Pañuelos es la insignia de nombres bordados de madres y verdes demandas irredentas: están convergiendo en la calle. Vienen de todos lados. Arrinconan a una historia que las despreció durante lapsos inmemoriales. Ya son emergencia pública de un tiempo que carece de retroceso. Podremos obtener (o no) la Ley de interrupción voluntario del embarazo, el día de mañana. Pero es un antes y un después de mañana: las cavernas inquisitoriales ya no tendrán escapatoria, estarán estancadas y desenmascaradas en las escaramuzas de una jornada ciudadana y épica comandada por millones de mujeres aullando sus derechos impostergables. Pondrán en incomodidad la raigambre patriarcal de un tiempo que empieza a hacer agua por todos sus agüeros de hipocresía y crueldad. Será un 8 de agosto, quizás en memoria de un genocidio olvidado, el de Nagasaky. U otro día, no importa. A esta altura solo queda observar, con asombro, la gigantesca victoria alcanzada por un movimiento social vino a repudiar la muerte y, también, a reivindicar el deseo y la autonomía con relación con cuerpo conculcados, definidos arbitrariamente por apropiadores varios.
Quienes se opongan habrán de cargar con la muerte de las pibas pobres que seguirán desangrándose por la imposición de prejuicios y dogmas impuestos (irresponsablemente) a quienes quieren defender la prerrogativa de contar con sus propias creencias sin que se las definan desde el exterior. Mañana, ciudadanxs, la tierra temblará en su formato verde. Que sea, entonces, en su ley.
https://www.youtube.com/watch?v=JqN3wabiow8&feature=yo
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