• 20 de abril de 2024, 4:39
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El sol y el dedo

Por Jorge Elbaum

La agenda perversa del poder


En todos los cursos de ciencia política existentes en todo el mundo hay un contenido, un tema que aparece en todos los programas: en inglés le denominan Agenda Setting y se relaciona con los modelos de imposición de temas de debate público. El concepto central se vincula con el hecho de que –dado que es imposible la discusión de todos los temas a la vez, los medios de comunicación (y otras instituciones) ofrecen, imponen y moldean una jerarquía de ejes al tiempo que descartan otros. Esa agenda propuesta coincide o no con las demandas del resto de la sociedad y –de esa manera—los medios logran más o menos legitimidad en la medida que logran convencer acerca de la pertinencia de los títulos que sugieren.

En Argentina los medios hegemónicos viven del aporte de los empresarios que les financian sus pautas. La “libertad periodística” de esos difusores esta encadenada a sus necesidades estratégicas: nunca avalarían a los periodistas que –haciendo gala de sus principios ideológicas—cuestionaran las estrategias políticas de sus aportantes, financiadores y/o compradores de publicidad. En ese marco la distribución, la jerarquía y las prioridades comunicaciones (las significaciones, las opiniones y las orientaciones) son –y deben ser—coherentes con los que pagan: la democracia se ve restringida a un debate de temas que eligen los más poderosos, los más pudientes, los dueños de las grandes empresas (que al mismo tiempo) son accionistas de esos medios.

La prioridad actual de la agenda pasa por no hablar de lo que le pasa a las grandes mayorías, sino nombrar lo que le sucede al mundo empresarios y –sobre todo—al partido judicial, que está desesperado por evitar el retorno de los proyectos sociales que benefician a los sectores populares. Los bolsos de López, los cuadernos, los desfiles tribunalicios ponen la cámara en particularidades –más o menos relevantes—sólo para una moralina interesada en no nombrar al Rey Desnudo.  Una “Agenda Setting” dispuesta a silenciar el gran robo que significa el endeudamiento externo que –por ejemplo—incluye comisiones por 1000 millones de dólares (“ganadas” por amigos del actual gobierno, o directamente por ellos mismos.

La exclusiva agenda ofertada no nombra la quita de retenciones a la exportación, que supone un beneficio para mil familias argentinas (básicamente los sojeros) pero –al mismo tiempo—la caída de los ingresos públicos destinados, por ejemplo, a reparar pérdidas de gas de una escuela y la posibilidad de ofrecer salarios dignos (con paritarias similares a la inflación) a los docentes. Esa agenda también encubre debajo de a la alfombra la reducción del impuesto a los bienes personales, que beneficia a los más pudientes al tiempo que destruye la entrega de computadoras a los chicos de las escuelas.

La agenda de debate público, encorsetada por los grandes ganadores del capital social acumulado no nombra los repetidos intentos de flexibilizar el trabajo, propuesta que implica precarizar y reducir salarios. Tampoco habla de los controles a la circulación de capitales, que permite su fuga y el consiguiente endeudamiento (y empobrecimiento) de toda la sociedad para pagar esa fuga. No menciona los nombres de cada uno de los puestos de trabajo destruidas por una recesión forjada con medidas aperturistas (que destruyen el trabajo local) y enriquecen a exportadores y los tejidos productivos de terceros países.

La agenda impuesta no explica que la quita de los controles al mercado cambiario supone la  automática fuga de capitales. Recursos que –de permanecer en el circuito productivo local—generarían más mercado interno y se volcarían a las inversiones locales. Silencia también los efectos del discurso antisindical que no está orientado a exhibir corruptelas sino básicamente a dejar a la intemperie a los trabajadores sin paraguas defensivo ante el extractivismo social del capital. La agenda no habla de paritarias porque necesita que ese no sea un tema de debate público: requiere problematizar otras cosas para lograr que se pierda de vista el deterioro de los salarios. Necesita imponer debates sobre los recursos jubilatorios porque esa es la gran caja a la que podrían acceder para precarizar aún más y lograr que existan más individuos vendiendo su trabajo a valores descartables. La Agenda de Clarín y sus acólitos necesitan no hablar de la pérdida del valor adquisitivo de la Asignación Universal por Hijo porque eso supone que no tengan que salir a trabajar por dos pesos.

La agenda del poder es el manto invisibilizador de la más grande corrupción que atraviesa a la sociedad argentina: la corrupción hambreadora de quienes necesitan pueblos inermes sin redes de contención social que los obliguen a ser cuasi-esclavos de empresarios mezquinos. Necesitan que sus grandes negociados pro los centros financieros, sus fugas de capitales, sus paraísos fiscales y sus negocios a expensas del Estado no Esten en primera plana. Tienen que nombrar la pobreza sólo para asignarle contenidos de marketing político.

Su agenda es la negación de realidad. Y, empecinada, brutal y pertinaz, la realidad –tarde o temprano—aflora e irrumpe por las alcantarillas, por los intersticios, por los pliegues de los vértices de la alfombra, por los poros y los pliegues del silencio premeditado el poder. Nunca se pudo tapar el sol con el dedo. 

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