Publicado el Nov 20, 2019 | Opinión
Fuente: Blog 1 de Eduardo de la Serna
Una de las cosas que le cuestiono a cierta izquierda, o a cierto feminismo, es cuando “la parte se cree superior al todo”. Cuando una idea / ideología / utopía / proyecto (bueno, buenísimo, excelente o maravilloso) se vuelve incapaz de encontrarse con un todo, con un proyecto global. Puedo estar bastante, algo, muy o totalmente de acuerdo con muchos de esos, pero con frecuencia los veo con tan poca capacidad de diálogo, de renunciar, de equilibrar, de tolerar que su fundamentalismo (o su principismo) se me hace difícil de encontrarme. De encontrarnos.
Algo de eso leí sobre el nada-feminismo de Evo Morales (que supongo verdadero) pero el problema es que Jeanine es mujer… ¿Y? los sueños y proyectos, los pobres, campesinos e indígenas ¿no tienen nada que decir?
Y paso a lo que me provoca la reflexión: ya hemos comentado decenas de veces sobre los sapos (y hasta escuerzos) que a veces nos toca tragar en nombre de la indispensable unidad. “Es con todos”, se repite. Pero ¿siempre es así? ¿Con todos es así?
Y me remito a los evangelios. Jesús quiere reunir a “todo Israel”, el “pueblo de Dios disperso”, etc. Pero lo cierto es que “no todos” lo reciben. Y ahí hay una punta para la reflexión. La única forma de que el proyecto de Jesús sea universal es que llegue a los últimos, los pobres, los rechazados, los desvalorados por “muchos”. Es ahí donde se entiende la opción de Jesús por los pobres, los publicanos y pecadores, las mujeres y los niños, etc. Desde los últimos para todos. “Es con todos”, repite Jesús. El problema es que hay algunos que se creen “puros” (= santos), y que de ninguna manera aceptan juntarse (comer con) los “pecadores”, los impuros. Esos tales no aceptan que “esos” sean sus hermanos. Son tan “fieles y perfectos” que, como el hijo mayor de la parábola se niegan a participar de la fiesta porque no reconocen al que ha vuelto como su hermano (“ese hijo tuyo”). O como el rico, invitado a la fiesta de la fraternidad compartiendo sus bienes con los pobres, que se retira entristecido porque “tenía muchos bienes” … Tenía bienes, pero no quiso tener hermanos. Con esos no, dijo con su rechazo al Evangelio.
Es con todos, repiten, pero no deja de ser cierto que hay ciertos (y quizás bastantes) que se niegan terminantemente a compartir su vida y sus bienes, sus caminos y sus mesas con los que desprecian, con los que no sienten que sean sus hermanos. En ese caso (¡y es tan actual! basta con mirar Bolivia) el proyecto puede ser “con todos”, pero no es menos cierto que “con esos no” es un estribillo que los que se creen superiores, puros, o ¡hasta santos!, repiten constantemente.
Es con todos salvo con aquellos que se niegan a considerarnos hermanos. Pareciera que para algunos el “todos” es cuando “estoy yo” y preferentemente “no están esos”. No es cuestión de “razas” o de clases, de buenos y malos o de puros o impuros, es entender que desde los pobres se verá si es de y para y con todos o no. Todos, todas y todes aquellxs que quieren que los pobres sean el centro, sean el “test de la totalidad”, serán bienvenides. Con todes los que quieran pensar, militar y hablar desde el lugar del pobre son bienvenides aunque ayer no nos hayamos encontrado. Los pobres son el lugar del futuro y de la patria nueva que soñamos. Todes.
Imagen: AnRed. Enrique Angelelli, beato y mártir