• March 19, 2024 at 5:27 AM
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El FMI es un producto argentino

Por Ricardo Aronskind*


El FMI es indefendible.

Fue creado al final de la segunda guerra mundial, cuando el capitalismo entraba en su período keynesiano, y su función era acotada a ayudar a países que tuvieran transitoriamente problemas de balanza de pagos, dándoles financiamiento de corto plazo para que sus problemas particulares no se transformaran en problemas de todo el sistema económico mundial. Una vez superado el desequilibrio externo, el FMI se iba.

Pero con la mutación del capitalismo global hacia el neoliberalismo, el FMI asumió funciones mucho más importantes y amplias para acelerar el proceso de globalización a favor del capital financiero de los países centrales. Hizo de verdadero “abrelatas” de las economías periféricas, obligándolas a conectarse con el mercado financiero mundial, desregular su sistema bancario interno, abrirlo a la inversión de la gran banca internacional, y transformarse en partes muy rentables del gran casino mundial que estaba promoviendo Estados Unidos y sus países aliados.

Por otra parte, el FMI es básicamente la expresión de los intereses de los Estados Unidos y sus aliados europeos y japoneses, que tienen mayoría para manejar al organismo con comodidad. La fuerza política del FMI deriva de las grandes potencias que están detrás, avalando con su poder diplomático y económico lo que el organismo exige (a los países periféricos solamente).

Si el FMI tuviera el mismo respaldo que Médicos sin Fronteras, a nadie le importaría.

Y desde ya que estas naciones centrales tienen una noción muy precisa sobre cómo desean que esté configurado el orden internacional, y las jerarquías que en ese orden le corresponden a los diversos estados. El FMI, por consiguiente, contribuirá a la configuración de ese orden, utilizando nada más y nada menos que el poder condicionante de las finanzas.

Una vez dicho esto, consideramos una necesidad política entender por qué el FMI se ha transformado en un actor tan importante en la vida Argentina desde 1976 para acá.

1987: el gobierno de Raúl Alfonsín iba a firmar un préstamo «Stand By». 

FMI ¿causa o consecuencia?

La relación con el FMI es un resultado de la historia nacional, no su inicio.

El actual acuerdo con el FMI no es una “refundación” de la Argentina, sino la desembocadura de un largo período de retroceso nacional promovido DESDE ADENTRO de nuestro país. No es el Fondo el que nos llevó a la actual postración, sino que el Fondo ha servido para la realización de estrategias políticas domésticas que subdesarrollan a nuestro país. Y hoy también es así.

El FMI en la Argentina es producto de la política local, no de una invasión externa que nos obligó a someternos. El FMI nunca llegó a la Argentina de la mano de una flota extranjera, o de una intervención forzada por potencias extranjeras. El FMI es sistemáticamente convocado por fuerzas políticas locales, que de una forma u otra llegaron al gobierno y ejercen el poder, tanto vía golpes militares como por estafas electorales: jamás anunciaron que lo van a convocar.

Entender esto es empezar a reorganizar no sólo nuestra comprensión de la trayectoria que ha venido siguiendo nuestro país, sino a pensar formas más efectivas para que pueda concretarse en algún momento un NUNCA MÁS al FMI.

Queremos partir de algunos elementos que nos parecen evidentes:

Es claro que el FMI no ha sido convocado nunca por gobiernos que intentan representar los intereses nacionales.

También sabemos que las políticas del FMI, representan un punto de confluencia entre intereses locales e intereses internacionales. No son exclusivamente intereses “externos” a los de los actores locales.

No es cierto que las políticas del FMI sean rechazadas por todo el arco político social, ni que afecten negativamente a “todos los argentinos”.

¿Cuánto de los acuerdos que se firman con el FMI son producto de las rutinas burocráticas fondomonetaristas y en qué medida recogen también las demandas y ambiciones de grupos de poder local?

¿Acaso los planes del FMI dañan a todo el país por igual, o sólo a los sectores populares, empresarios nacionales y sectores ligados al desarrollo del mercado interno?

Hoy, en la Argentina actual, en la que opera una derecha política y económica cada vez más desinhibida y que expresa con bastante brutalidad sus ideas, ya es imposible seguir ignorando una realidad: la derecha local tiene una total coincidencia programática con el FMI. Incluso a veces excede las recomendaciones del organismo en cuanto a primitivismo social.

Todas las políticas fondomonetaristas orientadas a achicar el estado, a debilitar al polo del trabajo, a desbaratar la industrialización y el desarrollo tecnológico nacional, a extranjerizar áreas estratégicas de la economía, a transformar en negocios a los derechos fundamentales, cuentan con el pleno y completo aval de la derecha local.

