• 21 de noviembre de 2024, 6:47
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Final de Partida

Por Ricardo Rouvier*


El conflicto en el pináculo del poder genera hartazgo en la población. La denominada interna en el Frente de Todos es una pelea, no un debate, que requeriría del ágora y no de un puñado de dirigentes que interpretan las necesidades de los ciudadanos. El rol de Sergio Massa que oficia como componedor y la disputa en la oposición entre Larreta y Bullrich. Milei y las posibilidades de afección del espacio de derecha.

 Por Ricardo Rouvier*

(para La Tecl@ Eñe)

La alianza del Frente de Todos parecería que marcha hacia un desenlace por la presión ejercida por las fuerzas. En realidad, cuando decimos fuerzas de la alianza hablamos de dos; una liderada por CFK con su currículum, siempre a mano, la experiencia de   administración de dos gobiernos, y contar con el mayor número de votos dentro de la coalición.

La otra fuerza está investida por la autoridad legal presidencial, y por lo que pueda obtener desde la  gestión. El kirchnerismo está limitado por el conocido techo de imagen y de voto que tiene CFK, y que le impide acceder directamente a ser candidata a Presidenta; y el Presidente está limitado por la fuente originaria de su poder que proviene de su compañera de fórmula.   

De este conflicto en el seno del poder formal surgen preguntas inevitables: ¿habrá o no ruptura en el Frente?; y si se rompe, ¿cómo repercute en el apoyo popular de la alianza?; y si no se rompe, ¿cómo se sigue? ¿Es posible un gobierno bicéfalo?

En principio, esto último es muy difícil de sostener en el tiempo hasta las PASO. No son organizaciones o tendencias con identidades definidas en una gran coalición, son posiciones de poder en que la máxima jerarquía de un lado y del otro disputan por la primacía de manera cada vez más abierta. En el escenario quedan dos cosas a la vista: una, que se trata de una verdadera lucha de poder, para acumular y dominar, pero ambos sufren la inexistencia de un poder absoluto o la creencia de que esto no se paga. Por eso ninguna ofensiva es terminal, e inclusive algunos piensan que la unión puede restaurarse.

Las usinas del kirchnerismo atacan al Gobierno por su corrimiento de una agenda nacional y popular, y apuntan a su rendición o vaciamiento (como se hizo en las post PASO). Es una pelea, si fuera un debate requeriría del ágora y no de un puñado de dirigentes que interpretan las necesidades de los ciudadanos. El peronismo debería recuperar el carácter coral que ha tenido, y que ahora está en manos de solistas

Al binomio en disputa se le agrega Sergio Massa, que oficia de componedor y pone en juego sus propias ambiciones. El resto, los adherentes, los afiliados, los militantes miran el partido, toman posición a favor o en contra pero sin intervenir. Eso es un valor liberal que se origina en la profesionalización de la política para diferenciarlo de la fuente de poder.

El tema central de la controversia en el gobierno y en el Frente transita por la objeción o adhesión a las políticas económicas. Mientras el Ministro de Economía se ciñe al acuerdo con el FMI, apunta a ordenar la macroeconomía y terminar con sus síntomas endémicos, el kirchnerismo pretende alimentar la demanda agregada para impulsar la movilización de la oferta. La crisis atraviesa varios niveles: el gobierno, el Congreso, el Frente  y el peronismo. En cada uno de estos se expresa la magnitud del poder e influencia de los contendientes, y las posibilidades de ejecutar políticas o desestimarlas. La caracterización del adversario y del aliado como propio de la política, se complica para Alberto Fernández que tiene otra oposición en casa.

Una gran parte del país observa con preocupación el día a día del gobierno, que exhibe las posibilidades del ejercicio de la autoridad y también sus fronteras. Una de sus fronteras es los intereses de aquellos que quieren recuperar la tasa de ganancia en la puja distributiva  luego de la pandemia; otro, las del propio acuerdo con el FMI, que no tuvo una alternativa formalmente presentada por los opositores. Y la gran demanda social de una porción mayoritaria de una sociedad herida en sus privaciones. Además, está harta de la pelea entre políticos, pero absolutamente harta, y este conflicto en el pináculo del poder no le genera ninguna satisfacción.

