“Hay que llenar la
política de pobres”
Emilio Pérsico
Era previsible. Le pegaron al chancho (o, al menos, eso es lo que intentan hacernos creer los dueños). Y, como todos sabemos, la culpa no es del pobre animalito sino de los que le dan de comer. Pero… ¿de verdad le dan de comer? ¿O en realidad lo tienen ahí, al salto por un bizcocho, utilizando su impresionante potencia transformadora en beneficio propio?
Como en la política. Lo difícil parece ser hablar de la dirigencia sin rozar al sujeto político por excelencia: léase el pueblo. Y, cuando hablás, te saltan a la yugular con el mantra: “estás jugando para la derecha”. Ufa.
Pasó recién. Pero viene pasando
hace bastante, más de dos años. Sin embargo, para quienes pueden ver, lo del
lunes 20 de junio tiene un hálito revelador.
En un acto de la CTA -el espacio sindical que hoy parecería representar mucho mejor a los trabajadores que la tradicional CGT- la vicepresidenta Cristina Kirchner dio un largo discurso en el que abordó diferentes cuestiones de la gestión de gobierno como la manera de “hacer capitalismo”, el déficit fiscal, la inflación descontrolada, el ingreso, la evasión fiscal, las importaciones, el financiamiento del Estado, la complicidad de algunos jueces y fiscales en la fuga de dólares, la falta de articulación entre oficinas gubernamentales, las políticas sociales y el trabajo.
“Una clase magistral de economía política” definió el economista Juan Valerdi, al que los medios no lo convocan todo lo que tendrían que hacerlo acaso porque explica las cosas como para que se entiendan. Sin embargo, dos o tres dirigentes “sociales”, en particular las dos cabezas de ese movimiento bifronte que es el Evita, Fernando “Chino” Navarro y Emilio “El Verdulero” Pérsico (así apodado porque luego de su período montonero, se dedicó a la producción y venta de verduras en una localidad cercana a La Plata), saltaron. Como uno supone que saltan los dueños cuando le pegan al chancho.
Y corrieron presurosos a los medios de la Derecha para explicar que los dichos de Cristina habían ido en el mismo sentido que los discursos de los dirigentes de la Derecha respecto de los planes sociales. Fernando Navarro lo hizo en TN. Y abrió la charla diciendo: “Creí que no me iban a invitar mas”. Bueno… eso sabés de que depende, Chino.
Comprensión de Textos
La verdad es que la vicepresidenta no atacó a los planes sociales. Lo que sí hizo fue decir: “El Estado nacional debe recuperar el control, la auditoría y la aplicación de las políticas sociales que no pueden seguir tercerizadas. No pueden seguir tercerizadas”. Y, más adelante, reafirmó: “el Estado debe recuperar ese rol y transparentar frente a la opinión pública todo esto. Porque a mí no me gusta que me quieran convencer que eso es peronismo. Eso no es peronismo, el peronismo es laburo, trabajo. El peronismo no es depender de un dirigente barrial para que me dé la alta y la baja”. Para cerrar en uno de esos giros drámaticos que tanto le gustan a ella: “Entonces, que el Estado recupere en nombre de los que nos dieron vida, en nombre de Perón y de Evita. Si Evita los viera ¡Mamita!”.
Como puede leerse, las palabras de Cristina Kirchner lejos están de las de los cruzados del anti-estado que, como Patricia Bullrich, prometen terminar con los planes sociales. Tan lejos que, un nutrido grupo de más de 15 organizaciones populares salieron al cruce de las declaraciones de los representantes del Evita explicando que éstos habían tergiversado las palabras de la vicepresidenta. “Se ha convertido en deporte nacional tergiversar las palabras de Cristina. Hacerle decir cosas que no dice, hacerla confrontar con quien no confronta. Que lo hagan los medios hegemónicos no sorprende, es una costumbre instalada desde que Cristina fue elegida presidenta en 2007. Que esta función sea ahora emprendida por algunos dirigentes de organizaciones del proyecto nacional es de una gravedad inusitada”.
