Peligro de sequía
Primero producen
la crisis y luego se presentan como sus salvadores. La recesión generada por
las políticas de Mauricio Macri no es el resultado del azar ni de causalidades.
Tampoco de la sorpresa arbitrada por el famoso “pasaron cosas” que el
presidente cínica o infantilmente pretendió explicar. La recesión brutal que
sufren prioritariamente los argentinos es el resultado de decisiones orientadas
a rentabilizar a los empresarios ligados a la economía internacional (sobre
todo a quienes exportan y generan dólares), a los proveedores de servicios de
energía y a quienes se encuentran ligados al mercado financiero. Ambos
segmentos requieren una masa de trabajadores ínfima y el incremento del dólar,
conjuntamente con la valorización especulativa financiera les permite
acrecentar su capital en tiempos que todo el resto de los sectores se
empobrecen. Como consecuencia, los trabajadores formales pierden la capacidad
adquisitiva de sus salarios y ven cómo la desocupación crece y presiona sobre
los salarios. A mayor tasa de desempleados más cantidad de personas sin trabajo
se dispone a ofrecerse en el mercado con mayor precarización y menores
salarios: negocio completo de los sectores más acomodados de la sociedad.
La inflación fue
producida y sostenida por las políticas económicas de Cambiemos mediante
un endeudamiento ciego cuyos recursos no
fueron orientados a la producción. De haberse dirigido esa masa de divisas a la
generación de nuevas empresas y de un mercado interno más competitivo, se
hubiese ampliado la contratación de personal, subido los salarios y enfrentado
el incremento de precios con una oferta más variada. No fue eso lo que se quiso
hacer porque el neoliberalismo latinoamericano es especulativo, extractivista,
primarizador y le tiene terror a la ampliación de las masas trabajadoras: es
capaz de dejar a un tercio de la población en la mendacidad antes que sentarse
en una mesa con sindicatos fuertes capaces de negociar salarios por encima de
la inflación.
La inflación y
todos los papeles impuestos para enfriar el mercado (las LEBACS, las LELICS)
solo buscar secar un mercado para disciplinar al mundo del trabajo y reiniciar
una etapa de valorización desde un piso “de costo laboral” mucho más bajo que
el actual. Para eso son capaces de destruir la capacidad adquisitiva de amplios
sectores populares, destrozando el mercado interno y a quienes viven
prioritariamente de él, es decir los trabajadores. Ningún proceso productivo
puede “funcionar” con tasas de 70 al 100 por ciento. Solo los que han acumulado
dólares o los empresarios foráneos que
verán con avidez las empresas argentinas al convertirse sus bienes en
migajas.
El famoso
déficit fiscal ha sido generado por la propia economía del macrismo al dejar de
cobrarles retenciones a las cerealeras, las mineras y al permitir el jolgorio
financiero de la especulación financiera. El Estado debe cada día más y sus
ciudadanos son cada día más pobres porque deberán pagar esa deuda y sus
respectivos intereses restando calidad de vida de educación, salud e
infraestructura. El recorte del gasto público significa menos servicios estatales
para el pueblo argentino y más ganancias para los prestamistas externos que
extraen beneficios formidables gracias a las políticas de cambiemos. El ajuste
beneficia a los rentistas al tiempo que impide el crédito para las familias y
las PYMES, el sector de mayor capacidad de generar empleo de nuestro país. Las
pequeñas empresas empiezan a despedir trabajadores al no poder resistir la caída
de las ventas y ver cercenada la posibilidad de financiarse con tasas
impagables. Las medianas y grandes, por su parte, anuncian la reducción de
actividades (suspensiones y reducción de oferta laboral) y/o postergan
inversiones, como lo han anunciado recientemente dos empresas automotrices.
Por su parte,
los aumentos de tarifas benefician a los socios más cercanos del poder: el 80
por ciento de las empresas prestadoras de energía –a las que se premia con
aumentos retrospectivos—son o han sido socias del propio Mauricio Macri.
Nicolás Caputo, Marcelo Mindlin y Rogelio Pagano concentran el 51% de la
totalidad de usuarios del servicio público de electricidad a lo largo y ancho
del país. El primero es amigo del presidente, el segundo es su testaferro y el
tercero disfruta de un llamativo monopolio de la de las cuatro distribuidoras
de electricidad en la provincia de Buenos Aires: EDEN, EDES, EDEA y EDELAP.
Este último es testaferro de sociedades anónimas con sede en paraísos fiscales
cuyos accionistas no parecen estar lejos de Caputo, Mindlin y Macri. Esta es la
causa por la que –escandalosamente-- se
decide premiar a estos actores oligopólicos con aumentos destinados a compensar
retroactivamente “en cuotas” a todos los ciudadanos para proteger a los
millonarios petroleros que lo extraen y a los encargados de su distribución. El
secretario de Energía en un alarde de cinismo explícito atinó a afirmar que “la
mayoría de la gente que se queja del aumento de gas son kirchneristas”. El
resto –según la curiosa lógica del funcionario-- pareciera aplaudir y disfrutar
de esos incrementos. Casi un ejercicio discursivo de celebración del daño.
Todos los
centros financieros internacionales anuncian tormentas más graves que las
programadas por Cambiemos. El Banco Mundial informó el último jueves que la
economía nacional tendrá una caída del 2,5 por ciento en 2018 y el año que
viene sufrirá otra baja del 1,6. Se anunció un 7 % de inflación en septiembre y
se prevé un 45 por ciento hasta fin de año. La industria cayó el 5,6 por ciento
y es la cuarta vez consecutiva en el año. El dato más importante, sin embargo,
es que el salario, la AUH y las jubilaciones cayeron casi el 15 ciento desde
que Macri asumió la presidencia y que se prevé que termine el año con un 20 %.
Cuando la derecha cumpla su cuatrienio, los más pobres de nuestra Patria habrán
perdido, como mínimo, un cuarto por ciento de su poder adquisitivo y la pobreza
habrá crecido un hasta un 35 por ciento, casi veinte puntos más que el piso de
diciembre de 2015, al tiempo que se incrementa la fuga de capitales a
territorios de off-shore donde no se tributa. El déficit fiscal del que hace
alharaca el macrismo también se expande con esos desvíos producidos por sus
propias políticas.
Detrás del humo
Pese a estos datos objetivos y medibles, el racismo ancestral de la oligarquía argentina, difuminada en formato mediático con claros socios en el mundo jurídico ha logrado esquivar –cada vez con mayor inseguridad y debilidad—la debacle final. El “se dobadon todo” cada vez logra menos incidencia y la búsqueda del tesoro en las lejanas estepas patagónicas ya no alcanza para sostener en relato insidioso del poder. Las complicidades del sistema jurídico han logrado momentáneamente conservar la tranquilidad de la patria contratista al silenciar la cartelización de Techint y dictaminar en un fallo escandaloso la anulación del juicio por las escuchas telefónicas que tenía a Jorge “fino” Palacios como principal acusado: es harto probable que el actual presidente le haya garantizado a su ex empelado en Boca Juniors, en el Gobierno de la Ciudad y en la pyme de escuchas, una protección contra pago de silencio. El último capítulo, la mise-en-scène del Correo Argentino completan el cuadro de una tela de araña pseudo-legal destinada a proteger a los poderosos y detentar el código penal exclusivamente para perseguir a los humildes.
Cambiemos ha
decidido secar la economía, concentrar la riqueza en pocos sectores y proteger
a sus socios. Sin embargo, todos los analistas forestales saben que la sequía es
la situación más funcional al incendio.
* Dibujo de Luis Manuel publicado en www.artelista.com