• 21 de noviembre de 2024, 6:39
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Qué tiene este bajón que no tengan otros

Por Eduardo Blaustein (Ilustraciones: Martin Jakubowski).

Macrismo y depre colectiva

¿Por qué, con programas económicos tan parecidos, se viven con mucha más amargura estos tiempos que los de Menem o la Alianza? ¿Qué tiene tan jodido Macri que no tuviera Carlos Saúl?

Te despertás, y literalmente te da cagazo amanecer. O al menos te da cagazo abrir la compu o el celu y ver qué titulares del orto te esperan en los diarios o las redes sociales, qué nuevos espantos.

Literalmente o más o menos te sentís más solo que hace un tiempo atrás, no tan lejano. Un poco más lejos de todo. O acaso del género humano, puede ser de eso: del género humano.

Te despertás y no te gusta lo que pasa en tu propio país, con tu gente.

Podés sentirte bajoneado porque te angustia esperar y leer las boletas de la luz o el gas y no saber cómo las vas a pagar, o el boleto del bondi. Porque aumenta todo. Porque es la vigésimo quinta vez que mirás el precio de los quesos o del kilo de duraznos (que para colmo vienen duros) y no los comprás. Porque no te bancás a fin de mes.

Podés haber perdido el laburo y ahí se entiende perfectamente el bajón.

Pero podés ser uno entre millones que no se cayó directo y de cabeza en la pobreza y sin embargo estás limado material y simbólicamente, o habrá que decir psíquicamente.

Cuatro días. Te fuiste cuatro días de vacaciones. No me digas que a lo de tus suegros, de arriba, en Las Toninas.

Estás bajoneado, sin ganas, te cuesta encontrarle un mejor sentido a las cosas si no es con los otros, con tu comunidad, que no es por supuesto la comunidad de Facebook.

Te despertás, leés los diarios, no podés creer en tanta mentira organizada.

No podés creer cómo mienten estos tipos, con qué ausencia absoluta de culpa o remordimiento, con qué grado de contundente y eficaz simpleza o de sofisticación mienten estos tipos. Si fuiste kirchnerista quizá te decís “Estos mienten mucho más y mucho mejor. ¿Deberíamos haber mentido así?”. Y no, porque estos mienten con los medios, que vienen a ser como el Tribunal Superior Universal que dictamina qué es cierto y qué es falso.

Te bajoneás –y perdón por la reiteración con notas ya escritas aquí- por lo psicotizante del discurso que impera. “Red SUBE –dicen los afiches inmensos en la ciudad- para que pagues menos”, o algo parecido. “Necesitamos más policías ejemplares como Chocobar”, dice Macri, más o menos, asesinando por la espalda (ver Macri dispara por la espalda, acá, en Socompa). “No sentimos que Triaca deba renunciar”, dice Marcos Peña, funcionario con sentimientos.

Luego se toman un retiro espiritual mientras otros rascan ­–bajo sol de fuego- en los dos centímetros de agua de la piscina modelo Rodríguez Larreta.

Te bajoneás porque tienen demasiado poder, todo junto: Estado más política (no siempre), más poder Ejecutivo, más poder Judicial, más legisladores no macristas convertidas en Santos Apóstoles de la Gobernabilidad o extorsionados, más poder económico, más poder mediático. Te bajoneás porque el Tuni Kollman te dice que la imagen presidencial “cayó” al 40 por ciento y vos no podés creer que todavía un 40 por ciento lo apoye. O te enojás porque un 40 por ciento aun lo apoya, o lo apoya una parte de ese 40 por ciento y otra ya tambalea, mezquina. Y lo peor: lo apoya mucho más desde ciertos valores que desde ciertas realizaciones. Porque las realizaciones, sencillamente no existen.

Que no tengan otros…
La pregunta es por qué el macrismo, al menos en la percepción del que escribe, bajonea mucho más y mejor que el menemismo y que la Alianza (dejamos aparte el horror por las muertes del estallido del 2001). Para fingir un proceso de respuestas posibles vamos a –también- fingir este ejercicio inicial:

Puede que el bajón corresponda al rango de lo estrictamente personal (y altamente patológico, consulte a su médico) y entonces dejamos de escribir o leer esta nota.
Puede que el bajón corresponda a un cierto nivel etáreo -45 a 75 años, un suponer-, es decir un segmento poblacional que no quiere que su tiempo pase de este modo tan solo, árido e insolidario y ahí ya vamos viendo. Eso se ve en Facebook y en los hijos. En Facebook los mayores de 40 o 45, particularmente las mujeres, expresan sentimientos de bajón macrista que no necesariamente expresan los sub-40 o 45, que putean pero siguen. Los hijos e hijas, los muy jodidos, continúan su camino, con su acostumbrada vitalidad (salvo que hayan perdido el trabajo o circunstancia similar).
Puede que el bajón tenga relación o asociación posible para muchos con el hecho de que veníamos de “la anomalía kirchnerista”, primavera imprevista (sobre todo para los no sub-40-45), que a unos cuantos agradó en el plano de lo existencial y no solo en lo de lo meramente redistributivo, modelo inclusivo nacional, popular y democrático.
¿Por qué no tanto bajón con menemismo? Arriesgando que el postulado sea cierto decimos así: que Menem era un aventurero, frívolo e hijo de puta pero simpático y provinciano y peronista (sí, Menem era peronista o algo así). Menem nos era –si hay que comparar- más simpático, más cercano a nosotros y más humano, hasta en su jodidez, que Macri, que es… (¿qué es?)… un ente, una cosa absolutamente fría y desangelada, un perverso, un niño cruel onda Los niños del Brasil, una máquina, un pelotudo, un CEOborg. Menem era humano: se divertía como un pibe con la Ferrari; armó un conventillo la mar de sainete con Zulema; jugaba a todos los deportes, Carlitos; posaba con los Stones; puso un zoo en la Quinta de Olivos; decía “quebracho & algarrobo”, alto vuelo de águila y “casualidad permanente”. Erman González tenía una hermosa voz de locutor y guitarrero, no podés compararlo con Dujovne, Dietrich, Aranguren, con ninguno de los CEOborg.

