• October 5, 2024 at 1:46 PM
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Crisis social y calentamiento global: los desafíos de una humanidad amenazada

Por Alcira Argumedo y Juan Pablo Olsson

Dos tendencias que se vienen agudizando a nivel mundial, plantean inéditas amenazas para la paz y la vida en el planeta: de continuar el predominio de las actuales concepciones, valores y núcleos de poder que las alimentan, tienden a alcanzar dimensiones catastróficas. Por una parte, una crisis social sin precedentes por su magnitud, se agudiza a causa del crecimiento exponencial del desempleo y la pobreza, como contrapartida de un crecimiento asimismo exponencial de la polarización y concentración de la riqueza, en particular en las áreas centrales y periféricas de Occidente, en América Latina, en África y en países menores de Asia y Medio Oriente. Por otra, si no se eliminan las principales causas que los agravan, el calentamiento global y la anunciada crisis del agua a escala mundial, amenazan la vida misma de la especie humana en el planeta. La magnitud de estos desafíos indica que la humanidad en su conjunto afronta una crisis de carácter civilizatorio, dadas las transformaciones económicas, políticas, tecnológicas y culturales, que deben promoverse para generar respuestas capaces de revertir la actual carrera hacia una destrucción que puede ser irreversible. 

I.- Crisis social y crisis económica: sobreproducción por carencia de demanda a nivel mundial

El acelerado desarrollo de la Revolución Científico-Técnica desde comienzos de la década de 1980, cuyas tecnologías de avanzada irán produciendo una marcada disminución del tiempo de trabajo humano necesario en las más diversas áreas del quehacer social -sectores industriales, finanzas, administración, servicios, carga de puertos y similares- se ha traducido en la expulsión masiva de mano de obra; y desde inicios de los años 90´ se articula con la globalización neoliberal, otorgando a los sectores dominantes un estratégico instrumento de poder para disciplinar a los trabajadores. Su resultante es un proceso de creciente desocupación, precarización laboral y disminución de los salarios reales, con el consiguiente incremento de las condiciones de pobreza e indigencia.      

En las tres décadas que corren desde entonces, tanto en las naciones del Occidente central como en las periféricas, el crecimiento exponencial del desempleo, la pobreza y la indigencia, contrastan con un crecimiento también exponencial de la concentración y polarización de la riqueza. Informes y estudios internacionales, afirman que la brecha entre ricos y pobres en el mundo es la más profunda de la historia. La organización Oxfam (Oxford Committee for Famine Relief), creada en Inglaterra en 1942 en el contexto de la II Guerra Mundial con el fin de luchar contra el hambre afirma que, en función de la información brindada por el banco suizo Credit Suisse y la revista Forbes, la fortuna acumulada por las ocho personas más ricas del mundo, equivale a lo que reciben unos 3.500 millones. (1)

El informe Oxfam de 2017, presentado en la reunión anual del Foro Económico Mundial en Davos -donde concurren los grupos económicos y financieros más poderosos del mundo- señala que la brecha entre ricos y pobres es mayor que nunca, ya que al incorporar nuevas cifras de China e India, estima que la mitad más pobre del mundo posee menos de lo que se había calculado. Considera además, que las diferencias son«obscenas» y se agravan, en tanto en 2010 se hubiese necesitado la riqueza de 43 personas para igualar la de esos 3.500 millones de pobres. La enorme brecha existente entre ricos y pobres, ha llevado a que el Papa Francisco e incluso el Fondo Monetario Internacional, advirtieran acerca de sus efectos nocivos para la gobernabilidad de las sociedades.  

Esas ocho fortunas personales son parte de las familias y los sectores vinculados con capitales financieros especulativos, bancos, corporaciones petroleras y otras grandes empresas, conformando una élite de grupos privilegiados, que en conjunto integran el 1% de la población del mundo y detentan núcleos clave del poder mundial. A su vez, los informes del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo-PNUD señalan que en 2018, este 1% concentra más del 50% de la riqueza del mundo, mientras el 20% de la población mundial -unos 1.000 millones de habitantes compuesto por los más ricos de los distintos países- se apodera del 95.5% del total de la riqueza, mientras el 80%, aproximadamente 6.500 millones de seres humanos, dispone solamente del 4.5%. Por su parte, las cifras del Banco Mundial indican que, de esos 6.500 millones, el 50% subsiste en condiciones de pobreza o indigencia, con menos de 5 dólares diarios por persona;  otro 20% está inmediatamente por encima de la línea de pobreza; mientras el 10% restante cuenta con recursos que escasamente le permiten adquirir bienes que no sean alimentos.(2)

Este marcado crecimiento del desempleo y la pobreza, tiene como principales causas la combinación entre el predominio de concepciones neoliberales impulsadas desde los países del Occidente central y el proceso de reconversión tecnológica y robotización derivados del despliegue de la Revolución Científico-Técnica, que ha cerrado el ciclo histórico de la Revolución Industrial. Un proceso que se fue traduciendo en la expulsión masiva de trabajadores desde las más diversas áreas de la actividad social, tanto en los países desarrollados como en los periféricos, acompañando la caída de los salarios reales y una creciente precarización laboral, que contrasta con el enriquecimiento de los sectores dominantes y los capitales financieros. Como ejemplo, en la actualidad la producción de la Ford Argentina con 2.500 trabajadores y sistemas automatizados o robots, es significativamente mayor que la de fines de la década de 1970 con 12.000 trabajadores: la proporción de desplazados es del 80%, mientras en otras actividades el reemplazo es aún más significativo. A ello se suma, entre las naciones periféricas, el empobrecimiento resultante de las políticas neoliberales de saqueo, principalmente a través del manejo de sus deudas, que agravan las consecuencias de siglos de despojo colonial o neocolonial.

