Fútbol sin pelota
“El fútbol y la política no deben mezclarse nunca” dijo más
de una vez Joao Havelange, mientras apoyaba a la dictadura en la Argentina y
nombraba en 1979 vicepresidente de FIFA al Brigadier Carlos Lacoste, a quien
después defendió ante la justicia argentina democrática que lo acusaba de
enriquecimiento ilícito y lo trajo de visita al Mundial de México 86.
Ese hecho por si solo demuestra que esa afirmación, que
repiten muchos es una falacia, que en realidad la frase tiene que ser “La
política no debe inmiscuirse en los negocios del fútbol”, esta historia me
viene a cuento con lo sucedido el 24 de abril pasado en Milán donde un grupo de
hinchas “ultras” (en nuestro país le llamamos barras bravas) desplegó una
pancarta en honor a Benito Mussolini y con su rostro cubierto (porque en Italia
es delito apoyar el fascismo) saludaron con el gesto fascista de la mano
derecha levantada.
No lo hicieron en cualquier fecha y en cualquier lado, lo
hicieron un día antes del aniversario del “Día de la Liberación” y en la “Piazzale
Loreto” donde fue expuesto el cuerpo de Mussolini después de haber sido
asesinado por los Partizanos.
Ese grupo denominado “Irriducibili”, es decir “irreducibles”
fue creado por uno de los ídolos más grandes que tuvo el club romano: Paolo Di
Canio, que varias veces pagó multas por festejar sus goles con el saludo
fascista, pero no le impidió hacer una carrera brillante como jugador, no solo
en Italia, sino también en Inglaterra y hasta recibir un premio de la FIFA por
“Fair Play” en el año 2001, cuando jugando en el West Ham United no quiso
convertir un gol, porque el arquero de Everton, Paul Gerrard estaba lesionado
en el suelo, aunque el árbitro sin darse cuenta había seguido la jugada.
En la otra punta de la política, otro gran goleador italiano
Cristiano Lucarelli fue perseguido por su apoyo al Comunismo y prohibido por
más de una década para jugar en la selección porque en 1997 jugando para la
sub21 italiana marcó un gol ante Moldavia en su ciudad natal Livorno (la cuna
del comunismo italiano) y lo festejó mostrando una playera con el rostro del
Che Guevara. Lo hizo porque allí estaba su familia y sus amigos, todos
admiradores del combatiente argentino.
Lucarelli nunca se quejó de su profesión e hizo su carrera
lo mejor que pudo jugando en aquel equipo que lo contratara. En 2001 estaba en
Torino donde se había convertido en ídolo, pero rechazó un contrato de un
millón de dólares porque el equipo de su pueblo Livorno había ascendido a la
Serie B y él quería llevarlo a primera luego de 55 años. No solo jugó en el
Livorno sino que hizo 29 goles y lo llevó a primera donde jugó 3 temporadas
para que en su pueblo lo amaran todos los hinchas. En ese momento dijo: «Para algunos,
un sueño es ser millonario. Comprarse una Ferrari, un yate. Para mí, lo mejor
de mi vida sería jugar en Livorno”. En 2004 el Torino insistió y le ofreció 4 millones de
libras para que firme, pero otra vez se negó y llevó al Livorno a la Copa UEFA,
siendo el “capocanionieri” del Calcio.
En 2005 el
alcalde de la ciudad organizó un encuentro entre Aleida Guevara, la hija del
Che que estaba de visita en busca de fondos para el hospital pediátrico donde
trabajaba, y el jugador. «Sé
que es un gran jugador y que ama mucho a mi padre, y yo sé que a él también le
habría caído muy bien», contó Aleida luego de la reunión.
Lucarelli fue perseguido por sus ideas que están permitidas en Italia, en cambio Di Canio recibió todos los honores, a pesar de difundir una ideología política prohibida y apoyar a un grupo violento. Pero, el fútbol no tiene ideología, la tienen los que lo manejan.
Imagen de Marca: Pasarella con la copa en mano junto a miles de hinchas que invadieron el campo. Mundial '78
Fuente: Liliana López Foresi