Los 10 puntos que propuso Milei para chantajear a las provincias tienen estos puntos que, parece, no se pueden discutir. Son el Rubicón del mileinarismo… Pero, ¿y qué pasa con los que no estamos de acuerdo con uno, o dos… o seis… o diez de estos puntos?
• 1. La inviolabilidad de la propiedad privada.
• 2. El equilibrio fiscal innegociable.
• 3. La reducción del gasto público a niveles históricos, en torno al 25% del Producto Bruto Interno.
• 4. Una reforma tributaria que reduzca la presión impositiva, simplifique la vida de los argentinos y promueva el comercio.
• 5. La rediscusión de la coparticipación federal de impuestos para terminar para siempre con el modelo extorsivo actual.
• 6. Un compromiso de las provincias de avanzar en la explotación de los recursos naturales del país.
• 7. Una reforma laboral moderna que promueva el trabajo formal.
• 8. Una reforma previsional que le dé sustentabilidad al sistema, respete a quienes aportaron y permita, a quienes prefieran, suscribirse a un sistema privado de jubilación.
• 9. Una reforma política estructural que modifique el sistema actual y vuelva a alinear los intereses de los representantes y los representados.
• 10. La apertura al comercio internacional, de manera que la Argentina vuelva a ser una protagonista del mercado global.
Para empezar, y que lo primero sea el tema de la “propiedad privada”, ya me genera un problema. Javito, “¡tachame la doble!” Algunos creemos que la propiedad privada está supeditada a la vida plena de la sociedad. Que los bienes Dios los creó para todos y unos pocos se los han apropiado. “Sobre toda propiedad privada grava una hipoteca social” decía el marxista Juan Pablo II.
La mayoría de los temas tienen mirada económica. Y mirada individualista, mirada que ignora el dolor y el sufrimiento, mirada que desconoce al hermano y la hermana. Mirada que exalta la libertad ignorando que va junto a la igualdad y la fraternidad. ¿Vale que lo piense?
El gasto público ¿qué seria? ¿Salud, educación, infraestructura? ¿por qué debería reducirse y no ampliarse? Tu planteo me confunde…
Apruebo una reforma tributaria, pero una en la que paguen más los que más tienen en beneficio de los que menos tienen. Pero sospecho que no es esa la reforma que propondrías.
¡Bien por lo de la coparticipación federal! Pero repensarla en beneficio de que las provincias que tienen menos recursos, porque son más perjudicadas, no dejen de tener lo necesario para la vida de los habitantes. Y eso de que las provincias avancen en la explotación de sus recursos, ¿no es algo bastante primitivo? Digo, ¿y si se sumara “valor agregado”? ¿No beneficiaría a las provincias y al país entero? Porque vender cuero para comprar zapatos ya lo hemos vivido, ¿no?
Bien también lo de la reforma laboral… pero, no sé por qué me huele a defensa de la esclavitud. Y eso, creo, no sería reforma. Y mucho menos defensa del trabajo formal.
Otra, lo de las AFJP (de las que fuiste asesor, claro) ya lo vivimos, vimos la explotación, la injusticia y perversión. La solidaridad no es algo que esté en tus horizontes, pero, ¿puede, al menos, estar en el nuestro? ¿Podemos defender un sistema previsional que sea solidario y no perverso?
Buenísima una reforma política, pero ¿no podrías ser más claro con lo de los intereses de representantes y representados? Digo, porque, así como está planteado, se parece bastante a una dictadura.
Y lo de apertura al comercio global me genera dudas… digo, porque “abrir las puertas a un pedófilo en un jardín de infantes con los niños atados y envaselinados” como tu perversa imaginación propuso en otros temas se parece bastante a esa apertura. ¿Puedo, humildemente, estar en desacuerdo?
En síntesis, che javito, propusiste 10 cosas… yo ¿puedo proponer otras 10 diferentes para que haya consenso? Digo, porque estas diez que vos estás proponiendo me parecen una verdadera porquería. Digo. Y si en lugar de Córdoba se hacen en Formosa me sentiría más conforme. Otro sí digo.
