• November 23, 2024 at 3:59 AM
Inicio | Opinión

Hartazgo

Por Sergio Altamirano*

La vergüenza de haber sido

y el dolor de ya no ser...

El pequeño burgués ilustrado, aún contra sus posibilidades ontológicas tiene esas reacciones sorprendentes, imposibles de haber sido imaginadas por el mejor autor y/o director... 

Alguno podrá decir, "sorprendente". ¿La hipocresía, la cobardía y la falta de compromiso moral de las clases medias te parecen sorprendentes?.

La respuesta casi automática sería (en un 99%) que no. Sin embargo, a pesar de los años y las experiencias transcurridas, la estupidez y la fatuidad siguen impactando tan fuerte... 

Expresiones tales como:

-¡Ay, pobre gente, me dan tanta pena cuando las veo!. Exacto, cuando las ve... o cuando algún medio se las muestra.

Según Piaget, el infante adquiere la noción de permanencia del objeto entre los dieciséis y veinticuatro meses.  Es decir, a esta edad el niño comprende que el objeto sigue existiendo a pesar de que desaparezca de su campo visual.  Nada más lejos de mi espíritu que refutarlo, pero... tal parece que para las burguesías (élites, clases alta y media) esa noción deja de funcionar tan pronto como advienen en clase para sí (Marx, con perdón de la palabra).

Los días transcurridos desde la ejecución de Mr. Floyd hasta hoy, han dado paso a múltiples explosiones de sentido, protestas y reconocimiento de hechos, actitudes políticas y procedimientos que no son nada nuevo. 

Los millones de oprimidos, perseguidos, segregados, asesinados, torturados y exiliados -fuera y  dentro de su tierra- no son un evento nuevo que se desarrolla a partir de la ejecución (repito, ejecución) de “un negro a manos de la policía... 

La visualización del hecho puntualísimo tampoco es novedoso. Ya se ha filmado, documentado y probado muchas veces la brutalidad policial, allá, acá y a la vuelta también.

No es el primero ni el último desangelado que muere como mueren tantos otros. Tampoco son nuevas las causas ni las órdenes que producen estos crímenes,  como tampoco –desgraciadamente- son nuevas las respuestas que la “sociedad” (bueno, mejor dicho una gran parte de ella) da ante estos hechos. 

La indignación ante el asesinato visualizado termina durando lo que dura el spot televisivo que lo muestra. Independientemente de Piaget y de muchísimas e importantes razones y eventos, la indignación y la pena del visualizante parecen durar lo que el “switcher master” o el director de transmisión tarde en mostrar el nuevo glúteo de moda, o que alguna momia nonagenaria canonizada más por permanencia que por méritos, se pregunte: “¿se viene el zurdaje?”. 

No se trata de cuantificar ni mucho menos cualificar la vida de nadie, toda vida es preciosa e irreemplazable independientemente de donde se halle o, peor aún, dónde sea tronchada vilipendiada, mercantilizada, descalificada, discriminada, ignorada o muchísimo peor aún, culpabilizada por ser “diferente” y, por tanto, siendo culpada de serlo es sumariamente condenada.

No molesta la solidaridad de la gente para con el hombre ejecutado, su familia su extracción o grupo de pertenencia. Al contrario. Que tanta gente haya comenzado a reaccionar y sostener la protesta (incluso alrededor del mundo) ayuda a no perder la esperanza (no tanto…) en la reacción y el involucramiento del hombre común, quizás hasta haya quien pudiera soñar con el hombre común retomando el timón de su derrotero.

No habrá de escapar al observador suspicaz, que semejante reacción popular en la mismísima dolarlandia (con tantos miles y miles de pielesnegras, pielesamarillas, pielesrojas, pielesárabes, masacradas durante tantos años y en tantos escenarios) tiene un poco (bastante) que ver con un hartazgo. Tristemente pobre y mezquino. No es un hartazgo y una lucha rebelde por defender la vida indiscriminadamente hasta en el último confín. Es de miseria y hacinamiento, de “ñata contra el vidrio”, de ser paria y rehén en su propio hogar.