A los que sí afectaban las declaraciones era a los dos cabezones del Evita: “El Chino”, Secretario de Relaciones Parlamentarias, Institucionales y con la Sociedad Civil de la Jefatura de Gabinete de la Nación y “El Verdulero”, Secretario de Economía Social del Ministerio de Desarrollo Social, o sea: dos de los funcionarios que manejan los planes.
Si Evita viviera…
Para entender mejor esta fábula hay que hacer algo de historia sobre estos dos personajes y sobre la génesis misma del Movimiento Evita.
Francisco Longa, Doctor en Ciencias Sociales e Investigador del Conicet, escribió “Historia del Movimiento Evita. La organización social que entró al Estado sin abandonar la calle”, un libro que se publicó en 2019 pero que viene como anillo al dedo para adentrarnos en el complejo mundo de este espacio que nació a la sombra del Movimiento de Trabajadores Desocupados.
En los inicios del siglo, estos sectores de los que terminaría emergiendo el Evita, proponían desarrollar un “contra-poder al Estado”, y trabajar en la periferia del sistema. Su declaración era: “El poder de la Patria, como poder popular se construye en la calle… El poder de la muerte se sienta en el escritorio del funcionario. […] La Patria no se recupera con prolijidad, sino con lucha”, tal como lo expresa el texto de Longa.
Cuando en 2003, Néstor Kirchner gana la presidencia de la Nación, estos movimientos lo enfrentaban ya que buscaban una recomposición de la política a partir la consolidación de una burocracia piquetera. Esto, naturalmente profundiza el debate hacia el interior del MTD y termina en una fractura de la cual, en 2004 emerge el Movimiento Evita que, no obstante comenzar a articular con parte del kirchnerismo, recién consolida esa relación en su lanzamiento oficial en 2006, en el estadio Luna Park, bajo una gran Bandera cuya leyenda rezaba “Vamos Kirchner”, la participación de Oscar Parrilli como orador y Emilio Pérsico asegurando: “nuestra estrategia es la estrategia central del gobierno”.
A partir de ahí y de un modo errático, el Evita
juega un juego de doble estándar, entrado y saliendo de la gestión pública (Pérsico
está primero a cargo del programa Argentina Trabaja y luego es nombrado
Subsecretario de Agricultura Familiar) para terminar, finalmente, rompiendo con
Cristina en 2015, casi como si olfatearan la “derrota”.
Esta actitud, sin lugar a dudas, es la que diferencia al Evita o, mejor dicho, a estos dos dirigentes del Evita, de otros movimientos y dirigentes sociales que, con un diagnóstico acertado sobre ese mercado laboral que se vuelve cada vez más expulsivo y fragmentador, trabajan en la construcción de alternativas de economía popular. Una tarea a la que todo dirigente político que se precie debe observar con atención y sin preconceptos.
Movimiento Carolina
El libro de Francisco Longa cuenta como en diciembre de 2015, las desavenencias que habían marcado los estertores del gobierno de Cristina se expresan en una discusión sobre el presupuesto 2016 para la provincia de Buenos Aires. Las desproporcionadas proyecciones de endeudamiento que presentaba el proyecto de María Eugenia Vidal encuentran un férreo defensor -contra las criticas del kirchnerismo- en el “Chino” Navarro. “Era la deuda para pagar los rojos que había dejado la gestión de Scioli -explicaría más tarde el dirigente del Evita en una entrevista-. Y además si vos ponés a una gobernadora que recién asume en la confrontación Cristina versus Macri, cuando no llegan las gasas en un hospital público ¿a quien beneficiás? ¿Al kirchnerismo en detrimento de Macri? ¿O perjudicás al pobre tipo que va a buscar una gasa?”.