Más dramático aún, es que no se trata solamente de pobreza: para la actual dinámica económica y financiera, para los actuales grupos de poder dominantes, es una población sobrante absoluta, descartable, en tanto no les sirven ni como mano de obra barata, ya que son reemplazados por tecnologías de avanzada, ni como consumidores, dados sus misérrimos recursos. Al mismo tiempo se vuelven amenazantes: una proporción de ellos, generalmente los jóvenes, pretenden huir de la miseria y el hambre -y en otros casos de las guerras y la muerte causadas por las políticas agresivas de Estados Unidos y la Nato contra países considerados en el Eje del Mal- e integran las corrientes de inmigrantes o refugiados que desde el Este y el Sur acosan las fronteras de Europa y Estados Unidos, donde son estigmatizados como “nuevos bárbaros”.  

Un problema clave es que ese 20% de ricos, integrado por las grandes fortunas y clases medias altas, es un mercado excesivamente restringido para el avance cualitativo en la productividad que habilitan las tecnologías de avanzada y la presencia de la producción china en el mercado mundial. Las guerras comerciales lanzadas por Estados Unidos y el fracaso de la globalización neoliberal en las naciones del Occidente central, son manifestación de una crisis de sobreproducción por carencia de demanda. Crisis que tiende a agudizarse en Occidente, donde se pretende apagar el fuego echándole gasolina: disminución de los salarios reales y los aportes previsionales, ajustes fiscales y caída del nivel de vida del grueso de la población, mientras se favorece una vez más la especulación financiera y las ganancias extraordinarias de corporaciones y bancos.

La paradoja es que la reconversión tecnológica salvaje y la polarización de la riqueza, comienzan a amenazar también a sus propios promotores: los robots presentan infinitas ventajas, en tanto son eficientes, trabajan 24 horas diarias sin parar, no hacen reclamos ni huelgas. Su único problema es que tampoco compran nada. El interrogante es entonces a quién se venderá la producción de los eficientes robots: causa principal de la crisis de sobreproducción que se profundiza a escala global. Al respecto, es preciso considerar que las tecnologías no desplazan personas sino tiempo de trabajo humano. Haciendo cálculos sobre un 50% menos de tiempo de trabajo, si el producto “A” llevaba 80 horas/hombre (10 personas trabajando 8 horas) y ahora requiere 40 horas/hombre, las opciones dan dos modelos de sociedad radicalmente diferentes: se retienen 5 personas trabajando 8 horas y otras 5 se descartan; o se mantienen 10 trabajando 4 horas con salarios dignos; lo cual disminuiría a la mitad los problemas de desempleo.

Esta última opción caracterizó a los llamados Treinta Años de Oro, entre el fin de la Segunda Guerra y la crisis de los años 70´: la jornada disminuyó en un 45%, desde las 72 horas semanales -12 horas diarias, 6 días a la semana- a las 40 horas semanales de las décadas de 1940 a 1970. Los economistas coinciden en que fueron los años de más alto y sostenido crecimiento económico a nivel mundial. Este es uno de los desafíos de carácter civilizatorio, ya que la respuesta no sería un movimiento neo- ludita contra los robots, sino el tema central de la redistribución de la riqueza y, en tanto los procesos de robotización tienden a cubrir áreas cada vez más amplias de la actividad social, es preciso concebir con creatividad alternativas acerca de las nuevas actividades humanas de realización personal y social, en un mundo donde la fuerza de trabajo tiende a ser reemplazada por instrumental automatizado.

La experiencia de China

Con características propias, la crisis de sobreproducción también está afectando a la economía china y se manifiesta en una caída de sus ritmos de crecimiento económico y de sus exportaciones. En 2018, las importaciones chinas disminuyeron  un 13%, lo cual provocó una caída de los precios de las materias primas en el mercado internacional, en especial productos agropecuarios y petróleo. La Oficina Nacional de Estadísticas de China da cuenta de pérdidas de empleos y de un aumento de huelgas y reclamos sociales, especialmente en el interior del país, mientras el Partido Comunista debe garantizar la creación de empleos y una mejora en los ingresos a fin de sustentar el pacto social implícito, por el cual la población acepta duras restricciones a las libertades públicas a cambio de mejoras en las condiciones de vida.