Como yunta política, como grupo o recua de humanos o humanoides, no podés comparar macrismo con menemismo. No podés. Primero: por la cantidad de riojanos que había en el gabinete y entorno menemista, cada cual más pintoresco y hasta entrador (Jorge Yoma). Segundo: por un esencial problema de clase. Los menemistas a lo peor eran arribistas; los macristas son el enemigo declarado de clase, en estado puro purísimo. Véase su horrible frialdad, su desprecio y su crueldad (chanchán). Estos vinieron a vengarse, aquellos no, solo a hacerse unos manguitos y conocer el estrellato y comer asado, ponele, con Rod Stewart.

Con Menem estábamos mejor. Los medios conservadores –si bien apoyaron de frente manteca el modelo económico- fingieron verse ofendidos por la corrupción. Seguramente porque era corrupción peronista, chancha, pero no inherente al capitalismo. Con Menem, pasado o no un cierto tiempo, tuvimos de nuestro lado a camaradas valiosos: un Nelson Castro, un Leuco, muchos Lanatas. Hoy ya no, snif.

Con Menem, Chacho Álvarez salió al desierto sin PJ a comer anchoas y tuvimos Grupo de los Ocho, Alí Babá y los 40 ladrones en la revista Unidos, Frepaso, Frenapo, CTA, MTA y luego… ¡¡¡Alianza!!!

¿Por qué fue menos bajón con la Alianza? Porque De la Rúa era demasiado pelotudo como para poder deprimir a nadie. Porque en el desprecio te acompañaba hasta Tinelli. Porque todo fue demasiado rápido y vertiginoso como derrumbe y en la bronca y el incendio –además de los muertos- estuvimos todos juntos, incluyendo a aquella parte de la clase media que salió con el martillito a golpear las puertas de los bancos, y luego las persianas o defensas metálicas de los bancos y luego hasta llevó unas reposeras a los bancos (¿se acuerdan de eso?). Y nos creímos muy listillos cuando cantamos Piquete y Cacerola y Nicolás Casullo arriesgó –con dosis muy verosímiles de razón- que en realidad lo que quería algún sector de la clase media o más era más menemismo, más Deme dos, más Miami, pero sin declaración de quiebra. Pero allí fuimos juntos, a las plazas y las asambleas, y nos contuvimos y esa terapia rabiosa y alegre, gracias, Señor, nos libró del bajón.

Humille, maestro

Pero ahora no. Ahora no tenemos de nuestro lado, pucha digo, a Nelson, a Leuco, a Telenoche, a mil Lanatas. Ni al querido compañero Víctor de Genaro, que se perdió porái. Ni al Frenapo. ¡Ni a Lilita!

¿Moyano? No sabemos si está viejo, choto y quebrado; si quiere dedicarse al Rojo; si es 100 por ciento tahúr. Nos hace tantos olés, marchas y contramarchas que termina mareándonos y hartándonos. Pero con tal de marchar y patalear contra el macrismo, marcharemos con Moyano y el que se prenda.

Nos bajonea que nos cojan y nos palmeen el hombro. Que nos garchen y sonrían. Que nos humillen y la tele aplauda. Es cierto que durante el menemismo, particularmente el del segundo mandato, hablamos de los misteriosos votos escondidos bajo las piedras y del voto cuota o licuadora. Nada que por otro lado se nos haya comprobado del todo o empíricamente. Pasa la Historia y tampoco entendemos del todo como Menem –con el 21,22, 23 por ciento de los votos- pudo ser el candidato más votado y luego vino Néstor Kirchner y dejamos de pensarlo, parece.

La otra respuesta acerca de qué tiene esté bajón que no tengan otros se relaciona con algo definitivamente triste y que sí aparece mucho en las redes sociales. Y se emparenta quizá con ese no conocernos. De acuerdo: habrá un 20 por ciento de la sociedad –allá arriba- que vota macrismo sea por pertenencia o cercanía o aspiración de clase o por valores bien jodidos. Ese parámetro de composición jodida de sociedad es más o menos universal (creo haber leído hace añares que según los estudios en toda sociedad occidental que se precie hay un 10 a 20 por ciento de xenofobia o racismo o antisemitismo). Pero hay más que eso, hay mucha miserabilidad, mucho odio potenciado desde los medios, mucha irracionalidad, todo derramado por todas las capas sociales, y eso es lo que no se banca o lo que más cuesta bancarse.

Eso es lo peor y sabido del macrismo: que desnuda en parte lo que somos o parte de lo que somos. Mucha mierda que se guardó en el placard durante el kirchnerismo y hoy sale –gente vestida de policía o no- a pedir muerte a los chorros o mapuches, a linchar putos, a manejarse a los codazos, a echarle la culpa eternamente al otro. Es que, definitivamente, si a los otros les va mal o merecen un palazo, es que algo habrán hecho. O dicho muy aproximada y equívocamente, en términos del lenguaje alfonsinista de 1983-1987: es el enano Feinmann que vive en nosotros.

En una parte de nosotros, hemos de aclarar y subrayar siempre, porque tampoco somos una sociedad tan de mierda. Las hay peores. Buenas noches. No olviden la pastilla.

Fuente: so-compa.com

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