Flaco, desgarbado, con mocasines al borde de ser
convertidos en pantuflas. Vestido con un aire épico en perpetuo disimulo.
Atorrante con rosca lúcida en formatos de objetivos de dignidades altas. Suerte
de haber sido tus contemporáneos... Sobre todo por tu motorcito ingenieril de
armado político, esa rara capacidad de tejido combinada con perspectiva estratégica y exposición
emocional sincera y puteadora. Mezclada con indudables aires amucheros en la
filigrana racinguista de tu camiseta bicolor: único cromatismo posible en
vos: Celeste y Blanco.
Néstor: fuiste esa infrecuente capacidad de ser
portador murmurado de una vida que no se apaga, que tiene cause de insistencia
evidente en muchxs de nostrxs. Uno de esos raros seres que –al decir de Mark
Bloch— son testimonios vivos del Principio Esperanza. Ese punto de partido que
te hizo bajar los cuadros en el exacto movimiento del orden a un militar, en
donde se nos jugaba la posibilidad de extirparnos la vergüenza de una Nación.
“Proceda", dijiste, y con ese ademán, ese gesto, nos inculcaste la verdad
como memoria. “No les tengo miedo”, agregaste, en la cara de los atónitos
secuaces del olvido.
Creciste tanto con los años que tu cuerpo te
excedió. Empezaste a tener que vivir en nosotrxs, que despertamos cada mañana
con el mismo impulso arrasador de quién siente que falta mucho para que todos
vivan en la misma casita de la Patria. Sabemos que faltan muchos cuadros que
aún permanecen colgados en las entrañas de los que dolemos. Algunos de ellos
están colgados en la TV. Otros siguen --lustraditos-- en los pasillos pulidos del Poder jurídico y
empresario. Pero te debemos el ademán glorioso de impulsar los finales de
épocas terribles, esos en donde alguien es capaz de destronar cuadros
ensangrentados. Debe ser por eso que estamos empecinados en suplantar esas
fotos, pinturas o sucias imágenes por pibes bien alimentados, mujeres libres,
argentinxs con trabajo. Nos inoculaste un impulso que tiene como orientación
central el ver las figuras de todxs lxs compañerxs engalanando las paredes de
nuestros muros pintados e históricos.
Sabemos que andás de silencios limpios y no dejás de
convocarnos a comicios de esperanza. Fuiste el artesano de una construcción de
paciencia, de cómplices escrutinios de equidades. Sabías algo sabíamos. Andabas sigiloso entre el humor y el abrazo.
Dicen los muchachos de Gallegos, que anudabas proyectos nacionales incluso en
las horas frías de aquellos inviernos que parecían no tener final. Se te
percibían guiños de picardía sin concesión ni retirada. Debe ser por eso que se
te extraña tanto. Nos queda el pequeño aliciente de saber que nuca dejarás de
votar con nosotrxs.
Andás de sangre enorme y orgullosa metida en la
raigambre del pasado, y salvándonos de los fríos tilingos con maquillajes de simplicidad
inventada. Con nombres cocidos en nuestras vidas y savia fresca de pibes con
mañana. Con lámparas de cielos y muchedumbre que traen caras de fotos hoy
ajadas. Con viejos y eternos compañeros y músicas de bombos callejeros. Con
todo eso de vos en nuestra biografía. Debe ser por eso que quedó mucho de
Nestorismo en nuestras vidas. Una señal clara que nos habilita a una
continuidad de imprescindibles peleas. Una mirada de ojos autónomos de los
poderes fácticos que buscan atemorizarnos. Un prospecto latinoamericano. Una
mujer que te honra. Un deseo de equidad en el ventrículo izquierdo. Una lucha
que nos sigue. Nos traspasa. Eso. Nada menos. La memora de vos que se nos hace
inmensa, flaco. Deudas de un pueblo hacia vos. Lucidez y paciencia –incluso en
la derrota--. Vos sos el que más sabe que vamos a volver.