Con el objetivo de adecuar la economía a las nuevas condiciones del país y del mercado mundial, el XII Plan Quinquenal que comenzó a implementarse en 2016, otorga una nueva orientación a los motores de su crecimiento, desde las políticas de exportación hacia un incremento del consumo interno y los servicios, con una mayor atención a problemas sociales como los ambientales y la pobreza. Al mismo tiempo, da prioridad a un creciente flujo de inversiones en el exterior, que se complementan con el programa de la Nueva Ruta de la Seda lanzado en 2013, consistente en la construcción de infraestructura de transportes de avanzada -trenes bala, autopistas, barcos, puertos y aeropuertos- en rutas que unen China con Europa Occidental y África, atravesando Europa Oriental y Asia Menor.

A partir de estos proyectos, los dirigentes chinos buscan sustentar niveles de crecimiento que ronden un mínimo del 8% con el fin de garantizar el empleo de una población con 13 millones de nacimientos anuales, manteniendo una tasa de desempleo que no supere el 4 ó 5%. Lo cual supone la necesidad de crear 9 millones de nuevos trabajos en las áreas urbanas, incluyendo los que deben ser ocupados por los 6.5 millones de graduados universitarios que se licencian cada año. Un desafío para superar las consecuencias de la desaceleración de su economía y los impactos de la guerra comercial lanzada por Estados Unidos, que afecta especialmente a las empresas orientadas a la exportación, en el contexto de la crisis de sobreproducción.(3)

Estas reorientaciones indicarían que la dirección política de la economía en China -sin ignorar el carácter despótico de su sistema de gobierno- tiene una mayor capacidad de respuesta que las lógicas del “mercado” en Occidente, al reorientar un modelo de crecimiento basado en las exportaciones hacia otro centrado en el consumo interno, que complementa las demandas de inversión. Un componente adicional es el control político de inversiones en infraestructuras clave en Asia central y África; e incluso han incluido a Italia, que requiere de capitales para proyectos intensivos en mano de obra, planteando tensiones en la Unión Europea. A su vez, como perspectiva de mediano  plazo, el plan “Made in China 2025” busca acelerar el desarrollo tecnológico, especialmente en la áreas de inteligencia artificial, aviación e industrias del transporte: la idea es reemplazar sus tradicionales mercaderías baratas -electrónicos de consumo masivo, ropa, juguetes, zapatillas y similares- por productos con tecnologías de avanzada.

En contraste, la magnitud de la deuda pública y privada de este país -que suma 34 billones (millones de millones) de dólares- constituye una amenaza para la economía global, en tanto es uno de sus principales motores de desarrollo: el desafío es disminuir esa deuda de modo tal que su impacto en la desaceleración del crecimiento no sea políticamente disruptivo. Además, China enfrenta la necesidad de revertir la profunda desigualdad social existente en los ingresos, en el desarrollo entre las distintas regiones del país y en el interior de esas regiones. La reorientación de su economía hacia un fortalecimiento del mercado interno, indicaría un camino de superación de la crisis mediante un proceso de redistribución de la riqueza -una especie de New Deal asiático- que el neoliberalismo de Occidente considera una herejía. (4)    

La guerra comercial lanzada contra China por el presidente Donald Trump, en un intento por revertir el fracaso de la globalización neoliberal en Estados Unidos, al igual que en otros países de Occidente, tiene como objetivo disminuir el déficit sostenido de su balanza comercial y de pagos. Más de la mitad de sus importaciones desde China son productos de empresas norteamericanas instaladas en ese país y se intenta obligar a esas empresas a reinstalarse en Estados Unidos, con el fin de sanear los problemas de desempleo, caída del nivel medio de vida y áreas industriales convertidas en zonas fantasmas. No obstante, más importante aún, es el intento de neutralizar los avances chinos en inteligencia artificial y la delantera alcanzada con el sistema 5G, quinta generación de la red inalámbrica de banda ancha móvil en telefonía y sistemas Internet, con velocidades de carga y descarga exponencialmente más rápidas que las del sistema 4G. Debe considerarse que la tecnología 5G abarca mucho más que los teléfonos inteligentes, incluyendo sensores y posibilidad de conducir a control remoto vehículos, robots o instrumental de alta precisión utilizados en cirugía.

Al igual que otras amenazas características del presidente Trump que debieron aplacarse luego de una etapa de agresiones, la guerra comercial contra China comenzaría a debilitarse con la paulatina eliminación de las sanciones impuestas a la empresa de telefonía china Huawei, que está más avanzada que Estados Unidos en el control de la tecnología 5G. Una de las razones fundamentales, fue la advertencia del gobierno chino de paralizar la exportación de tierras raras -un grupo de 17 elementos minerales como escandio o lantano- imprescindibles para la producción de una inmensa gama de productos electrónicos: entre otros, baterías, lentes de cámaras, pantallas, rayos láser, motores, memorias de computadoras, teléfonos móviles y sistemas de armamentos utilizados por las fuerzas armadas norteamericanas. Estados Unidos depende en un 80% de las exportaciones de tierras y minerales raros procedentes de China y la prohibición de esas exportaciones tendría consecuencias impredecibles para el sector de alta tecnología norteamericano e incluso para su seguridad, en tanto son un componente esencial para una amplia gama de armamentos. (5)

