• 3 de diciembre de 2024, 13:43
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¿Estamos caminando sonámbulos hacia una Tercera Guerra Mundial termonuclear?

Por Resumen ejecutivo del EIR

 Lo que sigue es la parte introductoria del Memorando del Instituto Schiller publicado el 24 de diciembre, titulado "¿Estamos caminando sonámbulos hacia una Tercera Guerra Mundial termonuclear?". El memorando está disponible, en inglés, en el sitio electrónico del Schiller Institute. Pronto lo tendremos completo en español.

Te están mintiendo. Rusia no planea invadir a Ucrania. Putin no es un “mal actor” que busca recrear al imperio soviético. Ucrania no es una democracia bisoña que sólo se ocupa de sus asuntos. Como muestra el repaso resumido de los antecedentes documentados, Ucrania está siendo utilizada por las fuerzas geopolíticas de Occidente que responden al sistema financiero especulativo en bancarrota, como el punto crítico para detonar un enfrentamiento estratégico con Rusia, un enfrentamiento que ya es más peligroso que la Crisis de los Misiles en Cuba de 1962, y que podría terminar fácilmente en una guerra termonuclear que nadie ganará, y de la que nadie sobreviviría. 

Considera los hechos tal y como los presentamos en la cronología abreviada a continuación. Rusia, al igual que China, está cada vez más sometida a la amenaza de ser destruida por dos tipos distintos de "guerra nuclear", por parte de la belicosa y arruinada casta financiera del Reino Unido y de Estados Unidos: 1) "ser los primeros en hacer un ataque nuclear", como lo declaró de la manera más explícita el demente senador Roger Wicker (republicano por Mississippi); y 2) la "opción nuclear" en una guerra financiera, medidas tan extremas que equivaldría a sitiar financieramente a Rusia para tratar de someterla por hambre, como se está haciendo contra Afganistán. 

Rusia acaba de anunciar, para que todo el mundo lo escuche, que su línea roja está a punto de ser cruzada, si eso pasa Rusia se verá forzada a responder con “medidas técnico-militares retaliativas”. Han dejado muy claro que esa línea roja, es que las fuerzas militares de Estados Unidos y la OTAN continúen avanzando hasta las mismas fronteras con Rusia, junto con el emplazamiento de sistemas de misiles con capacidad nuclear defensiva y ofensiva a escasos 5 minutos de vuelo de Moscú. Rusia presentó dos proyectos de tratados internacionales, uno con Estados Unidos, y el otro con la OTAN, que les darían garantías jurídicas de que detendrán el avance de la OTAN hacia el este, que Ucrania y Georgia en particular no serán invitadas a formar parte de la OTAN, y que los sistemas de armas avanzadas no se van a emplazar a la puerta de Rusia. Estas son, ni más ni menos, las garantías verbales que le fueron dadas a la Unión Soviética en 1990 por los engañosos gobiernos de George Bush y Margareth Thatcher, garantías que desde entonces han sido violadas sistemáticamente. Es ni más ni menos, lo que el Presidente John F. Kennedy exigió a Jruschov durante la Crisis de los Misiles en Cuba de 1962, que se desactivó con éxito gracias a las hábiles negociaciones tras bastidores del enviado personal del Presidente Kennedy, su hermano Robert Kennedy, fuera de la vista del complejo militar industrial que buscaba la guerra. 

Es urgentemente necesario que Estados Unidos y la OTAN firmen con premura esos tratados propuestos por Rusia; y retrocedan del umbral de una extinción termonuclear. 

La crónica que presentamos a continuación ha ido sucediendo, paso a paso, mientras la mayoría de la gente de todo el mundo estaba en las nubes. Ya es hora de despertar, antes de que caminemos sonámbulos hacia una Tercera Guerra Mundial termonuclear. 

El componente militar 

Las relaciones estratégicas de los últimos treinta años entre Estados Unidos y la OTAN, por un lado, y Rusia por el otro, están plagadas de promesas incumplidas, que comenzaron inmediatamente después de la caída del Muro de Berlín, en noviembre de 1989. Ya en febrero de 1990, el entonces Secretario de Estado, James Baker, se encontraba en Moscú prometiendo al mandatario soviético, Mijail Gorbachov, y al Ministro de Asuntos Exteriores, Eduard Shevardnadze, que tras la reunificación de Alemania, que se produciría ese mismo año, si las tropas estadounidenses permanecían en Alemania, no habría ninguna expansión de la OTAN “ni un centímetro hacia el este”. Pero no pasaría mucho tiempo antes de que el Departamento de Defensa de Estados Unidos estuviera tramando exactamente eso, con el proceso en plena marcha durante el gobierno del Presidente Bill Clinton. 

