• 21 de noviembre de 2024, 6:59
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El mandato de pernada

Por Alfredo Grande

Los señores feudales que administran las provincias, cuya identidad autopercibida es gobernador, tienen la prerrogativa de eternizar la Edad Media.

“Cuando el placer es mandato, el victimario ríe mientras la victima llora” (aforismo implicado)

El derecho de pernada o «ius primae noctis» era el privilegio feudal por el que los nobles tenían potestad de pasar la noche de bodas con la mujer de sus vasallos, esto es, de desvirgarla. Al denominar “derecho” a lo que en realidad era un “mandato” la cultura represora lograba el grado de impunidad necesario. El mandato de pernada es una de las formas que adquiere lo que denomino “sexualidad represora”. O sea: la sexualidad capturada, atada, instrumentada desde los espacios de poder. Este concepto lo creo en 1996, fecha de aparición de mi primer libro sobre psicoanálisis implicado. En el libro publicado en 2008[1], escribí: “entiendo que la perspectiva de la sexualidad represora permite pensar diferentes cuestiones desde una similar validación conceptual”  

Sin ir más cerca el ex señor feudal de la provincia de Tucumán, mariscal luego en el senado de la nación, don José  Alperovich, es una de esas cuestiones. Del mandato de pernada, que era una acción única, aberrante pero única, esta joya de la corona lo transformó en una acción permanente, continua, prolongada en tiempo y espacio. Un macabro ritual donde se verifica uno de los baluartes en los cuales se sostiene la sexualidad represora: la jerarquía y el poder absoluto del victimario sobre su víctima. Y cuando digo víctima no digo pasividad. Señalo la brutal diferencia entre poder absoluto y capacidad de defensa. La tan mentada correlación de fuerzas, pero ahora en serio. “El magistrado argumentó que hay prueba suficiente para sostener que el delito se cometió “mediando abuso de poder y autoridad” y remarcó que la víctima sufrió un “sometimiento sexual ultrajante”, en la resolución en la que fijó además un embargo de 2,5 millones de pesos contra Alperovich, cuyo mandato como senador concluyó el 10 de diciembre pasado. (Telam)

 Como hemos dicho en otros artículos, hay tres registros diferentes: lo verdadero, lo verosímil y la falsedad. En la cultura represora la falsedad reemplaza a la mentira y a la verosimilitud se la denomina relato. Lo verdadero es bucear en la dimensión teórica, política e histórica. Hay una continuidad entre el abuso sexual del niño y el abuso político del adulto. El mandato de pernada es una metáfora de otros mandatos y otras pernadas. Alperovich hoy es el nombre de la bestia. La sentencia dirá si le corresponde o no ese mote. Sabemos que la impunidad es el menú permanente del poder. Pero lo bestial seguirá entre nosotras y nosotros. Las pernadas fueron denominadas por el ministro del adecuado apellido “costo social del ajuste”. Sinceridad y cinismo son marcas registradas de la derecha. La cultura represora tiene costos sociales y costos sexuales. Habitualmente no tienen reparación alguna. El padrastro perverso Grassi nunca fue excomulgado. Con lo cual la retórica anti pedofilia actual es otra falsedad. Todo abuso de autoridad, todo abuso de posición dominante, todo sometimiento, se cultiva en el pantano de las jerarquías. Si son derecha, malo. Si son de izquierda, peor. Los mandatos de pernada deben ser enfrentados y aniquilados. Como canta Silvio Rodríguez: “nos va la vida en ello”.

[1] Grande Alfredo. “La sexualidad represora” Editorial Topia. 2008.

Fuente: Tramas

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