Las amenazas del futuro

Ante el fracaso de la globalización neoliberal en una parte mayor de las naciones de Occidente, tanto centrales como periféricas, la crisis de sobreproducción causada por la caída de la demanda y la existencia cada vez más numerosa de población sobrante y descartable en la perspectiva de la lógica económica predominante, a lo cual se suma una desaceleración de la economía china por la disminución de sus exportaciones, tienden a agravarse por la persistencia de las orientaciones económicas dominantes. La combinación entre una reconversión tecnológica y robotización que cada vez se extiende a nuevas áreas de la actividad social y la continuidad del crecimiento del desempleo y la pobreza, con su contrapartida de polarización y concentración de la riqueza, dan cuenta de tendencias que amenazan con contraer aún más el crecimiento de China y de la economía global y pueden tener gravísimas consecuencias en el mediano plazo. En este contexto, no debiera descartarse que, en un intento por revertir la crisis y su evidente debilitamiento en la disputa hegemónica con el bloque China-Rusia, Estados Unidos promueva una carrera armamentista y defienda una postura a favor de nuevas guerras preventivas -similares al Eje del Mal- que pueden conducir a una Tercera Guerra Mundial.

Al respecto, las cifras son preocupantes por su magnitud. El presupuesto de Defensa votado en Estados Unidos en 2018 alcanzó los 700.000 millones de dólares y en 2019 tanto republicanos como demócratas probaron obedientemente los 716.000 millones propuestos por el presidente Donald Trump, mientras el gasto previsto para 2020 es de  750.000 millones. Estos montos superan el gasto total en el sector militar de las ocho naciones que le siguen en importancia: China, Arabia Saudita, Rusia, Francia, India, Gran Bretaña, Alemania y Japón, entre quienes Rusia es la única potencia con un arsenal nuclear capaz de exterminar materialmente a los Estados Unidos; lo que no quita potencialidades destructivas al resto. A dólares valor constante, ajustados por inflación y corrigiendo el valor adquisitivo desde 1945, es de lejos el mayor presupuesto militar desde la rendición de Hirohito luego de Hiroshima y Nagasaki. Paradójicamente, en las últimas décadas los ejércitos norteamericanos son una de las fuerzas armadas menos eficientes del mundo: en los 18 años de guerra en Afganistán -de la cual se retira en una derrota similar a la de Vietnam- y en Irak, donde no ha logrado consolidar el predominio esperado, en dólares ajustados Estados Unidos ha gastado más que en derrotar a Alemania y Japón, incluyendo el desarrollo de la bomba atómica.(6)

Enseñanzas de la historia: la crisis 1929/1930  

A fines del siglo XIX y principios del XX, la Revolución Industrial, que se acelera hacia la década de 1840 con la máquina a vapor en las industrias y transportes, dará lugar a un desplazamiento masivo de trabajadores por la incorporación de las nuevas tecnologías. En la perspectiva de los poderes dominantes, esa mano de obra fue considerada población sobrante, descartable: al igual que ahora, no les servían a los sectores dominantes y a sus modelos político-económicos, ni como mano de obra barata, ni como consumidores, dados sus niveles de pobreza e indigencia.

En ese período, los países europeos expulsarán a millones de población descartable hacia las áreas de la periferia; y también serán empleados como carne de cañón de los ejércitos que se despliegan en la nueva etapa de expansión imperial, principalmente con la penetración en África a partir de 1870. Las migraciones masivas de europeos que llegan a América en ese período -en especial a Estados Unidos y Argentina- no eran precisamente las clases privilegiadas; mientras otras fracciones de población sobrante, integrarán los 20 millones de muertos de la Primera Guerra Mundial.

La relativa descompresión poblacional posterior a esa Primera Guerra, los beneficios iniciales de la nueva etapa imperialista y la expansión económica de Estados Unidos entre 1920 y 1929, dieron como resultante una década de prosperidad -los “20 años locos”- que benefició a gran parte de las sociedades centrales, salvo Alemania, que debía afrontar las reparaciones de guerra impuestas por el Tratado de Versailles. El crecimiento de Estados Unidos se sustentó en una transformación productiva dominada por la innovación técnica y la utilización masiva de la cadena de montaje, disminuyendo los costos y aumentando la producción, con marcados beneficios empresarios. En esos años se popularizó el uso del teléfono, el automóvil y los electrodomésticos, gracias a la novedad de la venta a plazos. La promoción del consumismo, favorecido por la compra de productos sin necesidad de contar con efectivo, llevaría a amplios sectores de la población a endeudarse por encima de sus posibilidades, mientras la radio habilitó la difusión de propaganda comercial como nunca antes.

A su vez, la prosperidad empresaria fue acompañada de una creciente especulación con acciones de la bolsa, que subían vertiginosamente; y muchos empresarios comenzaron a endeudarse para especular, facilitando el incremento de las cotizaciones.  Gran parte de los analistas económicos coinciden en que la causa principal de esa crisis fue la sobreproducción ante un mercado con baja demanda, debido al subconsumo de parte importante de la población, en tanto el crecimiento económico de los años 20´ benefició principalmente a las clases altas, mientras la inmensa mayoría de los habitantes se empobrecía, reduciendo su capacidad adquisitiva. Lo cual se combinó con el proceso especulativo: ante la falta de incentivos para la inversión, dada la carencia de demanda, parte de los capitales se vuelcan a la compra y venta de acciones, cuyos valores crecen ficticiamente.

