En la vida de todos hay cosas que nos alegran, y entonces son motivos de celebración, de compartir espacios y momentos con otros, y también momentos que nos entristecen, nos dan pena o dolor.
En lo personal, reconozco a nivel social o político tres momentos en los que me llené de tristeza: el golpe de marzo de 1976, la toma de Malvinas y el triunfo de Alfonsín. Los entreví como momentos de mucho dolor y tristeza futuros para el pueblo.
Hoy, mirando muchos momentos y acontecimientos presentes, debo reconocer que hay momentos que me llenan de tristeza. Aún no son como los del pasado, y ojalá no lo sean. Pero de tristeza al fin. Y lo que me llena de tristeza es, especialmente, ver la cantidad de gente que – pareciera – está haciendo todo lo posible para que yo la odie. Y no quiero odiar, porque el odio hace más mal al odiador que al odiado, nos rebaja como personas, nos llena de veneno el corazón. No quiero odiar… pero a veces tengo que hacer esfuerzos para que el odio no florezca. Cuando veo muchos pobres idiotas útiles, manejados de las narinas por odiadores (o por los que no se resignan a haber perdido poder en las pasadas elecciones presidenciales), cuando veo u oigo gritos cargados de irracionalidad, incapaces de encontrarse y hablar, o cuando veo los mensajes de odiadores que no saben sino odiar, como Fernando iglesias o Laura Alonso, que quizás no puedan con su persona y sólo puedan envenenar el aire que los rodean, me da mucha tristeza. Y a veces mucha rabia. No quiero odiar. Pero pareciera que ellos buscan desesperadamente (quizás para ser tenidos en cuenta al menos en eso) ser odiados. Ver energúmenos (o energumenados) en el obelisco, hablando como si lo que dijeran mereciera siquiera ser escuchado, atentando contra un periodismo en algo que no merecerá repudio de los que ayer decían que los periodistas podrían ser encarcelados (no sabía que era penable la estupidez) … ¿Por qué quieren crear clima de odio? ¿No era que la grieta y sarasa, sarasa…?
Espero que el odio no triunfe… por hoy debo decir que ¿odiar? no los odio, pero el desprecio que siento por ellos es verdaderamente vomitivo.
* Teólogo.
Fuente: Liliana López Foresi