George Orwell es el seudónimo de Eric Arthur Blair,
nacido en 1903 en Motihari, Bengala, India, durante la época del dominio
colonial británico.
Un joven Orwell viajó a Inglaterra con su madre y se educó en las escuelas de Henley y Sussex.
Luego asistió al Eton College. Debido a que la
literatura no era un tema aceptado, en la época, para los niños varones, Orwell
estudió a los grandes maestros de la literatura y comenzó a desarrollar su
propio estilo de escritura.
En Eton, entró en contacto con los ideales liberales y
socialistas, y fue allí donde se formaron, inicialmente, sus puntos de vista
políticos y sociales.
Orwell se mudó a Birmania en 1922 y se desempeñó, durante cinco años, como Asistente del Superintendente de la Policía. Luego renuncia al cargo debido a su creciente aversión al imperialismo británico.
Contrae matrimonio en 1936, poco antes de mudarse a España para escribir artículos sobre la Guerra Civil española. En España, Orwell encontró lo que había estado buscando: un verdadero estado socialista. Se unió a la lucha contra el partido fascista, pero tuvo que huir cuando el grupo al que estaba asociado fue, falsamente, acusado de ayudar secretamente a los fascistas.
La carrera de Orwell, como escritor, abarcó casi diecisiete años. Irónicamente, aunque Orwell no se consideraba novelista, escribió dos de las obras literarias más importantes del siglo XX: «Animal Farm» y «1984».
Uno de los temas planteados en «1984» es la idea de que la historia es mutable o cambiante, que la 'verdad' es lo que el 'Partido' considera que es, y que las verdades que se encuentran en la historia son las bases de los principios del futuro. Algunos líderes fascistas alemanes, se jactaban diciendo: «Si repites una mentira lo suficientemente fuerte y con la suficiente frecuencia, la gente la aceptará como verdad».
Los estalinistas perfeccionaron este 'modus operandi'
reescribiendo personas y eventos dentro y fuera de la historia o distorsionando
hechos históricos para adecuarlos a los propósitos del 'Partido': «Quien
controla el pasado controla el futuro; quien controla el presente controla el
pasado», dice el eslogan del 'Partido' en «1984».
Parece una exageración, un fenómeno, lo que Orwell observó en su propio tiempo e informó con verdadera claridad en «1984»: «Las personas, fácilmente, creen en lo que pueden creer más cómodamente».
En la escritura Orwell buscó la verdad. Incluso su ficción tiene elementos del mundo que le rodea, de las guerras y luchas que presenció, de la naturaleza terrible de la política y del terrible costo que el 'totalitarismo' conlleva al espíritu humano.
Desde el momento en que comenzó a escribir, a la edad de
veinticuatro años, Orwell ansiaba capturar las luchas de la gente «real», vivir
entre los menos afortunados y contar sus historias.
De su propia escritura, Orwell ha dicho: «Escribo porque
hay algunas mentiras que tengo que exponer, hechos a los que deseo llamar la
atención».
Orwell ciertamente hace esto en «1984», una novela cargada de propósito, significado y advertencia política.
El doble discurso es el acto de mantener, al mismo
tiempo, dos ideas u opiniones exclusivas y opuestas, y creer en ambas
simultánea y absolutamente. El doble discurso requiere usar la lógica contra la
lógica o suspender la incredulidad en la contradicción. Los tres lemas del
partido: «La guerra es paz, la libertad es esclavitud, la ignorancia es
fuerza», son ejemplos obvios de doble discurso/newspeak que, también, ocurre en
detalles más sutiles.
Orwell alerta a los sentidos del lector de la anticipación y el temor en su descripción de la burocracia y la estructura política de Oceanía: «El Ministerio de la Verdad», que reescribe la historia para adaptarse a la ocasión; «El Ministerio de la Paz», que funciona para hacer la guerra; «El Ministerio del Amor», que mantiene la ley y el orden y es «realmente aterrador»;
y el «Ministerio de la Abundancia», junto con la «Policía
del Pensamiento» y las sesiones de odio de dos minutos y las consignas
nacionales antitéticas: «Guerra es paz, Libertad es esclavitud e Ignorancia es
fortaleza».
George Orwell es
considerado uno de los grandes críticos sociales de la era moderna.
Algunas de sus citas, con más de medio
siglo de antigüedad, muestran una profunda comprensión del futuro, que sólo una
mente iluminada como la suya podía llegar a tener.