Una lógica irrefutable si se pudiese pensar que se trata de un inocente de la política pero Navarro no es precisamente “inocente”: nacido al calor del PI, terminó comulgando con el duhaldismo más cerril en un territorio complejo como es Lomas de Zamora. Con esa base, es más que probable que el Chino ya imaginase que la política de Salud de la gobernadora del PRO iba a resultar lo que resultó: un desastre en el que ni siquiera se inauguraron hospitales que estaban terminados.
Esa defensa del Chino a Vidal se explica un par de meses más tarde, en febrero de 2016 cuando asegura que “si Macri cae, esto gira más a la derecha aún”, idea que lo acompañaría durante casi todo el período de Cambiemos.
“Lo que nosotros evaluamos es que si Macri se cae esto gira más a la derecha aún. Porque esto no es el ajuste de Espert, ni de Sturzenegger, no hay cien mil estatales en la calle, ni hay un dólar a veinte pesos, como aspiraban algunos sectores” confesaba en noviembre del mismo año a los periodistas Paula Abal Medina y Mario Santucho, de la revista Crisis. En ese momento, el dólar había superado los 15 pesos y si bien no había cien mil estatales en la calle se destruían miles de puestos de trabajo en todos los sectores de la economía.
Para entonces, Emilio Pérsico ya había
tenido su fraternal abrazo con Carolina Stanley (“Pensé que me iba a
encontrar con una concheta” le dijo él y ella respondió “¿Sí? Y yo
pensé que vos eras un fundamentalista”) y el
gobierno de Macri había acordado una ley de emergencia social por tres años y
aumentado los montos y la cantidad de los planes. Esto protegería al Gobierno de
cualquier situación conflictiva y le aseguraba una “pax social”. Algunos consideran
que aquello fue un acto de “resignación” pero, acaso, también pueda leerse en
ese gesto el inicio de un pingüe negocio para la dupla Navarro-Pérsico que fue
el de vender “protección territorial”.
Después vendría el quiebre dentro del
bloque justicialista, la entrega en bandeja de la cabeza de Julio de Vido y,
finalmente, la ruptura cuasi-definitiva con el kirchnerismo cuando Navarro, en
un reportaje concedido a un medio de Derecha, dijo “a mi Cristina hoy, no me conduce”.
Escándalo. Pablo Vera -a la sazón jefe
de gabinete de Jorge Ferraresi, intendente de Avellaneda por entonces- se paró
de manos y dijo sin pelos en la lengua: “Parece
cuestionar, con especial énfasis, una eventual candidatura de la expresidenta”.
Y sí, lo hacía.
Por su parte Carlos Vilas, uno de los
cuadros intelectuales del Evita, admitió no poder explicar “plausiblemente las razones de esa fractura
que más me ha parecido una decisión de oportunidad (…) que el resultado de una
valoración política ligada a una estrategia propia de la construcción”. La
ruptura provocó también una andanada de críticas internas sobre cómo se tomaban
las decisiones y derivó en el alejamiento de Vilas quien declaró: “Uno se entera por los canales de televisión
y por los programas de TN de las decisiones y definiciones que va tomando la
conducción del Evita”, tal como lo recuerda Francisco Longa en su libro.
Esta fractura redundó, además, en una
alianza estratégica con Florencio Randazzo (Alberto Fernández era el Jefe de
Campaña del hombre de Chivilcoy) al que apoyaron como candidato a Senador en la
provincia de Buenos Aires. Los miserables 500 mil votos obtenidos sirvieron, no
obstante, para apuntalar la derrota de la dupla Cristina Kirchner-Jorge Taiana (3.530.000
votos) ante la fórmula de Cambiemos (3.910.000 votos). Algunos analistas
consideran aún hoy que si Cambiemos no hubiese ganado esas elecciones, Macri no
hubiera podido ir al Fondo Monetario Internacional por un préstamo.
Amigos son los amigos
Vaya a saber si fue en ese momento que
Pérsico y Navarro profundizaron su pacto con el actual presidente o todo resultó
fruto de la casualidad. A fines de 2018, cuando el único objetivo posible era
destronar a Mauricio Macri, el Chino aseguró a quien quisiera oírlo que, para
alcanzar ese fin, se aliaba con el Pato Donald.