No obstante, cuando las acciones dejaron de subir, se iniciarían ventas masivas, que a su vez bajaron los precios y aceleraron nuevas ventas, hasta que la especulación estalla el 24 de octubre de 1929, el “jueves negro” que dará inicio a una profunda crisis económica: la más grave del capitalismo hasta entonces. La crisis produce una quiebra masiva de entidades financieras en Estados Unidos: en 1929 cerraron 642 bancos; en 1930 se declararon en quiebra 1.345; y 2.298 en 1931. Por entonces este país, que era el principal productor y el principal mercado del mundo, con capitales invertidos en las más diversas regiones, comienza a retirarlos para afrontar sus graves problemas financieros internos. Al verse privados de financiamiento, esos países entran a su vez en crisis y dejan de importar productos norteamericanos, perturbando los intercambios comerciales y afectando a las industrias estadounidenses, de modo que la crisis se expande a nivel global.       

Entre las naciones europeas, una de las más afectadas era la economía de Alemania que, junto con Austria, tenían una marcada dependencia de los capitales norteamericanos; y el retiro de esos capitales significará una profundización aún mayor de su crisis. En ese contexto crece el partido nazi: en 1933 Adolf Hitler es elegido Canciller y asume la conducción del Reishtag, capitalizando el malestar de amplias capas sociales. Inglaterra se vio menos afectada, pero debió afrontar ajustes con el abandono del patrón oro y la devaluación de la libra: tras siglos de ser precursora del liberalismo económico, promueve un drástico giro hacia el proteccionismo.

Esta situación se traduce en el plano social en un dramático incremento del desempleo y la pobreza, con secuelas de fortalecimiento del crimen organizado, la delincuencia social y la mendicidad en todo el mundo. En la mayoría de los países, la situación de los campesinos y granjeros es también desesperada: al bajar los precios se ven ahogados por las hipotecas o los préstamos y pierden sus tierras; cuando huyen hacia las ciudades, enfrentan una situación aún peor. Ese malestar en países como Italia, al igual que en Alemania, nutre el crecimiento de fuerzas políticas de ultraderecha, mientras en otros, donde la democracia estaba consolidada, se presenció el ascenso de partidos de estas orientaciones, aunque en Bélgica, Francia y Gran Bretaña no llegaron a tener un poder que pusiera en riesgo al sistema político.

En grandes rasgos, las dos principales respuesta ante la crisis de las naciones del Occidente central -por entonces el 80% de los habitantes del mundo en Asia, África y América Latina estaban sometidos a dominios coloniales o neocoloniales por parte de esas potencias, principalmente Inglaterra, Francia, Holanda, Bélgica y Japón- tuvieron sus principales manifestaciones en la política del presidente norteamericano Franklin Roosvelt y en la del canciller de Alemania, Adolf Hitler.

En 1933, los demócratas encabezados por Franklin Delano Roosevelt ganan las elecciones presidenciales y, como un intento para superar la crisis, plantean la política del New Deal. Asesorado entre otros por el economista inglés John Maynard Keynes, que propone una nueva orientación a la dinámica económica, el presidente otorgará un papel fundamental al intervencionismo del Estado en la economía, a fin de garantizar un incremento de la demanda agregada, además de su participación en la reforma del sistema financiero que había sido especialmente afectado por la crisis, para evitar nuevas maniobras especulativas. Con el objetivo de revertir el desempleo y el subconsumo, se otorgan subvenciones a los desocupados y se lanza un vasto programa de obras públicas para crea trabajo. En el sector industrial se incrementan los salarios y se dictan leyes para reducir la jornada laboral a 40 horas semanales, garantizando precios competitivos para productos y beneficios empresarios.

Hacia 1935 la economía norteamericana mostraba una significativa recuperación, que se consolida en 1937. No obstante, a partir de 1937, tanto en Estados Unidos como en Francia e Inglaterra, la recuperación definitiva tendrá su base en la producción militar, como respuesta a la carrera armamentista que había iniciado Hitler en Alemania, en todos los casos con un significativo avance en la tecnología bélica.

En contraste con el New Deal, la política del canciller alemán se centró en un decisivo impulso a la industria de guerra, que lograría disminuir el desempleo desde los seis millones de parados a 400.000 en poco más de dos años, con una inversión en el sector militar equivalente al 35% del total de la renta pública y privada alemana. Así, las potencias centrales de Occidente y el Japón, van a resolver la crisis de sobreproducción por carencia de demanda de los años treinta y los problemas de población sobrante, impulsando la tragedia de la Segunda Guerra Mundial: en esta guerra murieron 50 millones de seres humanos, sin contar las secuelas de mutilados y otros dramas vinculados con las consecuencias del conflicto.(7)

II.- Calentamiento global y crisis hídrica a escala mundial

Calentamiento global y vida en el planeta

En agosto de 2016, el artículo “Inicio temprano del calentamiento de la era industrial a través de los océanos y continentes” publicado por la revista Nature -la más prestigiosa revista científica a nivel mundial- será un aporte decisivo para saldar el debate sobre las causas del calentamiento global frente a las corrientes negacionistas, respaldadas principalmente por las corporaciones petroleras y los grupos financieros vinculados con la producción de combustibles fósiles.

