que la representan (que están enredados en tensiones personalistas) y sabe que cuenta con la complicidad displicente de la progresía del puerto (como contó Macri en su gobierno para hacer lo que se le cantó).

Pero… ¿Y el Pueblo? ¿Y si sale a la calle, toma las plazas, asalta el Palacio de Invierno de la City; a falta de conductores visibles erige a su propio Monsieur Guillotin y hace tronar el prometido escarmiento?

A eso le temen: A la voluntad popular. A la potencia contenida de las masas. A que, finalmente, ese poder que representa la rémora monárquica de nuestro sistema republicano, pase a integrar la lógica democrática y tenga que cumplir su rol sin beneficios ni prebendas.

Por eso lanzan su globo aerostático de prueba. Para saber si van a tener que desensillar el ponny o van a poder seguir avasallándonos. O sea: haciendo, de nosotros, sus vasallos.


Fuente: Liliana López Foresi

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