En el caso del acuerdo anunciado recientemente, hasta hubo sectores locales que se quejaron ¡de la blandura del FMI! Son aspirantes a reemplazar al macrismo “por derecha”, economistas “liberales” financiados e impulsados por sectores del poder económico local.

¿Cómo podrían estos sectores locales estar en contra de las reformas estructurales, si disfrutaron de ellas en los noventa, con las privatizaciones, la apertura importadora, el dólar barato, las jubilaciones privatizadas, la mercantilización de la salud y de la educación, y cuanto negocio se les suministró desde el Estado?

Claro, son políticas tan nocivas que terminan en graves crisis políticas internas y profundos cuestionamientos sociales. En ese momento es cuando hace falta llamar a la “caballería” del exterior.

El FMI como un jugador local más:

Pero queremos ir un poco más lejos: estos sectores internos no sólo coinciden con el FMI, sino que el FMI, en términos de la disputa de intereses locales, es un extraordinario refuerzo POLÍTICO en las pujas que se establecen en la arena política local.

El FMI, al presionar a gobiernos que no coinciden con los objetivos de los sectores dominantes locales a hacer las políticas que estos sectores quieren –o a acotar o abandonar sus objetivos transformadores- juega un papel político extraordinario en la política nacional.

Al FMI se lo presenta como un factor “externo”, que “nos obliga” a hacer cosas que “se les ocurrieron a ellos”, cuando en realidad es UN REFUERZO traído de afuera para dar mayor soporte a las ambiciones de fracciones de poder económico local.

El FMI opera como un reaseguro fundamental para que continúen las políticas anti-desarrollo y de negocios privados, aun cuando cambie el signo político de los gobiernos.

Argentina presenta la particularidad de ser un país que no pudo ser íntegramente colonizado por el neoliberalismo global en sus instituciones, sus partidos políticos y en el pensamiento general de la población.

Por eso es importante que, más allá de quien gane las elecciones y ejerza el poder democráticamente establecido, haya una parte fundamental de las decisiones públicas SUSTRAÍDA de lo que se ha votado. Nada más y nada menos que las políticas económicas, que condicionan las políticas sociales, científicas, industriales, etc.

Esto se vio muy claramente cuando se derrumbó la dictadura cívico-militar de 1976: la dictadura se tuvo que ir, pero los condicionantes de deuda externa, que obligaron a recurrir al FMI como forma de evitar un default, llevaron a que el primer gobierno democrático tuviera que asumir enormes limitaciones de política económica.

Pero además llevó a que el gobierno de Alfonsín debiera tratar con el mismo poder económico que había sostenido la política de ataque a la industrialización y de promoción del endeudamiento del ministro Martínez de Hoz. A ese poder económico, llamado hacia el final de la dictadura “la patria financiera” y la “patria contratista” debió respetarlo y tratar de adaptarse a sus demandas.

Estar bajo las condicionalidades del FMI llevó a no investigar las características de la deuda tomada durante la dictadura, y a consagrar la impunidad del poder económico corresponsable de las políticas de represión y exterminio.

Siempre, subyacente, la amenaza del default, momento a partir del cual se desata el caos económico interno, la conmoción social, y el derrumbe de las autoridades políticas de turno, hasta que pueda llegar alguien con el suficiente poder político (y de fuego) para poner bajo control la situación.

Un caso de estudio: el macrismo

Del reciente período de gobierno macrista, contamos con muchos elementos históricos para reconstruir cómo ocurrió.

De por sí el macrismo debió parte de su llegada al poder de la lucha de desgaste, sistemática y muy bien organizada a nivel internacional ejecutada por los fondos buitres contra el gobierno de Cristina Kirchner, que precisamente intentó cerrar todos los litigios con las finanzas internacionales que había heredado.

Los buitres no sólo trabaron esa posibilidad, sino que lograron la complicidad de los tribunales norteamericanos, y de la propia presidencia de los Estados Unidos, encabezada por Obama. Fue el gobierno norteamericano el que rechazó la opción disponible de presentarse en el juicio para frenar un fallo aberrante que ponía patas para arriba todo la lógica del salvataje de empresas o países. Los buitres, mostraron su capacidad para condicionar tanto a los jueces, como a la política norteamericana. El efecto para nuestro país fue que se generó artificialmente una asfixia financiera que limitó los últimos años del gobierno de Cristina Kirchner, poniendo esa gestión bajo la amenaza del golpe de mercado interno. Buitres y especuladores locales de la mano, asociados, apostando en contra y dañando a un gobierno popular.

