Publicado el 31 dic. 2020 | Opinión
Cada vez que habla un ingeniero, tengo la sensación de que son formateados para no registrar la vida sino como artefacto de uso.
Y si su especialidad es la zoonosis., los animales pasan a la cosificación que lleva a hablar – como escuché en estos días – que para tantos miles de lechones se necesitan tantos cientos de miles de madres. Y es verdad, esas hembras son madres y los lechoncitos, sus crías. Hay que alimentar la voracidad de los países más poderosos mientras miles de madres humanas ven consumirse a cientos de miles de niños y niñas en la más vergonzante cara del hambre.
Se toma a quien ha decidido ser ‘vegetarianx’ como una persona cool . Mucho más al veganismo. Ni siquiera se repara en que los perros, generalmente caniches toy - los juguetes de moda - se han convertido en mascotas y así se denomina desde los 90 a cualquier otro animal que se tenga en casa , sin derecho , siquiera, a que mantengan el nombre de su especie. Hasta eso logró el neoliberalismo.
Actualmente se trata de los cerdos y su preciada carne a la que, absurdamente , se le adjudican propiedades que mejorarían el desempeño sexual.
La estúpida raza humana no vacila en someter a los animales de producción industrial a tremendas torturas pre y post sacrificio. Quienes comen esas carnes lastimadas desde el nacimiento se horrorizarían si hicieran lo mismo con su perrito o su gato, aunque lo cierto es que en cada país y, aún en cada región se matan y consumen animales diversos; también perros y gatos
Asimismo, se desconoce que el ‘gusto’ es cultural y no natural, excepto el de la leche materna. Por ende, todo aquello que se naturaliza no se puede transformar y, por el contrario, cambiar la conciencia sobre lo que comemos es posible, aunque sea para replantearnos el tema que da título a esta nota.
Es más, señora, señor, su perro de ‘raza’ es el producto del sacrificio de las hembras reproductoras que, una vez agotadas, tienen un cruel destino.
Ni hablar de la llamada caza o pesca deportiva o de espectáculos ignominiosos como las corridas de toros, las riñas de gallos, la doma, las carreras de caballos o de galgos, los paseo en camello, por citar sólo algunos de los ‘entretenimientos’ que aún persisten.
Dice A. Baricco en su libro The game (Anagrama), así, en inglés. El juego. […]” el juego es en el que vivimos cada día porque la estructura de la revolución digital que han desarrollado los varones ingenieros de Silicon Valley tiene en sus bases, la estructura de aquellos primitivos videojuegos a los que jugaban esos hombres que han ido dando forma a nuestro nuevo mundo. Juegos como Space invaders, con aquellos marcianitos araña que caían y que había que matar rápidamente. De prisa, de prisa. Sin parar. Sin instrucciones de nadie, aprendiendo por la experiencia partida a partida. Cada vez con mayor nivel de dificultad. Y para obtener la mayor cantidad de puntos posibles”
[..]El esquema fundante, la célula de la que todo parte, es siempre una pregunta/una respuesta, Una amenaza/una defensa. Llega el marciano y disparas. Es muy veloz y el resultado es inmediato. La repetición de este esquema crea una suerte de cadena donde la pregunta es siempre más difícil y también la respuesta. El ritmo es veloz. Entre pregunta y respuesta, entre ‘marciano’ y ‘yo disparo’, pasa poco tiempo. Si pasa mucho, no lo hacemos. Luego hay otras características: debe ser todo físicamente agradable. [...] Ahora toda la gráfica está hecha para serlo”.
Vale que aclare por honestidad intelectual que Baricco valida la revolución digital y que yo lo cito en lo que me parece el efecto indeseable de esa ingeniería al servicio de la competencia feroz y el modelo amigo – enemigo.
La explotación capitalista se ensaña con la vida.
Llevado al plano de los animales no humanos nos enfrentamos a la aterradora paradoja de una infinita ternura hacia las ‘mascotas’ y , simultáneamente, el desinterés por cuestionar el espanto que hay detrás de cada bocado de carne que se llevan a la boca: de la misma manera que la naturalización del hambre de millones de humanes en el planeta y la destrucción de éste cada vez más acelerada.
Las comunidades originarias de cualquier región del mundo matan exclusivamente al animal que necesitan comer para alimentarse y lo hacen con respeto y sin infringirle dolor.
“Cada pedazo de esta tierra es sagrado para mi pueblo. Cada rama brillante de un pino, cada puñado de arena de las playas, la penumbra de la densa selva, cada rayo de luz y el zumbar de los insectos son sagrados en la memoria y vida de mi pueblo. La savia que recorre el cuerpo de los árboles lleva consigo la historia del piel roja.[…]
[…]Somos parte de la tierra y ella es parte de nosotros. Las flores perfumadas son nusetras hermanas; el ciervo, el caballo, el gran águila, son nuestros hermanos. Los picos rocosos, los surcos húmedos de las campiñas, el calor del cuerpo del potro y el hombre, todos pertenecen a la misma familia.[…]
Yo soy un hombre salvaje y no comprendo cómo es que el caballo humeante de hierro puede ser más importante que el búfalo, que nosotros sacrificamos solamente para sobrevivir.
¿Qué es el hombre sin los animales? Si todos los animales se fuesen, el hombre moriría de una gran soledad de espíritu, pues lo que ocurra con los animales en breve ocurrirá a los hombres. Hay una unión en todo.” […]
La tierra no pertenece al hombre; el hombre pertenece a la tierra. Esto sabemos, todo va enlazado, como la sangre que une a una familia. Todo va enlazado. Todo lo que le ocurra a la tierra, le ocurrirá a los hijos de la tierra”
Carta del cacique piel roja de Seattle al presidente Pierce, 1851
Muchxs siguen buscando al unicornio azul. Temo que si lo encuentran , se quedarán con el cuerno como amuleto y su carne se degustará en los restaurantes más sofisticados y exclusivos.
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Fuente: Liliana López Foresi