Es un dato bastante conocido saber cómo “grita” el tero (Vanellus chilensis, ave muy común en Suramérica donde tiene variedad de nombres). Cuando experimenta algún riesgo, especialmente para su nido, empiezan a volar a los gritos tratando de alejar al potencial enemigo llevándolo cada vez más lejos de su cría o huevos. Incluso, aunque no se debiera, hay quienes lo tienen como mascota no solo por su belleza sino, también, como “vigilante” en sus casas. Sea en su estado natural o en casas, el tero comienza con su grito – estridente, por cierto – ante lo que percibe como amenaza. Por eso es visto como “guardián”. La idea de lo vigilante es muy rica en castellano, porque alude a la “vigilia”, a estar “en vela”, y hasta a las “velas” (cirios), a velar un difunto, etc. Refiere a estar sin dormir para que otros puedan hacerlo, al cuidado de un colectivo sobre quienes el “vigilante” tiene una responsabilidad. El potencial peligro es lo que provoca que un vigilante vigile en la vigilia. El tero es un ejemplo vivo de ello.
Así, sabemos, en una ciudad, por ejemplo, la importancia de una alarma. La alarma es el grito de alerta, de preocupación o preparación. Una alarma es un dispositivo que “grita” ante un potencial peligro, sea de una casa o un lugar.
Valgan estos ejemplos para pensar en la existencia de vigilantes que no vigilan (o que vigilan mal, como una alarma que “salta” por el viento o por una hoja que se mueve).
Creo que, como en todos los mediadores, lo principal está en los potenciales peligros y aquellos a quienes se debe alertar frente a ello; el vigilador no es significativo sino en función de su rol. El que vigila la ciudad, por ejemplo, no es importante, aunque su servicio sí lo sea. Insistimos: no importa el “oficio” sino la ciudad… la casa… el pueblo. Lo que importa es que la ciudad esté segura, tranquila, en paz, y que, si hubiera un peligro real, alguien “alerte” a todos, no con una “falsa alarma”, sino ante riesgos para la ciudad (no para el vigilante). No tiene mucho sentido un vigilador que duerme en la vigilia, por ejemplo. Y, si por caso, no ocurriera nada en toda la noche, nadie notará que el vigilante no vigilaba. Pero, y esto – creo – es lo principal, lo que importa es el cuidado de la ciudad. O de la casa. O del pueblo. En el momento en que el vigilante pasa a ser más importante que aquellos por quienes tiene su servicio, algo se ha distorsionado; si el vigilante alerta sobre peligros ficticios, como el cuento de “Pedro y el lobo”, algo se ha distorsionado; si hay peligros reales y el vigilante calla, el perro no ladra, el tero no grita, algo se ha distorsionado, hay un servicio que no sirve, vigilantes que no vigilan, funcionarios que no funcionan… Vigilante, en griego se dice “epískopos”.
Foto: Dario Sanches from São Paulo, Brasil -