Apuntes de Sociología militante
El resultado de las próximas elecciones está muy vinculado
al voto de los que hoy son indecisos e indiferentes. Esos dos grupos no son lo
mismo. Los primeros van a ir a votar. Los segundos no es seguro. En ese marco,
el activismo político popular tiene que conocer las características de cada uno
de esos grupos porque una gran parte de su decisión estará condicionada o
motivada en términos de cercanía.
Una gran parte de los actuales indecisos (que rondan el 20
por ciento) tiene características demográficas precisas: son mayores de 40
años, de sectores económicos de clase media y media-baja. Entre ese colectivos
existen más mujeres que varones. Además, entre los indecisos e indiferentes,
aparece una alta frecuencia de adultos mayores. Es imprescindible conocerlos
para poder interactuar con ellxs, escucharlos y lograr interpretar sus demandas
y en forma simultánea no provocar su antipatía en relación al proyecto del
Frente de Todxs.
Esos dos subconjuntos se encuentran indecisos porque están
“tironeados” entre dos discursos contrapuestos: por un lado su realidad
económica (empeorada desde la llegada del macrismo al poder) y por el otro por
la corrupción (instituida como relato) por los medios hegemónicos.
Frente a esta realidad es imprescindible –sobre todo para
quienes busquen contribuir a la victoria popular--, posicionar los intercambios
y los diálogos en la situación de deterioro salarial, jubilatoria, en la
inflación y en la potencialidad de que este escenario sea aún más decadente si
continúan 4 años más.
Con estos colectivos el debate no debe ser sobre el pasado
sino sobre el vínculo del presente con el futuro. Con continuidad del macrismo
implica mayor caída del salario, reducción de al edad jubilatoria y incremento
de la pobreza. Ese escenario prospectivo deteriorará las redes sociales,
barriales y comunitarias, haciendo más vulnerables a los trabajadores, a los
jubilados, los pensionados y los discapacitados.
En este grupo es donde hay que ser más atento y receptivo a
las críticas, intentando no caer en situaciones defensivas del pasado. Hay que
instalar la agenda en el presente y en el futuro. Y si para eso hay que
conceder cuestionamientos que suponemos discutibles, hay que ejecutar la famosa
“suspensión hermenéutica”, consistente en evitar que la agenda sea construida
en forma ajena a los temas centrales que impactan en la vida cotidiana de la
gente. Una vieja forma de empobrecer el debate es jerarquizar mal los
intercambios: discutir el pasado, la corrupción o las características de tal o
cual organización es contraproducente. El presente es el sufrimiento y las
privaciones. El futuro posterior al 10 de diciembre una oportunidad de
reconstrucción basada en la recuperación del trabajo y el consumo.
La contracara del modelo macrista implica –y es lo que hay
que trabajar en términos de interacción-- beneficiar a los que se esfuerzan, a
los que fortalecen los lazos familiares, a los que buscan una Argentina en
crecimiento y sin recesión. Se trata –y debe insistirse en este punto—de poner
a caminar la máquina de la productividad nacional hoy trabaja por la impericia
y el fracaso del proyecto neoliberal.
Hay una Argentina deprimida y frustrada como producto del
fiasco macrista. Se trata de sustituir la especulación y los tarifazos por el
mercado interno y la ampliación de la capacidad de trabajo de los argentinos.
Ese puede/debe ser el punto de partida de la ilusión: volver a creer en la
capacidad (muchas veces demostradas) de que es posible irse de vacaciones,
ahorrar para refaccionar la casa o para sacar un crédito. En síntesis: que las
familias pueden proyectarse al futuro. Que los beneficiarios de las políticas
no pueden ser unos pocos sino las mayorías sociales comprometidas con el
esfuerzo laboral.
Eso implica cumplir con las deudas que esta sociedad tiene
con los jubilados. Eso deber asumir un lugar prioritario en relación a otro
tipo de deudas. Los adultos mayores no tienen tiempo para esperar. El FMI no se
funde si pospone sus cobros o renegocia sus acreencias debido a la situación
social de los grupos más vulnerables. No se trata de abandonar las
responsabilidades de pago, sino de priorizar a qué deudo se va privilegiar.
El debate n o debe ser de nombres propios. No se trata de
denigrar a quienes lideran el macrismo. Se trata de oponer plataformas: desocupación
versus empleo / tarifazos versus cargas para los que más tienen. La serenidad y
la firmeza son más convincentes que la agresividad, el resentimiento y la
pretendida superioridad.
Otro de los ejes de interés de este segmento es la
inseguridad. En relación a esta temática hay que postular (y luego cumplir) con
esquemas más eficientes de lucha contra el delito, que integren tanto la
inclusión como la prevención sin ocultar el mando político riguroso sobre las
fuerzas de seguridad para que utilicen variantes de inteligencia criminal
capaces de evitar aquello que diariamente sufren –sobre todo—los más pobres,
que carecen de propiedades con seguridad privada ni territorios custodiados en
forma sistemática.
No hay que enredarse en la agenda macrista de campaña:
evitar las agresiones y las provocaciones. Discutir proyectos de país y no
nombres. Monitorear al propia soberbia es uno de los preceptos más relevantes.
Eso significa señalar con claridad que “la corrupción está mal” como está mal
robar, no importa quien lo haga. Debe instalarse algo refundacional en el
discurso de campaña.
Si somos inteligentes, calmos y persistentes, y logramos transparentizar la diferencia entre la continuidad del presente y la posibilidad de reconstruir un mercado de trabajo, de consumo y de producción (donde la desocupación quede de lado) la posibilidades de vencer son más altas. Estar focalizados y saber que la victoria depende de miles de charlas minúsculas pero trascendentes implica asumir lo que está en juego en estas elecciones: el paso al abismo o la reconquista de la esperanza popular. Nada más ni nada menos.
*Sociólogo, doctor en Ciencias Económicas, escritor, periodista, analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la).
Fuente: Liliana López Foresi