.... No piden limosna, no, ni venden alfombras de lana, tampoco elefantes de ébano, son pobres que no tienen nada de nada, no entendí muy bien, si nada que vender o nada que perder, pero por lo que parece, tiene usted alguna cosa que les pertenece...
Joan Manuel Serrat
La noche apaga los últimos ecos de la jornada comercial, la de los indicadores del crecimiento y el consumo, y junto con ella despierta la otra ciudad que vive en esta, marginal, sumergida, fuera de toda consideración humana, la de los sin, los que no, los que nunca, a los que, ¿para qué?...
En la vereda tres hombres tienden los hilos de lo que intentará ser una especie de carpa. Con la concentración de quien ejecuta una obra de ingeniería van dándole forma con desechos de materiales de embalaje. No hablan entre ellos. Uno interroga al cielo mientras se rasca la barba, sabe que la lluvia no se hará esperar, otro conjurando el frío besa una caja de vino con la mirada en otro tiempo. El tercero ya ocupa su lugar tendiendo su cama de cartones. La adversidad juega con ellos con cartas marcadas. No tienen seguridad de que el precario refugio aguante. Va a ser una noche dura...
Aprovechando el último aliento cálido del subterráneo cuatro chicos se abrazan en un revoltijo de harapos al fin de la escalera, contra la reja cerrada de lo que podría ser un buen refugio en las noches, cuando los trenes dejan en paz las tripas de la ciudad.
Unos ya duermen. El más chiquito con la cara escondida tras la bolsa, sueña como sería su vida si es que su vida alguna vez importara. Hay que pasar esta noche. Mañana sobrevivir el día. No tienen seguridad de llegar a un futuro que los espere... yo me los saco del alma poniéndolos por escrito.
Todavía me faltan unas cuadras, rezo un “Hijonuestro”como diría Silvio Rodríguez, a mitad de camino entre el dolor y la bronca... ¿Por qué?... ¿Hasta cuándo?...
Un grupo de trabajadores clandestinos sale del taller con el cansancio marcado en el andar silencioso. Otro toma su turno. La noche todo lo encubre, el día apenas si dejó unas monedas. La frenada del patrullero los inmoviliza, se les puede oler el miedo, los dueños de la noche les exigen sus permisos de existir. No tienen seguridad de no ser devueltos a su país y a la pobreza peor de ni siquiera ser explotados... una denuncia en cualquier momento podría cerrar el taller... no tienen seguridad de poder seguir pagando el hotel en que se hacinan...
Y si les cuento todo esto no es por limpiar el corazón y la retina de tanta injusticia que lastima, ni por hacer catarsis de mis impotencias frente a ella. Tampoco me mueve agregar un dolor a los que ya cada uno tiene. Lo hago por la necesidad de pronunciarme ante el tema casi excluyente de la inseguridad.
Esta inseguridad que me duele en los huesos y que reclama con urgencia “mano blanda” con tanta humanidad herida por la inclemencia planificada...
Una mano blanda de la cual nuestro Dios de la Ternura pueda valerse para llegar a cada rostro hermano, que le diga mirándolo a los ojos lo que merece y vale, el lugar que cada uno, cada una, ocupa en el corazón del Padre, el derecho único y primero de vivir, apenas eso...
No es mucha más seguridad la que ellos esperan...
Con la inseguridad de no saber si van a poder comer, curarse, estudiar, pedían frente al poder los Chicos del Pueblo: Que la sociedad nos cuide a nosotros, en lugar de “cuidarse de nosotros”... Ningún “dignatario”se acercó a escucharlos. Es más fácil decir que no hay hambre frente a una cámara o un micrófono que decirlo mirando a los ojos a un chico que no comió. No tienen el valor o lo que es peor no les importa...
Parece ser que la única que realmente importa es otra inseguridad, la que preocupa a la dirigencia oportunista, la más grave y la que con más severidad se proponen resolver si los ayudamos con nuestro voto.
Digámoslo con la claridad que merece: No es posible seguir soportando que echen somnífero en el foso durmiendo a los cocodrilos, y tras violar el puente levadizo penetren en las ciudadelas de la prosperidad llevándose el fruto de tantas decadas de injusticia. ¿Como puede ser que algunos sean víctimas de sus víctimas y nadie los defienda?
Tanta injusticia clama al cielo...
Si dijera todo lo que siento sería acusado de violento, como violentos son los pobres, cuando tiran una piedra o cortan una calle, pero claro, la violencia estructural con la que este sistema tritura vidas esta exenta de todo juicio y por supuesto de castigo. Se legitima en el orden instituido. Mata con autoridad y eficacia. Bajan cuadros de la ESMA y con la misma mano “bajan cuadros” del campo popular.
Nuestro grito de: ¡Presentes! Tendrá que incluir a los desaparecidos del genocidio económico y la lucha del pueblo y seguir peleando el resto de los derechos humanos de los que por conveniencia poco se habla o terminaremos sirviendo a dos patrones. Carlos Mugica decía en el tiempo que le tocó vivir que “quien no era un idealista era un cadáver viviente”.
Elijo estar vivo al precio de poder equivocarme en lo que digo y hago.
¿Soy parcial?, sí, por supuesto, tomo partido por los desheredados de mi tiempo.
¿Soy injusto?, seguramente también, porque tanta más es la injusticia cometida contra miles de hermanos míos que la que yo pueda hacer en estas líneas...
Que al fin y al cabo uno no está en esta vida para quedar bien con todo el mundo, sino para seguir a Jesús con la radicalidad que su fidelidad a la causa de los pobres merece. El amor no da derechos pero sí crea deberes. Los deberes humanos. Y esos no pueden seguir esperando... no puede haber sábado mientras quede una sola oveja en el pozo.
La vida necesita seguridad en primer lugar, la propiedad debe venir detrás y subordinada en absoluto a ésta.
Hay grandes momentos de decisión por delante. Que nuestro voto compre comida y no armas, educación en lugar de represión, paz como fruto de la justicia, memoria viva contra el olvido y la impunidad...
Nuestra lista tiene 30.000 candidatos y todos sus sueños por recuperar. En Jesús está nuestra seguridad y con Él será la victoria sobre los poderes de la opresión y la muerte. Él es el garante de la utopía.
Yo solo quería decir mi palabra sobre la inseguridad y aquí la dejo a su consideración.
Cedo a la idoneidad de mis hermanos de redacción el pertinente comentario y análisis sobre la reunión de Aparecida. Ronaldo Muñoz dice que no hay aparato sin algo de fraternidad, ni fraternidad sin algo de aparato.
Ruego y lucho para que el aparato no sofoque la fraternidad, que “aparezca” viva entre nosotros la verdadera Iglesia de Jesús, cordial en el rostro de los pobres, samaritana y creible, desempoderada y fraterna, presencia concreta del reino que vendrá.
Foto: El Destape