En la investigación participaron científicos de diferentes especialidades, pertenecientes a universidades e institutos de investigación de Australia, Estados Unidos, Alemania, Inglaterra, Francia y países asiáticos. A diferencia de estudios anteriores, se abordó la evaluación de los cambios climáticos en un período de 2.000 años, analizando los registros de las variaciones climáticas naturales en océanos y continentes de todo el mundo; y se incorporaron historias climáticas a través de las huellas del clima que aparecen preservadas en los corales, muestras de cuevas, anillos de árboles y testigos de hielo, que son archivos naturales del clima. Se incluyeron modelos de simulación y también fueron analizadas las emisiones volcánicas de los últimos doscientos años, como modo de control para determinar su incidencia en el clima.(8)

Las conclusiones de esta investigación rigurosa y de largo aliento, permitieron afirmar que el calentamiento global actual tiene origen antropogénico: comenzó alrededor de 1830 y está estrechamente relacionado con el aumento de los niveles de gases de efecto invernadero, como consecuencia de la Revolución Industrial y la utilización del carbón y más tarde gas y petróleo, ya que antes del inicio de la Era Industrial, la cantidad de gases como el dióxido de carbono-CO2 se encontraban en la atmósfera en una proporción comparativamente baja. Si bien estudios y organismos internacionales coinciden en que el aumento de la temperatura promedio de la atmósfera y los océanos del planeta resultantes de la acción humana se ha incrementado entre 0.8ºC y 0.9ºC desde inicios del siglo XX, afirman que la mayor parte del cambio ha sucedido en los últimos treinta años. Entre otras razones, desde la década de 1980 se produjo el acelerado crecimiento industrial de China y la India, con utilización intensiva de carbón y otros combustibles fósiles.(9)

Si bien desde inicios del decenio de 1970 comienzan a manifestarse preocupaciones acerca de los problemas de contaminación del ambiente y los límites del crecimiento con dos hitos significativos en la Conferencia de Estocolmo, Suecia, en 1972 y la Conferencia de Río de Janeiro, Brasil, en 1992, tanto en los ámbitos científicos como en los encuentros internacionales, la problemática será encarada con mayor intensidad y creciente preocupación en el transcurso de la primera década del siglo XXI y en especial en los años anteriores y posteriores a la Conferencia de París COP21 de 2015. Por entonces, el calentamiento global se había agravado significativamente, tanto por la contaminación de la atmósfera como por otros indicadores, como la absorción del calor de los mares; el derretimiento de hielos terrestres y glaciares; el aumento del nivel del mar; o el incremento de la humedad atmosférica superficial.

Junto al aumento de la emisión de gases de efecto invernadero, otro de los factores principales que potencian el calentamiento global, es la desaparición de bosques a causa de la deforestación masiva que ha afectado al planeta en las últimas décadas. La deforestación limita críticamente la capacidad de los árboles para absorber dióxido de carbono y liberar oxígeno mediante la fotosíntesis, en una dinámica que permite procesar los gases del aire y purificarlo. Los árboles favorecen además el ciclo del agua por su capacidad de evapo-transpiración a través de sus hojas, permitiendo la incorporación a la atmósfera de vapor de agua, que se condensa en las nubes y finalmente cae en forma de lluvia. La deforestación afecta así el régimen de lluvias y las tierras se deterioran por una creciente erosión y desertificación. América Latina, África, Australia e Indonesia, son las regiones del mundo donde la deforestación ha adquirido condiciones de alto riesgo. A excepción de Canadá, en las naciones del Norte se promueven políticas proteccionistas, mientras China -uno de los países más contaminantes del mundo- está incrementando sus bosques a un promedio de 1.5 millones de hectáreas por año.   

La selva del Amazonas es la más extensa del mundo y cubre alrededor del 40% del territorio sudamericano. Está considerada el pulmón del planeta, dado que si el total de la vegetación en el mundo absorbe 200.000 millones de toneladas de carbono al año, los árboles amazónicos procesan 70.000 millones. La situación ambiental es grave, en tanto Brasil encabeza el ranking de la deforestación en América Latina: entre 2010 y 2015 este país deforestó cinco millones de hectáreas para ampliación de la frontera agrícola, minería, producción de papel o extracción de hidrocarburos: los incendios masivos declarados en 2019 constituyen una catástrofe con consecuencias inconmensurables. A su vez, entre 1990 y 2015, Argentina perdió el 22% de sus bosques por las mismas razones. En la región del Gran Chaco, que nuestro país comparte con Paraguay, están amenazadas otros diez millones de hectáreas; mientras en Formosa, Chaco, Misiones y Salta, la devastación de bosques se acompaña del acoso a los pueblos originarios, que sufren desalojos, represión y pérdida de sus medios de vida.(10)

Crisis del agua a escala mundial

Desde hace dos décadas, informes de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos-CIA advierten que si en el siglo XX las guerras tuvieron como causa principal el petróleo, en el siglo XXI serán por el agua: este recurso indispensable para la vida en el planeta se impondrá como una de las mayores causas de conflicto internacional. También los expertos auguran que antes o después, los principales conflictos tendrán como trasfondo los intentos de apoderarse de las principales fuentes de agua, debido a la escasez y la contaminación que se estima van a afectar a grandes masas de población. Se calcula que en la actualidad unos 2.100 millones de habitantes carecen de acceso al agua y 4.500 millones viven sin condiciones sanitarias apropiadas.