La primera ronda de expansión de la OTAN tras la unificación alemana se produjo en 1999 con la admisión de Polonia, Hungría y la República Checa, seguido en el 2004 por los tres países bálticos, más Bulgaria, Rumanía, Eslovaquia y Eslovenia. Otros cuatro países se unieron en los años que siguieron, llevando la membresía de la OTAN a 30 países. En medio de ese proceso, durante el gobierno de George W. Bush, Estados Unidos comenzó además a desmantelar el sistema de control de armas estratégicas montado durante la Guerra Fría, empezando por la retirada de Estados Unidos del Tratado Antimisiles Balísticos (Tratado ABM) de 1972. El gobierno de Trump aceleró este proceso retirando a Estados Unidos del Tratado sobre Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio (Tratado INF), y del Tratado de Cielos Abiertos, quedándose sólo en el Tratado New START (Tratado de Reducción de Armas Estratégicas), que fue prorrogado por el Presidente Joe Biden poco después de asumir el cargo, como el único tratado de control de armas nucleares que queda entre Estados Unidos y Rusia. 

El punto de inflexión en la amenaza de guerra actual sucedió en el 2014. Los esfuerzos incesantes para jalar a Ucrania al mercado común de la Unión Europea, mediante el Acuerdo de Asociación Ucrania-Europa, fueron rechazados como insostenibles por el gobierno ucraniano de Viktor Yanukóvich a finales del 2013, cuando quedó claro que esto asociaría de hecho a Ucrania con la OTAN y concedería a los productos europeos un acceso ilimitado al mercado ruso. El giro de Yanukóvich contra la Unión Europea dio lugar a las protestas denominadas “Euromaidan”, protagonizadas por los partidarios de alinear a Ucrania con la Unión Europea, que en enero del 2014 degeneraron en enfrentamientos mortales cuando estas manifestaciones fueron tomadas por elementos de orientación nazi, como los asociados a la figura de Stepan Bandera, el conocido nazi ucraniano que colaboró estrechamente con Hitler durante la Segunda Guerra Mundial. En febrero, la violencia se intensificó y Yanukóvich fue expulsado de su cargo, y el nuevo gobierno comenzó a adoptar fuertes medidas contra la minoría de habla rusa de Ucrania, especialmente en Crimea y en las regiones de Donetsk y Lugansk, en el este del país. Todo esto se llevó a cabo con el pleno respaldo de Londres y Washington, y con el papel prominente de la funcionaria del Departamento de Estado estadounidense, Victoria Nuland. (EIR publicó un expediente detallado y varios informes en profundidad en su edición del 7 de febrero del 2014 en inglés; y en español, “EXPEDIENTE: Potencias occidentales respaldan golpe neonazi en Ucrania”). 

El 16 de marzo del 2014 se celebró un referéndum en la República Autónoma de Crimea y en el gobierno local de Sebastopol, en el que se preguntó a la población si quería integrarse a la Federación Rusa o mantener el estatus de Crimea como parte de Ucrania. En Crimea, el 97% votó a favor de la integración a la Federación Rusa con una participación del 83%; en Sebastopol también hubo un 97% de votos a favor de la integración a la Federación Rusa con una participación del 89%. 

No hubo “invasión rusa a Ucrania” ni cambio  de ninguna frontera por la fuerza. 

Durante todo este período de tiempo, Moscú protestó contra la marcha de la OTAN hacia el este, pero fue totalmente en vano. "A pesar de nuestras numerosas protestas y súplicas, la maquinaria estadounidense se puso en marcha, la correa de transmisión sigue avanzando", dijo el Presidente de Rusia, Vladímir Putin, en su dramático discurso del 1 de marzo del 2018, ante la Asamblea Federal, en el que anunció públicamente la nueva generación de armas estratégicas que Rusia estaba desarrollando, dos de las cuales al menos, el vehículo de planeo hipersónico Avangard para misiles balísticos intercontinentales y el misil balístico lanzado desde el aire Kinzhal, desde entonces están en servicio.



Fuente: EIR

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