A 35 años de la ley de Reforma del Estado menemista, su retoño libertario, la llamada ley de Bases o, en rigor, de desguace y entrega, acaba de ser aprobada por la Cámara de Diputados. Su media sanción no garantiza el éxito del gobierno de Javier Milei al final del camino. Falta que se vote en Senadores. Fue un «regalo» para los trabajadores en su día, que cada vez la pasan peor en Argentina. El expresidente Menem y Cavallo, su ministro de Economía. Milei y Caputo siguen sus pasos ahora.
La historia se repite 35 años después. La autodenominada Ley de Bases es hija dilecta de la Reforma del Estado de 1989. El dueto Menem-Cavallo remite al de Milei-Caputo. La de ahora “es cinco veces” el tamaño de aquella, declaró Martín Menem, el sobrino del expresidente riojano y hoy máxima autoridad de la Cámara Baja. Contó la cantidad de artículos que tenía la norma votada en el gobierno de su tío y recuerda que eran 107. Venían en un bondi más chico. No en el ómnibus de estos días que transporta demasiada angustia y una colosal traición al pueblo.
Una vez más revivieron el pensamiento de Carlos Marx los ultraderechistas que tanto lo detestan. También los peronistas con fecha de vencimiento como Miguel Pichetto y Cristian Ritondo y los radicales libres de Rodrigo de Loredo, moléculas inestables que siempre hacen de comparsa a la derecha. Escribió el autor de El Capital en El 18 Brumario de Luis Bonaparte: “Hegel dice en alguna parte que todos los grandes hechos y personajes de la historia universal aparecen, como si dijéramos, dos veces. Pero se olvidó de agregar: una vez como tragedia y la otra como farsa”.
Estamos curtidos pero no vencidos. Esto es otra cosa. El malhumor social es como las ramitas con que empieza a prepararse el fuego. Falta alguien que las sople y que se incendie la pradera. Las puebladas son una tradición bien argentina. El poder las teme. Por eso se arma con impudicia cuando falta el pan en la mesa de cada empobrecido. El protocolo anti-piquetes es su disuasivo como el palito de abollar ideologías de Mafalda. Aunque ya empezó a desflecarse porque los que marchan no le tienen miedo.
La saga de la ley que consiguió media sanción en Diputados lleva adherida una frutilla sobre el postre de la entrega nacional. Nos sorprendió en vísperas del 1° de mayo. Es “el regalito” para la clase trabajadora que mencionó en el Congreso la diputada del Frente de Izquierda, Myriam Bregman. Algo parecido también dijo la diputada Julia Strada, de Unión por la Patria. Pero faltaron muchas más voces para expresarlo – adentro y afuera- que se llamaron a silencio.
El gobierno celebró su fiesta junto a multinacionales, CEOS y lobistas, incluso en los palcos del mismo Congreso. Ahí sonreían sentados Karina Milei, el ministro Guillermo Francos y el director de YPF, José Rolandi. El mismo que les pidió a los accionistas de la empresa estatal cuadruplicarse el sueldo en 2024. O sea, cobrar unos 70 millones de pesos. Para eso, sí hay plata.
También festejó la extrema derecha junto a la claque de los periodistas cortesanos que intoxican día a día con su prédica contra el Estado dictada desde la Casa Rosada. Son los mismos que vivían de la pauta oficial en cada gobierno.
En TN se les salían los ojos de las órbitas cuando Martín Menem contaba la proeza libertaria de aprobar una ley emparchada y que favorece a los capitales concentrados. Sus defensores se cansaron de decir que la votaron para “ayudar a la gente”. El diputado José Luis Espert lo comentó con su habitual cinismo. No hace falta, Espert. El pueblo prescinde de sus servicios para que no haga más daño.
“Ellos tienen el poder y lo van a perder”, cantaba Gustavo Cordera, de la Bersuit, a fines de los ’90. La letra del tema Señor Cobranza escrita por el líder de Las Manos de Filippi, Carlos Cabra de Vega, todavía resuena en nuestros oídos. Acaba de volver a sumergirnos en la misma pesadilla. Aquella de un país enfermo al que se pretende curar con la misma medicina legislativa.
“¿Y ahora qué? ¿qué nos queda?/ Elección o reelección, para mí es la misma mierda/ hijos de puta en el Congreso/ Hijos de puta en la Rosada y en todos los ministerios”.
Si el ajuste es ley, la rebelión popular es justicia. Nos dio un indicio muy fuerte la marcha universitaria del 23 de abril. Tan transversal como multitudinaria. Galvanizó a varias generaciones de argentinos con un reclamo que se extiende por todas las clases sociales: que no se metan con la educación pública y gratuita.
Fue apenas una batalla ganada en la guerra cultural desatada por las fuerzas del cielo. Tan reaccionarias como vasallas del imperio que tiene un presidente muy servicial, que les hace todos los mandados. Bajo la bandera del remate que acaban de aprobar La Libertad Avanza, el PRO y sus aliados de la oposición amigable, el país está a la venta con nosotros adentro.
*Ejerce el periodismo desde agosto de 1978. Es docente por concurso de la carrera de Comunicación Social de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en la materia Taller de Expresión III.y de la tecnicatura de Periodismo Deportivo en la Universidad de La Plata (UNLP) en la materia Comunicación, Deporte y Derechos Humanos. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)
Fuente: CLAE