Estas tendencias tienden a agravarse: el informe de Naciones Unidas “Desarrollo de los recursos hídricos en el mundo” advierte que hacia 2050, sobre una población total de 9.000 millones, 7.000 millones de personas padecerán de escasez de agua, por efectos del cambio climático. Esto amenaza la seguridad alimentaria y los medios de subsistencia, en tanto se trata de un recurso indispensable para garantizar la vida humana, animal y vegetal en el planeta. Las evaluaciones indican que en esos años la demanda de agua será superior en un 60% de la actual, mientras el 85 % de las fuentes hídricas se encuentran en zonas donde habita el 12 % de la población del mundo.

A su vez, el calentamiento global, que incluye patrones inusuales de precipitaciones, de temperatura y fenómenos meteorológicos extremos cada vez más frecuentes -entre otros, sequías o inundaciones; tormentas y huracanes; olas polares y olas de calor sin precedentes- está afectando el retroceso de los glaciares y cascos polares, poniendo en peligro la existencias de estos suministros en el futuro. El cambio climático perturba asimismo el régimen de lluvias, mientras la deforestación masiva agudiza el problema: se estima que el cambio climático global será responsable de más de un 20% de la escasez de agua a nivel mundial. Los modelos extractivistas que se han extendido masivamente en las últimas décadas a nivel mundial y en especial en América Latina -cultivos transgénicos con agrotóxicos; megaminería a cielo abierto con utilización de cianuro y ácido sulfúrico; explotación de hidrocarburos no convencionales mediante la técnica del fracking- comenzaron a aportar en forma dramática a la contaminación de las aguas, además de la utilización masiva de recursos hídricos para sus producciones, que tienden a agravar la situación.(11)

Como continuidad de la euforia del “fin de la historia” y el Nuevo Orden Mundial bajo la hegemonía unipolar de Estados Unidos, alimentada por la caída del Muro de Berlín en 1989 y la globalización neoliberal de los años noventa, en 2001 el presidente George Bush (h) definió una estrategia de guerras en los países que integrarían un Eje del Mal: Afganistán, Irak, Irán, Siria, Libia, Yemen, Sudán y Somalia. El objetivo era imponer su predominio en esos países, considerados estratégicos por sus recursos de petróleo, gas y minerales o por su ubicación geográfica en áreas clave. Al finalizar la segunda década del siglo XXI, dada la creciente participación del bloque China-Rusia en esos conflictos a partir del 2011 -cuando anuncian que defenderán a Irán de cualquier agresión de Occidente, aunque ello signifique iniciar una guerra- los resultados para Estados Unidos y la OTAN dejarían mucho que desear.

Luego de 17 años debieron retirarse de Afganistán, en una derrota similar a la de Vietnam, con 1.5 millones de muertes; en Irak luego de 2.5 millones de muertes, no han logrado imponer su predominio; en Siria fueron derrotados por el eje Rusia-Irán-Basher al Assad al costo de 1.5 millones de muertes; en Libia estalló una anarquía que nadie controla; en Yemen, Sudán y Somalia, las crisis humanitarias alcanzan dimensiones de tragedia. Sin contar las masas de refugiados que huyen del hambre y la muerte en esos países y presionan sobre las fronteras de Europa: todo indica que fueron las últimas guerras por petróleo y minerales, características del siglo pasado.   

Los servicios de inteligencia del Occidente central advierten que en el futuro, Estados Unidos y Europa deberán protegerse en forma más efectiva que en la actualidad, del aluvión de millones o cientos de millones de inmigrantes ilegales a causa de los impactos del calentamiento global, la carencia de agua, el hambre y la devastación de amplias regiones del mundo: una presión altamente peligrosa y difícil de evaluar en toda su magnitud, sobre las “islas de bienestar” que conforman el continente europeo y América del Norte. También Argentina, con sus vastos recursos hídricos, se encontraría en el ojo de la tormenta: los  glaciares y cuencas  de ríos patagónicos, el sistema de lagos, lagunas y esteros, junto a las reservas subterráneas de acuíferos como el Puelche o el Guaraní, configuran un claro objetivo en la estrategia de las potencias y las corporaciones interesadas en disponer de agua. (12)

III.- Alternativas hacia el futuro

El Informe Especial sobre Calentamiento Global publicado en Octubre de 2018 por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas-IPCC, señala que el mundo experimentará graves problemas antes de lo esperado a medida que las emisiones aumentan. Durante la última década se han producido una serie sin precedentes de tormentas, huracanes, incendios forestales, sequías, blanqueamiento de corales, olas polares y olas de calor e inundaciones en todo el mundo, debido al aumento de solo un grado Celsius de calentamiento global. La situación será más grave con un calentamiento de 1,5 grados Celsius y peor aún con 2 grados Celsius. A su vez, los científicos advierten que esos 2 grados Celsius podrían alcanzarse en solo 11 años o cuanto más en 20 años, con el consecuente incremento de los fenómenos meteorológicos extremos, si no se reducen las emisiones de dióxido de carbono (CO2) y se revierten los procesos de deforestación.

