En menos de un año, de marzo de 2020 a enero de 2021, el mundo tuvo casi cien millones de infectados de covid-19 y cerca de dos millones de muertos. El virus arrasa en 192 países, según la OMS, y la parca, la sobria parca de la que no se conocen ritos ni fotos ni imágenes más que las que dejan caer las salas de terapia intensiva con una discreción tremenda, horada a la humanidad. Como señaló el filósofo italiano Giorgio Agamben, “el umbral que separa a la humanidad de la barbarie ha sido cruzado”. La pandemia habla todos los idiomas. Pero si hablara sólo en castellano, gritaría que América latina se enlutó con más de 500 mil muertos por covid-19. Y si hablara en inglés, diría que sólo los Estados Unidos tuvieron 400 mil muertos. Se sabe que “no es muda la muerte”, y como bien escribió nuestra gran poeta Alejandra Pizarnik en La extracción de la piedra de la locura, se escucha “el llanto de los enlutados sellar las hendiduras del silencio”. Pero, agrego, la pandemia reveló algo más que la fragilidad de la condición humana. Reveló la insoportable desigualdad del mundo.
Durante este interminable año de sufrimiento por la peste, se mostraron las costuras de su condición de desigualdad, del fanatismo por la acumulación y concentración de riquezas que torna inviable la vida no por el reino de la naturaleza sino por políticas ejecutadas por corporaciones dirigidas por CEO y banqueros. La estadounidense y feminista Judith Butler señaló que “el virus quita el velo a aquello que ya estaba –y estaba mal– o lo acentúa de manera radical. La igualdad ha vuelto al centro de la escena como una necesidad”. Esa constatación, al iniciarse la pandemia, dio pie a una discusión entre filósofos, sociólogos, economistas… La foto era y es: miseria, desigualdad y control y vigilancia sobre la gente. El coreano Byung-Chul Han se adelantó a describir la exacerbación del control de Estados y corporaciones inevitable que no retrocederá; el filósofo italiano Bifo Berardi vaticina que el sueño húmedo de la sociedad de control –conocida como la concentración de la información y el supra-Estado del Gafam (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft)– llegó para quedarse echándoles un balde de agua fría al entusiasmo y optimismo del croata Slavoj Zizek sobre la potencia refundadora del virus sobre el capitalismo. El filósofo argentino José Pablo Feinmann lo escribió así: “Algunos se calman pensando que el virus nos va a llevar a un mejor horizonte, un mundo distinto. Puede ser, pero no es seguro. Nada de esto es seguro y es arduo de creer. El capitalismo ha superado muchas pestes desde su primera globalización en el siglo XV. Ha castigado a la humanidad con el colonialismo, con las guerras y con el egoísmo teórico y práctico. Porque el egoísmo, la codicia, son los conceptos fundantes del capitalismo”.
Frente a estas encrucijadas del mundo, Caras y Caretas quiso iluminar qué sucedía en la vida de la gente en nuestra Patria Grande latinoamericana, el territorio más desigual del mundo, durante la peste. Cómo puede ser tolerable que mientras los grandes millonarios, dueños de Facebook o Amazon, por ejemplo, cuya fortuna se ha multiplicado al infinito por la preminencia del comercio virtual, en una ciudad de Perú, por caso, alguien estuviera luchando por conseguir apenas un tanque de oxígeno para sobrevivir.
Caras y Caretas, como siempre hizo a lo largo de sus tres siglos de existencia, quiere dejar testimonio en textos e ilustraciones no sólo de la realidad sanitaria sino especialmente de la social y económica de nuestros pueblos. Los premiados del concurso latinoamericano de crónicas y del concurso argentino de ilustraciones, que acá se editan, nos aproximan a esos dilemas. Porque, como dijo el gran escritor uruguayo Eduardo Galeano, América latina tiene sus venas abiertas por decisión humana. Y si conservar la vida y apostar recursos a la ciencia para encontrar una vacuna han sido las consignas más revolucionarias de 2020 –a pesar de dudas, terraplanismos, competencias de corporaciones feroces y desidias estatales–, arremeter contra la desigualdad del mundo, contra el neoliberalismo violento, será la gesta de mayor trascendencia de 2021. Y como señaló también Feinmann, eso dependerá de “los sujetos libres de este mundo en peligro. No de una pandemia”.
Imagen: Caras y Caretas
Fuente: Caras y Caretas