• 28 de marzo de 2024, 7:15
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El futuro de los cincuentones de hoy

Por Lourdes de Armas

Los nacidos en la década del sesenta ya pasamos los cincuenta años y dentro de poco entraremos en la clasificación de la “tercera edad”. No niego que me crispa los nervios tal denominación. Sobre todo cuando se trata de mi misma. No tengo la idea de cuántos quedamos en la isla, entre los que han emigrado y los que perdieron la vida en África, se redujo notoriamente el número de la explosión generacional sucedida en esta década con relación al nacimiento y también al envejecimiento.

No soy un genio en las estadísticas, los números no son mi fuerte. Lo supe porque trabajé en el Ministerio de Trabajo y Seguridad Social, precisamente en el área de jubilación y tuvimos que lidiar con la explosión de envejecimiento de los ochenta, etapa en que se jubilaban los nacidos en la década del veinte, al notar que el número de jubilados ascendió vertiginosamente, se realizaron algunas estrategias, entre las que se previó que en el año 2020 sucedería algo similar.

En aquel entonces, sacábamos cálculos y nos reíamos de la distancia en años que faltaba para llegar a ese día. En aquella época los cincuentones de hoy no pasábamos de los treinta años. Aún no teníamos canas y nuestros cuerpos se mantenían firmes, y casi todos éramos delgados. Tendríamos entre 6 o 7 años de graduados. O quizás estudiábamos y trabajamos a la vez, motivados por la superación profesional, el cumplimiento del deber y ofrecer nuestros servicios a la sociedad que estábamos construyendo. Pensar de manera colectiva, jamás individual.

Hacernos profesionales sería alcanzar una meta que sería compensada con el futuro que estábamos creando para nuestros hijos. Ellos tendrían el resultado de nuestro esfuerzo. Me encantaba esa idea. No voy a negarlo.

Algunos ostentábamos la condición de Jóvenes Comunistas, conquistada a golpe de trabajo, inhibiciones religiosas y sexuales. Hacíamos 120 horas de trabajo voluntario al mes, largas jornadas en la agricultura, recogimos papa, tomate, hojas de tabaco, dimos pico y pala abriendo túneles para estar preparados cuando viniera el enemigo y más tarde tuvimos que palear más duro para cerrarlos.

Recuerdo que a pesar de tantos inconvenientes, nos alegraba, formar parte de algosaber que entre todos construíamos algo bueno que repercutiría en la sociedad y la sociedad involucraba a nuestra familia. Creo que de ahí viene ese sentido de colectividad que todavía nos corre por la sangre a muchos de nuestra generación. Estos encauces ideológicos formaban parte del discurso cotidiano. Dándonos la dimensión de la importancia de nuestra posición en el momento histórico en que vivíamos. Y por ello dedicábamos gustosamente una gran parte de nuestro tiempo alarreglo de los murales, la Emulación Individual y Colectiva, la asistencia a lasAsambleas de Servicios, y un buen número de actividades que nos mantenía muy ocupados y contentos. Y de las que nunca recibimos retribución monetaria, sin embargo, sí reconocimiento moral que era en realidad lo que más nos importaba.Como los diplomas de Vanguardias y otras distinciones, medallas otorgadas por las Milicias de Tropas Territoriales por cumplir con la Defensa de la Patria. Y otros premios y condecoraciones que avalaban la conducta ejemplar de los jóvenes comunistas. Dieron a nuestro día a día una intensa jornada de labor, pero también una motivación, una esperanza y en medio de esta vorágine nos casamos, tuvimos hijos. Que intentamos educar dentro de estos mismos principios.

Sin embargo, la ruta de nuestros destinos dio un giro de ciento ochenta grados con la caída del campo socialista y como resultante, el eufemísticamente denominadoPeriodo Especial. Exhaustos pero entusiasmados aún, vimos cómo el “Período Especial” parecía declinar con la novedad de las empresas mixtas. Las nuevas corporaciones con capital extranjero.

