El servicio militar obligatorio fue un instrumento con el que la cultura represora logró formatear la subjetividad de los adolescentes durante más de 90 años. En 1901, el ministro de Guerra, teniente general Pablo Riccheri, presentó el proyecto según el cual se reclutaba a los varones argentinos de veinte años en las Fuerzas Armadas para cumplir servicio durante dos años. El objetivo del proyecto era difundir la idea de ciudadanía y de igualdad ante la ley y alfabetizar e integrar a los hijos de inmigrantes, además de aumentar el patriotismo en varones provenientes de diversas clases sociales y rincones del país. El proyecto seguía ideales del entonces presidente Julio Argentino Roca, también militar, comandante de la conquista del Desierto. Los “colimbas” eran asimilados a las fuerzas armadas.
Cuando se empezó a sortear quienes tenían que incorporarse, el inconsciente político social afloró con la expresión “me salvé”. Salvarse era sacar número bajo. Todas las trampas se realizaron con tal de no hacer el maldito servicio. Eduardo Pimentel, uno de los fundadores de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos, perforó en fundante represor de esa obligatoriedad de Estado al prohibir a su hijo Ignacio presentarse para la revisación médica previa a la incorporación. Una de las pocas veces que la patria potestad fue utilizada para defender al hijo. Inició la gesta del Frente Opositor al Servicio Militar Obligatorio. Y uno de mis orgullos más preciados fue haber estado con él. Siempre recordaré las palabras de una de sus hijas: “vos sos psiquiatra pero se te entiende”.
Fue el inicio de mi batalla contra todas las formas de la cultura represora. Más abarcativa que la militancia partidaria. Fue un agravio que fuera Menem quien suspendió los efectos de la ley, sin que el Congreso la derogara. Similar al agravio que Macri presentara la ley por el aborto legal. Las leyes represoras se trampean, pero pocos las enfrentan. Más de 90 años permitiendo que las fuerzas armadas construyeran subjetividad de adolescentes “para que se hagan hombres”. La canalla nunca discutía que clase de hombres se hacían. Sería justo que la lucha anti patriarcal reconociera en Eduardo Pimentel a uno de sus más contundentes combatientes.
Hoy transitamos una triple rendición: al patriarcado, a la cultura represora y al capitalismo. Una moneda de tres caras. Milagros del diseño digital. Lo que debe ser un impuesto se llama aporte. Lo que deviene obligatorio, se lo bautiza como solidario. Y lo que tendría que ser permanente, se lo edulcora con “por única vez”. Delincuentes de guantes blancos y piel blanca pero bronceada, cuya identidad auto percibida es de “empresarios que dan trabajo”, gozan de todas las disculpas del caso para hacernos creer que tienen algún tipo de humanidad residual. Si la miseria era tener dos empanadas para tres, pero era una miseria digna, como decía Antonio Musicardi, el personaje de Esperando la Carroza que inmortalizó Luis Brandoni, hoy la miseria indigna es negar un 2% de las riquezas de más o menos 9000 contribuyentes. Como nadie hace la plata trabajando, según la certeza de otro Luis, Barrionuevo, ni siquiera seria impuesto o aporte. Apenas una expropiación en dosis homeopáticas de acumulaciones mal habidas.
"Es por única vez porque se pretende alcanzar a aquellas personas que son titulares de grandes fortunas", explicó el autor del proyecto y titular de la comisión de Presupuesto, Carlos Heller, en su rol de miembro informante. También descartó que la iniciativa "estuviese pensada contra determinadas personas". "No es una confrontación entre los que más tienen y los que menos tienen", señaló. A su vez, Itai Hagman, uno de los diputados que más impulsó este aporte en Diputados, argumentó: "Mientras discutimos si los 10 mil millonarios más ricos de la Argentina tienen que hacer un aporte extraordinario tenemos 5 millones de niños y niñas bajo la línea de pobreza. ¿Cuál es el nivel de desigualdad que estamos dispuestos a tolerar?".
Conocí a Itai en los tiempos de La Mella. Después pasaron cosas. Pero su pregunta tiene respuesta. Para las convicciones del Movimiento Nacional Chicos del Pueblo, y especialmente de uno de sus referentes, Alberto Morlachetti, la respuesta es: tolerancia cero. Más de 40 años luchando contra el crimen del hambre en la Argentina es evidencia suficiente. Si responden los libres del mundo empresarial es: todo lo que sea necesario para seguir dando trabajo esclavo. O sea: dos empanadas para tres personas.
Este aporte solidario por única vez inaugura otra estrategia encubridora, mistificadora y mentirosa de la cultura represora. La solidaridad no es por ley del Congreso. La solidaridad no es por única vez. Solidario no se nace, escribió Mónica Sorín hace más de 40 años. Y solidario no se debate en leyes. Si es aporte o impuesto me importa nada. Pero si quiero afirmar, que de ningún modo es solidario. En el mejor de los casos, es egoísmo de clase contrariado. Tampoco demasiado. Como dicen los que lo proponen: apenas es un 2%. Les contesto: el problema del dinero es poco; el tema político es todo.
A la derecha si algo le funciona bien son los reflejos de clase. Lamento que ciertos discursos y prácticas de resistencia estén navegando en la doctrina de “un poquito”. Un poquito de justicia social, un poquito de reforma agraria, un poquito de aumento, un poquito de soberanía política. De ésta muy pero muy poquito. Mientras tanto el repudio a los eructos oratorios de Soledad Acuña encubre que su jefe político es “el amigo Horacio”. O sea: el colesterol bueno. El colesterol malo tiene sabor a ingeniero. El “bueno” fue apoyado en múltiples desatinos por la bancada opositora en ciudad. Sin embargo, más allá de los aportes solidarios y los transportes de capitales, que algunos llaman fuga cuando en realidad es turismo financiero, la inflación se sigue llevando los laureles que supimos adquirir.
Claudio Lozano, dirigente de Unidad Popular y Director del Banco Nación se refirió a la fórmula de movilidad jubilatoria y sostuvo que “resulta insólito que, en una economía inflacionaria como la argentina, no se incluya en una fórmula de movilidad la cuestión central: el aumento de los precios. Es el caso de la propuesta de movilidad jubilatoria que está en debate en el Congreso”. Obviamente, el pago de la estafa externa tiene una movilidad mucho mayor. Los precios de la soja tienen más movilidad aún con lo cual asistimos a la esperanza reaccionaria y feudal de “salvarnos con una cosecha”.
El servicio solidaridad obligatorio será una de las tantas marcas de la infamia del capitalismo con el rostro humano de un salvaje caníbal. La mayoría trabajadora que por lo tanto nunca hará dinero, sabe de solidaridad sin leyes. Y de aportes por todas las veces que sea necesario. Esa es a mi criterio la grieta fundante. Que sigan bien separadas.
No unamos en el cielo del relato represor lo que mujeres y hombres han separado para siempre en la tierra.
Seguiremos luchando sin acatar leyes reaccionarias y obviamente, nunca será por única vez.
Fuente: Agencia Pelota de Trapo