Orwell estaba seguro de que el declive de un idioma tenía causas políticas y económicas. Aunque no tenía pruebas sólidas, presumió que las lenguas de los países bajo dictaduras, como la Unión Soviética o la Alemania de Hitler, se habían deteriorado bajo sus respectivos regímenes.
«Cuando el ambiente general es malo, el lenguaje debe
sufrir», escribe Orwell en su ensayo, «Política y el idioma inglés». «Si el
pensamiento corrompe el lenguaje, el lenguaje también puede corromper el
pensamiento», continúa. Aquí está el concepto mismo detrás de la invención de
'Newspeak en la Oceanía de Winston Smith'.
«Por qué Orwell y su '1984' son tan actuales en el Siglo XXI?
A través de su creación, y la explicación de 'Newspeak',
Orwell advierte al lector 'que un gobierno' que crea el idioma y ordena cómo se
usa 'puede controlar las mentes de sus ciudadanos'.
¿No es lo que está sucediendo actualmente con gran parte de la población en todos los países... incluso en la Argentina?
Aquí algunos ejemplos que nos dejó Orwell:
«En nuestra época no existe la posibilidad de mantenerse fuera de la política. Todos los asuntos son asuntos políticos y la política, en sí misma, es una masa formada de mentiras, evasiones, locura, odio y esquizofrenia»
Aunque alguien consiga evitar la
política, en algún momento los efectos de las decisiones políticas que ha
tratado de evitar, llamarán a su puerta y le afectarán plenamente.
Lo podemos ver a diario cuando en la
televisión aparecen líderes políticos, expertos analistas y los opinadores de
turno, clamando por la necesidad de defender las calles de un pueblo de nombre
impronunciable. Hablando de bombardeos 'selectivos y humanitarios'; 'lucha
legítima' contra 'terroristas' o 'gobiernos', en el nombre de la democracia, la
paz, la seguridad, para cumplir las leyes internacionales o en defensa de la
Patria, las creencias religiosas y cualquier ideologías que molesta al
'cogobierno de turno'. Así caen las balas contra los manifestantes que reclaman
por sus derechos laborales, mientras los 'expertos', ministros y funcionarios,
apoyan a sus ejércitos, todos muy cómodos y hablando ante las cámaras, lejos
del peligro y del campo de batalla que ellos mismos han generado.
Una idea muy difícil de aceptar para
muchas personas. Sólo pensar en 9/11 y ver quién se benefició de las todas
guerras libradas por los EE.UU. para comprender que ésta es la auténtica
realidad que se esconde detrás de la mayoría de los conflictos actuales.
Podemos leer libros de historia de
todo el mundo que narran victorias que nunca fueron.
Ni hablar de las naciones que afirman
que uno de sus ciudadanos fue el primero en volar o en realizar un mismo
invento. La historia siempre es escrita por el vencedor o por el que tiene el
poder…y a éste nunca se le pregunta si está diciendo la verdad.
Cada vez está más claro: las
revoluciones del futuro no se librarán con balas y explosivos, sino con
pequeños fragmentos de datos que viajen por las redes de todo el mundo
destruyendo las falsas narraciones con las que los gobiernos engañan a sus
ciudadanos.
Ahí están los ejemplos de Assange,
Manning o Snowden.
«El periodismo consiste en decir cosas que alguien no quiere que digas: todo lo demás son relaciones públicas»
No nos equivoquemos al respecto; si un
artículo no enoja a alguien, no es auténtico periodismo. Lo que actualmente es
considerado «una noticia», es poco más que un anuncio oficial de un producto,
un servicio, o una creencia. Pura propaganda al servicio de algún interés. El
auténtico periodismo consiste en desvelar la verdad. Y la verdad siempre
molesta a alguien.
«En la vida real es siempre el yunque el que rompe al martillo…»
En todos los conflictos, tal y como
podemos ver actualmente por todo el mundo, el bando vencedor no es el que puede
infligir un mayor daño, es el puede soportar mayores daños.
El que resiste, es el que acaba
imponiéndose en última instancia. Sin ir muy lejos, en Vietnam,
las poderosas fuerzas militares
«ganaron las batallas pero perdieron la guerra».
