18 de abirl de 2020
Muy querido y entrañable Discepolìn, el motivo de la presente es en principio para agradecer tu existencia, y de paso echar algunas reflexiones con vos sobre la índole humana pues, aunque a este respecto vos lo dijiste todo, aquí, hasta hacen dos meses la cosa seguía igual como lo dice tu frase: “Que el mundo fue y será una porquería, ya lo sé, en el 510 y en el 2000 también” Es más, hasta hacen dos meses el mundo era lo de siempre. No, la estoy pifiando, no era lo de siempre, era peor y más brutal aún: era una pesadilla de horrores donde la bestialidad de los imperios seguían masacrando naciones débiles a su entero placer en su rapiña de litio o petróleo, o lo que es peor, por ser naciones de tendencias humanistas. Y ahora que lo pienso y escribo, me rectifico en lo de masacrando naciones pues, al pluralizar generalizando los hechos se esvanece el potencial del horror de quien lo sufre. Para graficarlo tengo entre mis papeles el escrito de un Iraquí testigo de lo que narra:
¡Todos oímos el quejido
¡Ay…
¡Ayayay…
¡Ay...
¡Ay...
¡Ay...
Todos lo oímos
Todos
¿Quién no lo oye..?
¿Quién?
¿Quién?
¿Quién?
Sale del pantaloncito mojado de orina del niño muerto en Irak
Del niño muerto con los esfínteres reventados
y el pelito aun sucio del polvo de la bomba y el pantaloncito mojado de orina
Yo los vi
El padre de pie entre los escombros lo sostiene en sus brazos
El padre desorbitado lo mira y no puede creer que el niño esté sobre sus brazos muerto
Y el niño está sobre sus brazos muerto y tibio aún
Tibio aún y eternamente muerto sobre sus brazos
Tibio y eternamente muerto...
Eternamente muerto…
Oh, Estados Unidos, bestial masacrador de pueblos!
¿Oyes el quejido del niño..?
¡Descastados del planeta, ¿Quién no oye el quejido?
Y así era hermano la cosa, así siguió en los tiempos, y hasta ahora, hasta hacen dos meses. Y dejando a un lado la perversidad del Mercado, el Imperialismo y el capitalismo enloquecido con sus muertos; paso ahora a contarte algo que quizá sea mucho más doloroso; paso a contarte que aquí la decadencia moral que el sistema metió dentro de la índole humana sacó a flor sus más oscuros rincones: El individualismo y la traición, hasta hacen unos meses, pasó a tener jerarquía de razonabilidad. Por ejemplo: la Doctrina que vos amabas fue invadida por una caterva de derechosos traidores desembozados que hicieron posible lograr la Presidencia de la Nación a un esperpento neoliberal patético y genocida que devastó vidas por hambre o represión dejando un país en ruinas. Y hoy se los ve a éstos pasear sus figuras tal que si fueran políticamente ilustres, sin que se les advierta en sus rostros ni el más mínimo vestigio de sus desvergüenzas. Y ahora te pido disculpas porque lo que voy a contarte nos duele muy hondamente a los dos, pues se trata de la degradación moral de la clase que más amamos, la de los trabajadores, la de los obreros. También a ellos el individualismo con su vacío gélido les perforó el alma y sus conciencias de clase; y hasta ayer, deformados en su esencia, odiaron al changarìn y al pobrerío considerándose aspirantes a oligarcas. ¿Qué me contàs, hermano? ¿Qué te parece a lo que hemos llegado? ¿En qué creer? Yo te confieso que desde hace rato ando más triste que traición de amigo. Ahora solo me queda una esperanza, y esta esperanza hubiese deseado no tenerla porque se sustenta en un cataclismo de consecuencias casi mesiánicas y apocalípticas en la que está en juego la vida humana sobre el planeta. Èsto comenzó hacen dos meses. Un virus ha invadido el mundo como una maldición de devastación bíblica. Los muertos se cuentan de a miles, mañana pueden ser millones. Todo el planeta se ha detenido. Todos estamos ocultos en nuestras casas. Nada se mueve. La vida que conociste, se transformó en sombras. No podemos salir a la calle para evitar en lo posible el contagio que anda agazapado, invisible y mortal. Todos tememos. El mundo se detuvo. Perdonà que te cuente esta noticia brutal. Vos te preguntarás: entonces, en qué se sustenta mi esperanza, y te la cuento: este virus con su aparición de Arcángel devastador e impiadoso novedosamente logró un suceso inimaginable dentro del nefasto òrden establecido que hasta hoy conocimos. Niveló a toda la humanidad a tabla rasa en la que todos somos iguales; el hambre y la muerte nos ronda a todos por igual. A los Imperios del Mercado dueños del mundo, en su voracidad enajenada de acumulación capitalista, cagàndose en sus pueblos, los encontró el virus sin prevención sanitaria y hoy sus muertos no caben en los cementerios y dejan sus muertos sobre el hielo de pistas de patinaje hasta poder deshacerse de ellos. Y tan viles y tan horrorosamente patéticos son que, aún así, muchos de ellos siguen tratando de contradecir la realidad de muerte instando a que los obreros salgan a producir sus plusvalías. Y aún así, estos caricaturescos giles existenciales siguen creyendo que la vida pasa por la acumulación. ¡Qué linda manera de estar muertos, ¿no? A parte de imbéciles, qué atrocidad la de estos hijos de hienas, ¿no?. Gracias a esta realidad, la inmensa mayoría va tendiendo un manto de fraternidad y humanismo que en hermandad ya es parte de todos y va llenando los continentes de una entrega de amor que conmueve. Esta es la razón de mi esperanza, y tengo a fe ciega que después de èsto, -al menos para los que queden para contarlo- ya nada será igual; y entonces, querido Discepolìn, pueda ser que para poder ver la vida color de rosa, no tengamos que decir, como dijo el poeta: “Hermano rante, la vida es dura; si quiere ver la vida color de rosa, eche una moneda por la ranura.” No te jodo más. Recibí mi fuerte abrazo y mi felicidad por tu existencia.
* Escritor. Guionista. Cineasta
Foto: El País