• 27 de abril de 2024, 14:12
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El problema de nuestro autoritarismo

Por Eduardo de la Serna

Cuando empezaba a surgir en los medios el intolerante que hoy conduce los destinos de la Argentina hacia el abismo, solía criticar a los gritos a quienes le hablaban de “neoliberalismo”. Él elegía “liberalismo” a secas. Sus gritos, en este caso, lograron que casi nadie hable ya de su “neo-liberalismo”, aunque en el caso del energúmeno conserva cierta razonabilidad. Nada “neo” viene de sus usinas.

Y, dentro de lo que defendía a los gritos es que de ninguna manera se puede cuestionar el (neo) liberalismo, porque “viene de libertad” (Macri decía que “gauchada viene de gaucho” …; parece que estos especímenes han comprado un elemental diccionario etimológico y se solazan en demostrarlo). Claro que recordarles que “comunismo” viene de “común” y “fascismo” de “fascio" (= unidad), como también lo es “falange”, los desconcertaría, por lo que omitiré este exceso de academicismo.

No deja de ser cierto que las grandes palabras conservan una nota de ambigüedad que requieren ser interpretadas, motivo por el cual el engendro repite una, y otra, y otra vez la definición (sic) de un “prócer” al que sólo él calificaría de tal; no sea cosa de que alguien confundiera o confundiese la libertad como algo que es “común”, o propio de un colectivo. Vade retro!

Sería torpe identificar fascismo solamente con Mussolini, nazismo solamente con Hitler o comunismo solamente con Stalin. No deja de ser interesante que los dos primeros fueron elegidos en sus cargos por el voto popular. El Nationalsozialismus (= nazismo) es visto, en cierto modo, como un tipo de fascismo. Su característica es la exaltación de algunos valores para mantener ciertas cohesiones, que implican opresión de minorías, oponiéndose a toda noción de igualdad, para lo cual “los otros” son vistos como enemigos. El abuso del poder es algo característico, sin ninguna expectativa de justicia, hacia las víctimas de la intolerancia. 

Un elemento muy importante en el sostenimiento del poder hegemónico en el autoritarismo es la centralidad de la propaganda. Es sabido el rol principal de Joseph Goebbels en el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, o el Ministerio de Propaganda italiano… Esto servía, no solamente para resaltar y sostener la centralidad de la personalidad del conductor, sino también para la creación del sujeto principal y preponderante de la unidad (= fascio) nacional: “el enemigo”. Este provoca, además, una mayor cohesión interna, motivada por el miedo, el odio, el desprecio. 

Señalando todo esto, cabe una pregunta inicial. ¿puede decirse que la propuesta de Milei es fascista? Quizás la respuesta sea sí, solamente si se añadiera un “de pacotilla” en el adjetivo. Y no se entienda esto como un cierto reconocimiento de los restantes fascismos, ¡que no lo es!, sino una todavía mayor degradación del “nuestro”. El rechazo a todo lo colectivo, por ejemplo, degrada aún mas el autoritarismo, solo sostenido por el “Capital” y por el “ministerio de propaganda” todopoderoso que es un periodismo que del nombre solo tienen que “periódicamente” bombardean cerebros y conciencias. Aprovechando el emblemático miedo de la “clase media” de mirar un centímetro para abajo (y para peor, mirando desde el hombro de la oligarquía, con lo que el miedo se transforma en fobia).

Solamente desde esa “altura” (micro altura) puede, por ejemplo, pensarse que Milei es inteligente, que es un tipo preparado, que sabe mucho. Basta verlo sentado en la punta de la silla, pidiendo urgentemente irse (¡mamá [= Karina], me quiero ir!), siempre aferrado a una carpetita o algo en la mano para sentir seguridad, presto a los gritos e insultos, y repitiendo sloganes que parece no comprender, y datos incomprobables o falsos, lo que está “empíricamente comprobado”. El reciente discurso en Davos, en el que pudo ilustrar a un auditorio de ignorantes sobre el “PBI del año cero”, algo que solo Conan desde ultratumba ha podido aportarle, no fue sino una catarata de sandeces, tonterías, falsedades y búsqueda de enemigos inexistentes. Pero el problema principal, creo, es que tanto Hitler como Franco, Mussolini como Stalin han dejado sombras nefastas en la historia y ya no están. Este engendro, todavía, gobierna un país. El (por ahora) nuestro.

Imagen: NA

Fuente: Liliana López Foresi

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