• 21 de noviembre de 2024, 6:49
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Carta abierta a “Elenita”

Por Eduardo de la Serna*

Elena, hola. No me atrevo a empezar con un “estimada” o cosas por el estilo para evitar eso de la hipocresía.

Hoy fue noticia tu renuncia, y – la verdad – ante eso no me parece sensato callar. Y, para empezar, quiero comentar algunas cosas…

      1.-   Por ejemplo, el dicho popular de que “soldado que huye sirve para otra guerra”. Es un dicho sensato, pero que no me parece pertinente al caso. Mirando las perspectivas y el horizonte, pocas guerras futuras parecería que te esperan. Y nos esperan.

      2.-   Otra es la actitud de los tiempos clásicos greco-romanos frente al fracaso. O, en realidad, tiempos más antiguos aún… Siendo que el valor supremo era el “honor”, en ocasiones no cabía otra salida que quitarse la vida para evitar la vergüenza: es el caso de Cassio y Bruto en Filipos, o de Antonio y Cleopatra en Alejandría después de la derrota de Accio… y hay otros muchos ejemplos. Arrojarse sobre la espada o dejarse morder por un áspid es encontrar una muerte digna ante la publicidad del fracaso, o de la derrota.

      3.-  Todavía se me ocurre otro ejemplo más reciente: la renuncia de Benito XVI al pontificado. Creo que supo ver que había fracasado como Papa, y – por amor a la Iglesia antes que a su persona – eligió dar un paso al costado. Quizás sea lo mejor que hizo como Papa.

Señalo todos estos casos porque se tratan de casos de dignidad.

Pero si miramos la Corte Suprema de Justicia de la Nación, no se me ocurre que quede ningún espacio de decencia; creo que esta es algo que le es absolutamente desconocida y ajena. Ya desde hace mucho tiempo se trata de un espacio del cual solo permanecer o pertenecer sería algo que, a cualquiera, con un poco de dignidad, lo sumiría en la vergüenza, el descrédito, o la nada misma. Deshonra, sería la palabra.

La sensación que me da es que, si tu renuncia fue para conservar en tu vida un pequeño espacio de humanidad, desde hace muchos años se trata de un acto tardío. ¡Muy tardío!

Por supuesto que la vida no es una foto, y podríamos mostrar algunos ámbitos de sensatez; los has tenido. Como todos, creo que hasta Rosenkrantz los ha tenido. Pero si ante los últimos votos y auto-votos tu sensación llegó al hastío y el colmo, quizás debieras saber que muchos, ¡muy muchos!, hace muchísimo tiempo hemos llegado al colmo, y hasta al asco. Hasta el punto de creer que el poder judicial (muy mal llamado “la justicia”) no goza de ninguna credibilidad. ¡De ninguna! Que quizás debamos obedecerlo, sencillamente por eso de que tienen y son “poder”, pero que, si de credibilidad hablamos, pues ¡¡¡no tienen ninguna!!! Y no es responsabilidad de “los otros” … vos también fuiste responsable directa del descrédito. La renuncia no puede apuntar desentendiéndose a los otros cuatro de la vergüenza. De ella fuiste parte. Sos parte de lo que como argentinos a muchos nos avergüenza. Y no se trata de un campeonato como para decir “fulano es peor”.

Todos sabemos que en la Argentina nadie cree que la “justicia” sea un poder independiente, ni transparente, ni ecuánime, ni imparcial. Y no es de ahora… Y si tengo que decir algo sobre los hasta ayer cinco integrantes de la Corte, debo reconocer que ninguno me representa con la más microscópica credibilidad. Como tienen poder, lo que decidan será normativo, pero ¿creíble? ¡Nada! Y cuando digo “ninguno” me refiero a los cinco, aunque ahora tu renuncia parezca un gesto tardío de responsabilidad, de dignidad, de sensatez. Lo celebro, sin duda. Como celebraría la renuncia de los restantes cuatro (aunque debo confesar que preferiría que sean expulsados por juicio político que patentice la aberración y la miseria, la corrupción y la falsedad manifiesta).

En suma… un cretino que funge de periodista suele decir “uno menos” … algo de eso quisiera decir, pero todavía queda un 80% de perversión vigente. Seguiremos esperando… y militando.

*Teólogo. Integrante del Grupo de Curas en Opción por los Pobres.

Fuente: Blog 1 de Eduardo de la Serna

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