El populismo contabiliza como probable una derrota en el 2023, y eso explica la razón última de la ofensiva de CFK. Excepto que Milei (cuesta hablar en serio de él), termine afectando al espacio de centro derecha y derecha, generando una bifurcación que termine favoreciendo a un Frente unido. La competencia entre el economista anarcoliberal y Bullrich, puso en movimiento el mecanismo de lucha por los votos entre ellos, porque comparten segmentos de voto potencial. Faltaría agregar a Macri, que cada día que pasa externaliza sus ganas de ser candidato; y si no, ser elector. Hay un  punto de coincidencia entre ellos, además del liberalismo económico, y es un requerimiento de una parte de la población de vigilancia y castigo a la conducta desviada. Hay que reconocer el rotundo fracaso  de las políticas contra la inseguridad en todo el país, que alimenta el cantero de la derecha.  

El rol de MIlei puede ser más decisivo para aquellos cargos que no vayan a ballotage, como es el caso de la elección de gobernador en la Provincia de Buenos Aires.

La situación y la manera como se enfrentan los problemas más la situación socioeconómica pone en peligro la paz. En las redes sociales la guerra ha comenzado pero nos tranquiliza que desbordarlas hacia la materialización no es posible.

El peronismo, que comprende a gobernadores, intendentes, legisladores y movimientos sociales, son alineados por el conflicto interno. Así, en sus adhesiones, está dividida la clase trabajadora organizada, los movimientos sociales y las agrupaciones estudiantiles.  Esto es propio de un archipiélago que no tiene una conducción global, y que enfrenta en condición disminuida los desafíos del siglo XXI.

Entre los demoledores del Poder Ejecutivo se generó la identidad de un Presidente vicario que actúa por delegación. Alberto Fernández ha comenzado a salirse de ese lugar asignado, y eso preanuncia la posibilidad de desenlace o final de la partida.

La erosión del poder de la figura presidencial empezó al día siguiente de asumir, y tiene varias fuentes, incluidos  errores del propio gobierno, la oposición y el fuego amigo.

La escasez y la fragmentación alcanzan a la otra alianza, la opositora, que muestra también sus diferencias pero no se observa una inminencia de rupturas. Larreta sigue siendo el mejor precandidato pero tanto Macri como Bullrich han crecido en imagen y en intención de voto.  El objetivo estratégico electoral es ocupar el espacio medio dentro del arco ideológico. Eso explica también la elección de Alberto Fernández; así como en el 2015 fue la candidatura presidencial de Daniel Scioli. CFK repitió su jugada cuatro años después y ahora está arrepentida.

Como hemos dicho en anteriores notas, la principal razón de la crisis del oficialismo y de la oposición, que emerge como una lucha de poder, tiene como motivo subterráneo y estructural la disputa sobre el modelo de capitalismo. Y si bien hay una aceptación generalizada sobre dicha hegemonía mundial, los caminos y las modalidades de dicho sistema están sujetas a interpretaciones que pueden ser diferentes y contradictorias. Hay una realidad que se impone: nuestro país necesita desplegar sus fuerzas productivas, pero no para agudizar la concentración sino sobre la presencia activa de los factores de producción con un Estado que fije prioridades en forma participativa. Hay que pensar en priorizar la economía solidaria para movilizar capital y trabajo.

Como vemos, la escasez de poder caracteriza la política nacional inundada de conflictos e incertidumbre. El populismo no logra consolidar un poder que vaya más allá del “alternativismo”, que es un valor liberal. Esto plantea las dificultades para constituir un bloque político (entre burguesía, clase trabajadora organizada, movimientos sociales y otros) fundado en el interés nacional. Va a ser imposible construir políticas de desarrollo si estas se agotan en el personalismo.

La ex Presidenta seguramente seguirá transitando sus estrategias del silencio o desde la palabra como ejercicio de oposición y reivindicando su época sin reparos. Además, tiene otro frente de batalla que es el poder judicial. En este campo parece que las instituciones son más sólidas que las manifestaciones contra ella.

El Presidente acaba de subir un peldaño más en el conflicto con el reportaje dado al diario El País de España. Tratará de asegurar su autoridad, recuperar la confianza colectiva y mantener una luz al final del túnel. 

*Licenciado en Sociología. Profesor Universitario. Titular de R. Rouvier & Asociados.

Foto: Diputados Bonaerenses.

Fuente: La Tecl@ Eñe

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