Entre otras medidas destinadas a limitar el calentamiento global a 1,5 grados Celsius, el Informe Especial del IPCC describe distintas vías de solución, que requerirán esfuerzos sin precedentes para reducir en un 50% el empleo de combustibles fósiles en menos de 15 años y eliminar su uso casi por completo en 30 años. Esto significa que ningún hogar, negocio o industria tendrá calefacción por gas o petróleo; ningún vehículo se desplazará con diesel o gasolina; todas las centrales eléctricas de carbón y gas deben clausurarse; la industria petroquímica tendrá que convertirse en industria química verde; y la industria pesada como la producción de acero y aluminio habrá de emplear fuentes de energía sin carbono; además del desarrollo de tecnologías de captura de emisiones CO2 para ser  almacenadas de forma permanente. Una transformación revolucionaria de las matrices energéticas basada en el reemplazo de los combustibles fósiles por energías renovables de origen solar, eólico, hidráulico y similares.

A su vez, hacia 2050 unos siete millones de kilómetros cuadrados de tierra deben reconvertirse para cultivos de bioenergía, además de frenar la deforestación y añadir como mínimo 20 millones de kilómetros cuadrados de bosques. Sin embargo, el informe advierte que eso no será suficiente. Para 2045 o 2050, todavía habrá demasiado CO2 en la atmósfera y a fin de estabilizar las temperaturas mundiales en 1,5 grados Celsius, será fundamental contar con más bosques o con alguna forma de captura directa que extraiga CO2 de la atmósfera. Acciones que deben complementarse con el desarrollo de nuevas tecnologías, vehículos eléctricos y la promoción de energías renovables, principalmente eólica y solar. Proteger y aumentar las selvas tropicales es especialmente importante, ya que enfrían el aire y son fundamentales para crear las precipitaciones regionales necesarias para la agricultura. (13)

Si las tendencias no se revierten en los plazos señalados, las perspectivas son catastróficas. Poco antes de morir en marzo de 2018, el astrofísico británico Stephen Hawkings -una de las mentes científicas más brillantes de los últimos tiempos- advirtió que la Tierra está llegando a una situación crítica sin retorno, en tanto se acerca a un punto de inflexión a partir de cual el calentamiento global se acelera y se vuelve irreversible. Si los gases de efecto invernadero y la deforestación continúan al ritmo actual, en unas décadas más, a causa de esa aceleración irreversible, las temperaturas pueden superar los 250ºC y el planeta se volverá inhabitable: sería el fin de la vida en la Tierra. Esto vale también para las “islas de bienestar” de Europa y América del Norte. (14)

Fuentes:

1.- Editorial: “Quiénes son los ocho hombres que poseen la mitad de toda la riqueza mundial”. Infobae.Com. 16 enero 2017

2.- -Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo-PNUD: Índices e indicadores de desarrollo

humano. Actualización estadística de 2018.

3.- Julio Sevares:.”La economía China: ¿solución o parte del problema mundial?”Nueva Sociedad: Democracia y Política en América Latina. Abril 2016

4.- Jesús Fernández-VillaverdeTano Santos La desaceleración de China. El País: 31 marzo 2019

  – Cecilia Barría: “Los 3 mayores desafíos que enfrenta la economía china de cara a 2019”. BBC News. 6 Enero 2019

5.- Javier Espinoza. Guerra comercial: China amenaza con paralizar la exportación de tierras raras claves para EEUU en plena crisis de Huawei. El Mundo. 21 Mayo 2019

6.- Sergio Kiernan: “El descontrolado presupuesto militar de EE.UU. La guerra eterna es un buen negocio”. Página12, 5 Julio 2019

7.- -Editorial: La crisis económica de 1929: causas, desarrollo y consecuencias. Apuntes.com,

 4 Enero 2013.

8.-  Nature, Internacional Journal of Sciences. New York. 1916  

    – Editorial:“El hombre ha estado cambiando el clima desde hace dos siglos”. ABC Ciencia. Madrid. 25 agosto 2016

9.-  Editorial: “Estudios y evidencias del calentamiento global”. Cambio Climático Global 2011

10.- FAO. Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura: Evaluación de los recursos forestales mundiales 2015. Compendio de datos. 2016

    – Germán Portillo: “Consecuencias de la deforestación”, Renovables Verdes. 22 Marzo 2017.    

11.- Vandana Shiva: Las guerras del agua: privatización, consumo y lucro. Editorial Siglo XXI. México. 2003 

12.-  Harald Welser: Guerras climáticas Por qué mataremos (y nos matarán) en el siglo XXI. Katz Editores. Madrid. 2008

13.- Informe Especial sobre Calentamiento Global Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas-IPCC. Octubre 2018

14.- Editorial: “Hawking advierte de las catastróficas consecuencias del cambio climático”. Sputnik 10 Enero 2018

Fuente: Laberinto

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