Emilio, por su lado, explicaba que el
Evita era un Movimiento desprolijo, cambiante, impredecible. “Uno, en la política es como en su vida
personal… si vos vieras mi vida personal…” confirmaba para agregar “Ese desorden hace que la estructura no sea
demasiado contenedora, Para estar en el Evita hay que hacer un sacrificio.
Porque te maltrata, te basurea, no te acoge. Hay otras organizaciones que te
ponen algodones, te miman. El Evita no hace eso”. Una especie de sobre
actuación de la identidad plebeya y el valle de lágrimas que, probablemente,
sirva para exigir otros sacrificios. O para aceptar aquello que el Presidente
llamó “picardías”.
Pérsico y el Chino hoy son dos torres
del albertismo más indómito. Parte de los que insisten -de vez en vez- en
romper lanzas, como en aquella ocasión que prepararon junto a Barrios de Pie
una movilización a Plaza de Mayo por el Día del Militante y en apoyo a Alberto
Fernández y desde la Casa Rosada tuvieron que disuadirlos de hacerla.
Pero el Movimiento Evita es más,
muchísimo más que estos dos dirigentes. De la misma manera que el Peronismo es
más que un par de nombres.
Para empezar, las bases: miles de
compañeras y compañeros que laburan, sufren, viven y sueñan en una realidad
distinta a la de ciertas estructuras políticas y de pensamiento. De hecho, una dirigente
del Evita con sobradas muestras de capacidad política y de gestión es Mariel
Fernández, intendenta de Moreno y una mujer con trabajo territorial y
administración a cielo abierto que han dado excelentes resultados en su
municipio, uno de los más castigados del Conurbano en el período anterior.
Toda esta movida, sin embargo, se
inscribe en las profundas desavenencias que transita hoy el Frente de Todos.
Navarro y Pérsico (y probablemente algún otro) son leídos por la vicepresidenta
como la representación misma del “anticristinismo” (y algo de razón la asiste).
Y, como reza un viejo proverbio hindú, “cuando
dos elefantes se pelean, la que sufre es la hierba”.
Así en la economía como en la política,
esta pelea en el piso 32 está afectado duramente a los que viven en el
subsuelo. No sólo en el día a día de la lucha por la subsistencia sino,
también, en la emoción militante.
Ni el Chino ni el Verdulero creen, de
verdad, que sus bases profesen el nivel de “anticristinismo atávico” del que
ellos hacen gala. Es más, creo que las bases del Evita y muchos de sus
dirigentes intermedios “aman” a Cristina Kirchner. Pero sus palabras del lunes
pegaron en la línea de flotación y sé, de buena fuente, que la dirigencia
territorial tuvo que “contener” a compañeras que llegaban llorando,
preguntándose por qué Cristina pensaba eso de ellas. La superestructura
dirigencial puede ofenderse como prima donnas interrumpidas en el momento de
cantar el aria de Madama Butterfly,
pero el pueblo… el pueblo sufre con dolor genuino: la desazón de los humildes.
Probablemente sólo la vicepresidenta
pueda restañar en algo esta herida que, de todos modos dejará cicatriz. Pero
así pasa cuando una coalición no alcanza su necesario perfil de entente y se
conforma con buscar algún equilibrio de palacio.
Lo
cierto es que estas discrepancias circulando a la altura de las chicanas,
sazonadas con humillaciones módicas, tergiversaciones inducidas y rencores
vetustos sólo lastiman donde no deberían lastimar porque mañana, muchos de los
personajes de esta fábula estarán ahí, sonrientes, prestos para volver a pactar
y a traicionar las veces que sea necesario. Pero los hombres y las mujeres de a
pie, que todavía creen que la moral debería habitar esos acuerdos, se agotan, se
entregan… Y no votan.
Fuente: Liliana López Foresi