«El nacionalista no sólo no desaprueba las atrocidades cometidas por su propio bando, sino que además tiene una notable capacidad para ni siquiera oír hablar de ellas»
Los ciudadanos norteamericanos hablan
hasta el cansancio de las Torres Gemelas pero jamás han escuchado lo que pasó
en la masacre de Sabra y Shatila - En la mayoría de las guerras, invasiones y
provocaciones innecesarias los que cometieron las atrocidades y los actos de
brutalidad llevaban una bandera norteamericana en su hombro.
«Las amenazas a la libertad de expresión, de escritura y de acción, aunque a menudo parecen triviales cuando las vemos aisladamente, son acumulativas en su efecto y siempre conducen a una falta de respeto generalizado hacia los derechos del ciudadano»
Esto sucede, en estos momentos, en la
Argentina. Se inventan nuevas formas de censura o nuevos métodos para forzar a
la 'gente' a que se autocensure
y la 'gente' no reacciona porque el 'nuevo método de represión' no los afecta
directamente a ellos o se aplica a una pequeña minoría, generalmente la de
menores recursos, jubilados, niños y ancianos. Cuando «el que no sabía»
despierta a la realidad porque ahora también lo afecta, su libertad de
expresión y su capacidad para disentir ha sido completamente restringida y ya
es demasiado tarde.
«Si quieres ver una imagen del futuro, imagina una bota aplastando un rostro humano para siempre»
Una vez que las personas son
adoctrinadas con el 'doble' discurso político; cuando el 'otro' pasa a ser el
enemigo personal porque su piel es diferente, nació en otro país o tiene su
'hogar' en la calle y cuando todo parece 'normal' porque lo dice 'fulanito,
menganito o perenganito' en la televisión... ya no hay ninguna posibilidad de
que las personas recuperen la libertad. Cuando todas estas piezas,
cuidadosamente, están en su lugar, se pierden todas las oportunidades de
recuperar la libertad y no sólo eso, también se evapora la voluntad de las
personas de alcanzar dicha libertad.
La lectura de «1984» constituye una auténtica novedad en la historia. Con anterioridad a su publicación el desarrollo tecnológico no había permitido un grado de control del ciudadano del nivel y la profundidad que Orwell describe. Con la 'telepantalla' es más que posible el ejercicio de un poder real en la esfera de la conciencia del individuo -algo que ni la Inquisición, por ejemplo, ni las formas de tortura más aberrantes, practicadas a lo largo de la historia, habían conseguido plenamente. Ahora sí puede decirse sin dudar... de la cultura del poder absoluto. Y el poder absoluto, encarnado en el 'Gran Hermano' y en el 'Jefe-Partido', no puede ni debe presentar fisura alguna; por definición, él es desde ahora la única fuente de la verdad.
Los
argentinos estamos aceptando la alteración del pasado, un cometido nada simple
ni trivial. En un sistema político como el que describe Orwell se convierte en
una actividad primordial, que justifica la existencia de ciertas frases que,
prácticamente se pronuncian a diario:«Sí, se puede», «todos debemos aportar
nuestro grano de arena». «Con alegría porque llegarán las inversiones» y «Todo
el mundo estaba esperando que la Argentina entrara de nuevo al mundo -cuya
misión específica es «la falsificación diaria del pasado».
La razón más importante para reformar
el pasado es la necesidad de salvaguardar la infalibilidad del Jefe-Partido
en cada elección. Es preciso poner al día los discursos, estadísticas y datos
de toda clase para demostrar que las predicciones del Jefe-Partido nunca
fallan. No puede admitirse en ningún caso que la doctrina política del
Jefe-Partido haya cambiado en lo más mínimo -aunque no haya cumplido ninguna de
sus promesas pre-elctorales- porque cualquier variación, de la táctica
política, es una confesión de debilidad y si los hechos demuestran otra cosa,
hay que cambiar los hechos.
En nuestra sociedad la conciliación
entre el «pasado» y un «presente» en proceso de continua reelaboración y
pensando siempre en las próximas elecciones, se consigue mediante una técnica
mental de «control de la realidad», asequible a cualquier persona entrenada,
que en neolengua (o lengua en la nueva República Argentina de Durán
Barba) se denomina doble pensar, aplicando siempre la duda, la incertidumbre o
por ejemplo la frase anticonstitucional: «Hay mucha gente que pide la pena de
muerte».
No pueden cambiar la historia, no pueden cambiar el pasado porque el pasado, todavía, tiene al futuro en su poder... quien quiera oir que oiga!!
Fuente: Liliana Lopez Foresi