Y muchos de nosotros encontramos en esta asociación un respiro. Calificados la mayoría, gracias a nuestra preparación en las universidades, y por supuesto, lo más importante, incluso más que la calificación, la trayectoria política. Algo que, a ninguno nos faltó, ni aunque hubiéramos querido. La estructura nos mantenía a raya, y era imposible un buen empleo sin participación en Comité de Defensa, Trabajos Voluntarios, Jornadas a la Agricultura. Por solo mencionar algunas, y con todos esos adornos pudimos formar parte no solo como empleados también de la dirección de estas corporaciones.  

Se optó por un pago en divisa paralelo al salario. No contado dentro del Snc1-25, documento que acredita los salarios para el momento de la jubilación. Por lo que queda fuera del cálculo y como consiguiente, será un pago ignorado que no implica nada para el futuro jubilado.

El tiempo ha transcurrido a prisa, como casi siempre suele suceder cuando no queremos envejecer. La crisis económica de los noventa parece lejana. Nuestros destinos  iníciales cambiaron su ruta y jamás volvieron a reanudarla.  

Ahora cansados no solo del arduo trabajo que no condujo a nada. También de pensar en el futuro próximo. Sin encontrar vía rentable. Abrumados de tanto  buscar un camino hacia un poco del confort bien merecido en la vejez que se aproxima. Estamos en ascuas. Atorados en la incertidumbre cuando pensamos en lo que sucederá en los próximos cinco años si se mantienen los salarios actuales y la legislación vigente.  Los galardones y premios obtenidos, tampoco significan nada en la vida del futuro jubilado. Aquellas medallas, los diplomas y cuanto reconcomiendo obtuvimos por nuestraconducta ejemplar no llegará a convertirse en un acicate práctico cuando llegue el momento más vulnerable de nuestras existencias.

Pongamos el caso de un médico, uno de los profesionales, ante los cuales hay que quitarse el sombrero, ya que han tenido y aún tienen, una larga trayectoria de sacrificio.

Teniendo en cuenta que se les incrementó el salario. Reciben un salario mensual aproximado de 1000 pesos cubanos, si se jubila con 25 años de servicios, tendría una jubilación de 600 pesos cubanos más o menos.  No voy a hablar de los profesionales, aunque tengan doctorados y maestrías, perciben 500 cup. Esos tendrían un retiro de 250 o 300 cup. Y aquellos que hoy trabajan en las empresas mixtas y reciben un salario 800 mensuales. Su jubilación ascenderá a 400.00 aproximadamente. Jamás recibirán el pago en divisa por concepto de almuerzo o por el cumplimiento del plan. Estos incrementos salariales no son tenidos en cuenta para los cálculos de la jubilación.

Así que si no sucede un milagro y nuestra sociedad da un giro favorable, nos quedaremos con los deseos de disfrutar de aquello que en su momento llamamosaporte a la sociedad. Quedándonos con el desconsuelo de que nuestra participación en cada una de las tareas mencionadas, o convocadas, como se solía decir, se extravió por algún sitio y no tuvo repercusión alguna ni en nuestras familias ni en cada uno de nosotros (fíjense que aun hablo desde una voz colectiva).

Y aun con mayor desánimo al pensar en el pasado. Imbuida como estaba en mi rol de madre trabajadora, militante de conducta ejemplar no podía vislumbrar que me perdía algo jamás recuperaría.

Recuerdo con tristeza el impacto provocado por mi hija una tarde, ya casi de noche, hora habitual en que la recogía en el círculo infantil, cuando llegué coincidí con un padre que cortésmente me dejó pasar antes que él. Se me saltaron las lágrimas al verla saltando de alegría y cantando: fui la penúltima, fui la penúltima.

Siempre era la última en irse y la primera en llegar al círculo. No tenía alternativa, debía  desplazarme de Alamar al Vedado.

Cuando pienso en la infancia de mis hijos, no puedo evitar ese sentimiento de culpa que brota no solo por mis largas ausencias, por no haber disfrutado a plenitud su crecimiento, su compañía. También por la promesa incumplida por no haberles ofrecido ese futuro mejor que siempre les ofrecí.

Si ahora me preocupa el futuro de los cincuentones de hoy, no es solo por la terrible imagen de los ancianos que vemos a diario vendiendo jabas en los Agromercado, caramelitos o caldos de pollos.  Hay también  desconsuelo, temor al futuro, vergüenza de no haber sido una madre mejor.


Fuente: Segunda Cita, blog en evolución y red abeja.

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