Macri es entonces también hijo de esa circunstancia.

El gobierno macrista abrió las compuertas de par en par a los fondos de inversión internacionales, que vinieron a aprovechar que un gobierno amigo les presentaba servidos en bandeja negocios casi garantizados, para entrar con sus fondos, ganar altos intereses –que no se consiguen en el primer mundo-, y salir cuando quisieran.

Esa fue una POLÍTICA CENTRAL del macrismo, poco visualizada porque hubo muchas otras cosas en juego y muchos actos simbólicamente aberrantes.

A comienzos de 2018, el panorama financiero internacional cambió y la Reserva Federal empezó a abandonar la política de tasa de interés cercana a 0. Los mismos fondos que estaban ganando en Argentina decidieron no seguir poniendo plata en el país, y todo el esquema armado por el gobierno macrista –esquema rentista totalmente desvinculado de la producción de riqueza genuina- se empezó a desmoronar.

En ese momento, Macri convocó al FMI para que suministrara los fondos destinados a facilitar que los grandes inversores privados internacionales abandonaran al país sin sufrir pérdidas cambiarias importantes, y para vender divisas aun baratas a los grupos locales, que también olfatearon la crisis financiera por exceso de timba que promovió el macrismo.

Estados Unidos avaló, porque si alguien tiene poder de lobby sobre cualquier gobierno norteamericano son los financistas internacionales. Pero además porque también se apuntaba a dos objetivos norteamericanos permanentes en relación a la Argentina: ayudar a que un gigantesco descalabro no se produzca bajo la gestión de un gobierno subordinado (en ese caso Macri), pero además, por la magnitud del préstamo, tener capacidad para condicionar a nuestro país ya no en el corto plazo, sino en el mediano plazo, independientemente de quien gobierne.

Aquí es fundamental visualizar la relación estrecha, profunda, que hay entre actores locales e internacionales. Entre capitales locales e internacionales. Entre negocios locales e internacionales. Entre coincidencias políticas e ideológicas locales e internacionales.

En este juego el FMI es un subproducto de otros actores más importantes, que coinciden en hacer negocios con nuestro país, manteniéndolo en una situación de constante dependencia y subdesarrollo.

Como se comprenderá, en este juego la democracia está de adorno, vaciada de contenido sustancial. El voto popular queda devaluado como forma de ordenar las políticas públicas. El poder fáctico toma la pomposa forma institucional de “Acuerdo con el FMI”, avalado por las grandes potencias.

Conclusiones:

Se comprende la furia y frustración que nos genera a numerosxs argentinxs la reiteración de la llegada del FMI.

Pero creemos que se pone un énfasis exagerado en la presencia de un organismo que no es otra cosa que la expresión de un proyecto político interno, de dominación y control de nuestro país, a punta de pistola financiera. El FMI no debe llevar a invisibilizar el problema de fondo.

La incapacidad de la cúpula empresarial local para ofrecer a nuestra sociedad un proyecto económico viable y aceptable, los lleva a reforzar su control coercitivo con la ayuda del FMI que contribuye a maniatar a gobiernos que no les responden plenamente (Alfonsín, Fernández).

Se entiende más aun, en la perspectiva histórica, lo que hizo Néstor Kirchner cuando aprovechó un buen momento exportador argentino para saldar en 2005 la deuda completa con el FMI, que en ese momento no era impagable. Eso le permitió sacar al Fondo de la arena política argentina, debilitando así el bloque de poder local que se le oponía. Esa acción, más que una dimensión económica, tuvo un impacto político notable, porque CAMBIÓ la CORRELACIÓN de FUERZAS a favor de las políticas populares.

Pero entonces, sería mucho más importante empezar a pensar cómo enfrentar a ese proyecto local, empobrecedor y extranjerizante, que es el que tiene vigencia permanente, más allá de la presencia o ausencia del FMI. El FMI es claramente el subproducto de la lucha interna por el proyecto de país. Su presencia es sólo la constatación de quien va ganando en la puja interna, pero también de la incapacidad de esa elite local por asentar su control sobre el país ofreciendo logros concretos.

Bien lo supo Cristina Kirchner que, liberada de las ataduras del Fondo, tuvo que enfrentar un ataque y boicot sistemático contra su gobierno, por el hecho de tener una política económica inclusiva y una política exterior autónoma.

No es el Fondo el problema.

Es el proyecto neoliberal globalizante de la elite argentina.

*Economista y magister en Relaciones Internacionales, investigador docente en la Universidad Nacional de General Sarmiento

Fuente: La Tecl@ Eñe

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