La claque
Como en todo show que pretenda serlo, hay ensayo, y, luego, hay momentos que se suelen calificar como más altos y más apaciguados, como los tiempos de una sinfonía. Obviamente, este tal show puede ser un fiasco o no, o puede agradar a unos y ser rechazado por otros. No solamente es cuestión de estética, por cierto.
Ayer asistimos a un show. Un patético show. En el que las cámaras mostraban solamente una parcialidad bien parcial, donde los micrófonos amplificaban los aplausos y cantos de los invitados y nunca mostraron a los sectores, ¡que los hubo!, de la disconformidad.
Habituados estamos a que este showman revolee números a la marchanta [lunfardo argentino que significa “como al descuido”, sin orden ni prolijidad] sin ninguna seriedad, por lo que nos encontramos, entonces, con un espectáculo repetido, y, por lo tanto, aburrido y sin sustancia.
Para peor, es mi intuición, alguien le hizo creer al estandapero que es inteligente, entonces intenta mostrarse tal, pone cara como si lo fuera y amaga una sonrisa como diciendo a sus fans “¿vieron qué genialidad dije?” En ocasiones, amaga una ironía – como al hablar de los desaparecidos – la cual, precisamente por las escasas luces no pasa de un burdo patoterismo (cruel, por cierto) o, casi, como las bofetadas de un payaso. Siendo un mal actor, no da con el physique du rôle de lo que se esperaría para el espectáculo. Y no puede sino leer y mover espasmódicamente las hojitas ordenándolas (sic), subido en un banquito para simular una altura física ya que no intelectual. Puesto que el papel de estadista no le es dado, y, pareciera tampoco el de dirigente, o de político, pretende actuar de economista, citando a lo único que pareciera haber leído alguna vez, y quizás ni siquiera comprendido… “Temo a la persona de un solo libro” se decía en una frase que se atribuyó a Santo Tomás de Aquino. Quizás los entrenadores (coach, le dicen ahora que debemos hablar inglés) le explicaron que, para parecer serio, además de presentarse por doquier con carpetas o algo en la manita, quizás para que no se note que – caso contrario – sólo sabe levantar pulgares y acentuar su cara anodina, debe citar o autores o alguna sentencia… aunque no la comprenda, por cierto.
ra de esperar que, dado el espectáculo, no solamente presentara el “estado de la situación” sino también cómo viviremos felices los próximos meses. Tampoco esto logró ya que fue demasiado caricaturesco eso de que todos los males malísimos son del gobierno anterior (o de los gobiernos de 100 años a esta parte) y todo lo bueno ha comenzado gracias a su lucidez y coraje. ¡Lo que nos espera! Pero tampoco dio demasiadas ilusiones (debemos reconocer que como ilusionista también es un fiasco) más que una o dos cosas muy menores y recurrir a modo de leit motiv a sus palabras mágicas, casta, motosierra, casta, motosierra…
En la maravillosa serie “Los Simuladores”, los del grupo deben lograr que el padre de la chica que los contrata sea aceptado por sus futuros suegros, a pesar de ser éste impresentable. Dada su grosería ostentosa, con la intención de “bajar el clima” de incomodidad ante cada barbaridad del sujeto, contratan tres reidores. Las risas de estos, ante cada frase desagradable logra que nadie se sienta incómodo ante lo evidente.
Ayer había más de tres reídores. Ayer el jefe de estado (estado que deplora y detesta, salvo que sean los Estados Unidos, obviamente) tuvo su claque, su coro de aplaudidores a los que se dirigía intentando simular un ocasional diálogo. Ahora puede volver a Olivos para hablar con su perro muerto, para tuitear y retuitear por horas sin fin y, en los tiempos libres, dedicarse a insultar, sin demasiado charme, a todos los que no piensan como él, los que, afortunadamente, son cada día más.
Y nadie dijo merde sino que la revoleó.