Son esas cosas que tan inasequibles le resultan al pequeño burgués ilustrado…

Sí, sí… ese mismo que puede comentar azorado y boquiabierto cuán des-pam-pa-nan-te es New York!!... sin dejar que se le caiga una sílaba por los miles de homeless que solo por las noches desafían la muerte del garrote policial o la por él desconocida (pero no por eso menos cruentamente violenta) pobreza extrema de los “barrios bajos", eufémica descripción de las  villas miseria del norte ensoñado.

Ese mismo pequeño burgués ilustrado que se horroriza con su prole y su consorte al ver el homicidio del pobre “grone ese”, ese mismo que tira la bronca por cómo le dieron los “canas esos”,  pero en voz baja,  por la comisura de la boca se le “cae" un “ pero ¿ y si no, cómo los parás a esos monos?".

Coincidente y curiosamente es el mismo pequeño burgués ilustrado que larga un risita nerviosa cuando ya transcurridos varios días de protestas -protestas que le sonaron como legítimas al principio- ve que prendieron fuego la CNN. 

Es ese mismo pequeño burgués ilustrado que al observar día con día que la furia “de los negros" no es sofocada ni reprimida. Comienza en voz muy baja su quejosa letanía: “che… esto ya es demasiado”, o “loco cuándo van a cortarla estos?”.

Es, siempre, en esencia el mismo pequeño burgués ilustrado que se horroriza del asesinato del “pobre grone ese" y que también aplaudió la reacción furiosa de ellos, por su hermano de raza como legítima y justa.  

Pero es también el mismo pequeño burgués ilustrado que se volvía un energúmeno vociferante (y con una expresividad oral que haría empalidecer las turbias aguas del riachuelo) echando espuma por los oídos cuando alguien mencionaba a Rafael Nahuel, a Santiago Maldonado, María Soledad Morales, a Fuentealba, un mapuche, un qom, un enfermo de glifosato, un apaleado de Cresta Roja, algún chileno/a/e desfigurade o tuerto por las balas policiales.

Es el mismo pequeño burgués ilustrado que pedía linchamientos en las esquinas cuando no aplaudía la repugnante retórica de alguno de esos tardíos aprendices de Franco, Mussolini, o Videla que por el éter de las radios piden pena de muerte cuando alguna protesta callejera les interrumpe el tránsito. 

Es hijo o nieto quizás de aquel otro pequeño burgués ilustrado que lloraba en la puerta del Banco Mayo cuando Beraja no le dejó ni las migas pero que militantemente le inculcó que Heidi  era la redención de estas tierras.

Ostenta en su linaje ser republicano y como tal enemigo de los políticos porque a él nadie le regala nada… Se desespera de ganas de gritar “que se vayan todos" pero le confiesa a su analista que en realidad “odia a los populistas y la negrada que los siguen votando” porque ellos, los “kukas”, son la verdadera máquina de hacer pobres y ahora, encima, se aprovechan e instalan esta “infectadura” para destruir la constitución en nombre del comunismo; pero a él nadie lo empaqueta y él en política no se mete…

Es ese mismo pequeño burgués ilustrado que “adoctrina” a su prole explicándole que “piden para no trabajar”, “que no tuvieron la suerte de ustedes, de tener un padre como el que tienen"…  “porque aca hace 70 años que los peronchos destruyen todo…” 

En fin,  quizás tengan razón quienes han explicado aquello de:

“Las personas incompetentes generalmente no están informadas de su incompetencia, y parte de la explicación es que la habilidad requerida para ser considerada "competente" es exactamente la habilidad que uno necesita para conocer su propia incompetencia”.(Profesor Justin Kruger y Profesor David Dunning, Universidad Cornell)

* Psicólogo argentino, residente en Noruega.


Fuente: Liliana López Foresi

Opinión