“Al victimario no le pidas nada. A la victima ofrécele todo” (aforismo implicado AG)
Hay muchos, muchas y muches que necesitan solucionar un problema. Yo entre ellos. Pero pocos y pocas que intentar entender cuáles son las poli causalidades que construyeron ese problema. Recordemos: lo que es problema para la izquierda es una solución para la derecha. Por lo tanto, es peligroso confundir efectos con causas. Un ejemplo cercano: Macri no llegó a presidente porque lo votaron, sino que lo votaron porque llegó. O sea: hay que seguir su camino político desde que accede a la presidencia de un popular club de fútbol, deviene por dos periodos de gobierno jefe de gobierno de la CABA, y luego organiza con movida de derecha que, más por errores y complicidades ajenos que por aciertos propios, lo unge presidente. Desde ya, es más fácil maldecir a los votantes, recostarse en la fácil de “la argentina es fascista”, que insistir en el pensamiento crítico ejercido en forma colectiva. En la franja témporo espacial de la micro política, los efectos siempre anteceden a las causas. El sonsonete de la “pesada herencia recibida” es una forma de esquivar el bulto de la propia implicación de aquello que pretendemos combatir.
No puedo determinar si la culpabilidad (que no es lo mismo que la culpa sino incluso su contrario) es solamente del que le da de comer al chancho. Quizá también el chancho algo habrá hecho. Pero cuando se trata de jabalíes enfurecidos, cegados por los mandatos de la cultura represora, con prácticas de exterminio, hambre de muerte y sed de venganza por alucinatorias afrentas, el derecho base de todos los derechos es la defensa total de la propia vida. Tanto como ejercicio individual, grupal y colectiva. Tres registros diferentes pero que pueden ser sinérgicos.
“Lo único obvio es que no hay nada obvio” (aforismo implicado AG)
Lo digo de otra manera, sin pretender aclarar por el temor que oscurezca. Maldecir al victimario no sirve para proteger a la víctima. La única protección para las potenciales víctimas es el entrenamiento en las diversas formas de defensa. Pedirle al ladrón que no robe, al asesino que no asesine, al torturador que no torture, al especulador financiero que no fugue capitales, al empresariado que no remarque precios, es una mezcla de ingenuidad en el mejor de los casos y de complicidad inconsciente en el peor. Si queremos impedir que la derecha vuelva a ser gobierno, ya que nunca dejó de ser poder, no se va a lograr maldiciendo a sus íconos más relevantes. Entre muchas cosas, por algo que Wilhelm Reich, uno de los pocos psicoanalistas comunistas que en el mundo han sido, escribió en uno de sus más importantes libros: “las masas alemanas deseaban el fascismo”.
El amor al represor es una de las principales causas de “la anestesia de género”. El amor por mandato es un tóxico donde aparece el amor como un abstracto idealizado. El amor asociado a la muerte aparece incluso en los clásicos. Morir de amor, incluso matar por amor, afirmar que el amor todo lo puede, o que el amor todo lo da y nada lo pide. Puedo agregar sin ampliar, al menos por ahora, que esos refranes mezclan el amor por deseo, el amor por mandato, el enamoramiento y el delirio erótico. Pero el operativa anestesia necesita más elementos. El anatema de la violencia y del odio. Por eso nunca me conmovió la denominación “violencia de género”. Porque es funcional a la cultura represora repudiar a la violencia como el absoluto mal.
No pretendo que recuerden la fundante afirmación de Carlos Marx: la violencia es la partera de la historia. Agrego: de la historia por deseo. Por eso he propuesto la denominación de “crueldad de género”. No he tenido eco. Pero sigo pensando que es importante, porque la crueldad es la planificación sistemática del sufrimiento. Es como escribió Celedonio Flores, “el gato maula que juega con el mísero ratón”. Los abusadores, los golpeadores, los torturadores, los femicidas, planifican, más o menos meticulosamente, el daño a sus víctimas. Lamentablemente, modificar “crimen pasional” por “feminicidio” no ha disminuido la matanza. Quizá porque lo real no se paga de palabras. Solamente se paga de actos poder. Y el acto poder, en este caso la autodefensa de la mujer, tiene que arrasar con dos amarras: el tabú de la violencia y el tabú del odio.
No es un tema de “los varones”, tampoco es un tema de “las mujeres”, ni de ningún género y disidencia. Es un tema de los vínculos de sometimiento /sumisión que la cultura represora organiza. Muchas mujeres, varones, trasgéneros, resisten con valor y con éxito organizar esos vínculos de muerte. Solamente con violencia enfrentamos la crueldad, solamente con odio enfrentamos el asesino amor por mandato. Son operaciones subjetivas y políticas necesarias. Si lo personal es político, salir de la anestesia personal es también despertar a las políticas libertarias. El filósofo León Rozitchner escribió: “el sujeto es núcleo de verdad histórica” Por eso la anestesia de género da cuenta de una verdad histórica que debe ser subvertida. Como cata Silvio Rodríguez…” nos va la vida en ello”.